22/03/2020, 05:10
Ranko ya estaba ayudando a la pelirroja a levantarse cuando Daigo llamó a Kuumi por su nombre.
—Sí, gracias, lo sé.
Kuumi se apoyó en el hombro de Ranko, aunque ésta tenía que inclinarse, por su altura.
—Daigo-san, ella es mi hermana, Kuumi. N-no sabía que estaba metida en la-la misión…
—Sí, madre quería a quien hiciera de secuestrador y pues… Me dijo que habría una buena pelea. Honestamente no esperaba que fuese tan rápida. Auch. Pero sí pegan fuerte los dos.
Ranko asintió a lo que Daigo decía. Había que darle la impresión a Nubu que habían vencido al malo.
—Su-suena bien, Daigo-san. Esto… —La de la trenza apuntaría a las esposas que colgaban de la cadera del boxeador —. ¿Podríamos usar ésas? P-para fingir que la llevaremos a-arrestada, o algo…
En lo que el peliverde decidía si usar sus esposas o no, y en lo que se las ponía, de aceptar, Ranko pensó algo.
—Kuu-chan… ¿Por qué se tomaron tantas molestias con esta misión? Di-digo… Desde la familia d-de Sasayami-san… Los daños… Tú y el… ¿maquillaje?
—El maquillaje fue mi idea. Bueno, madre quería que todo fuese controlado, quería una misión segura para ti y para el niño ése Nubu.
—E-espera, una… ¿misión segura?
No tuvo mucho tiempo más para charlar, pues pronto se verían en el patio, fuera de aquella bodega, a Nubu, Sasayami y Kazuma alejándose. El pequeño había asentido a lo que el peliblanco decía. Confiaba tanto en las palabras de Kazuma como en los golpes de Daigo y Ranko. Además, se repetía mentalmente, era una misión de rescate, y el rescate había sido llevado a cabo. Se lamentaba no haber utilizado los shuriken de cartón, pero se alegraba haber cumplido con una encomienda y ayudar a sus superiores a salvar a Sasayami.
Nubu no soltaría la mano de su vecina, e incluso caminaría frente a ella, con veloces pasitos, guiándola hacia el borde de la pared para descender (no sabía cómo descenderían todos), tomándose en serio su papel de rescatador. A pesar de ello, el miedo de que alguno de sus maestros resultara herido no dejaba del todo su corazón.
—Sí, gracias, lo sé.
Kuumi se apoyó en el hombro de Ranko, aunque ésta tenía que inclinarse, por su altura.
—Daigo-san, ella es mi hermana, Kuumi. N-no sabía que estaba metida en la-la misión…
—Sí, madre quería a quien hiciera de secuestrador y pues… Me dijo que habría una buena pelea. Honestamente no esperaba que fuese tan rápida. Auch. Pero sí pegan fuerte los dos.
Ranko asintió a lo que Daigo decía. Había que darle la impresión a Nubu que habían vencido al malo.
—Su-suena bien, Daigo-san. Esto… —La de la trenza apuntaría a las esposas que colgaban de la cadera del boxeador —. ¿Podríamos usar ésas? P-para fingir que la llevaremos a-arrestada, o algo…
En lo que el peliverde decidía si usar sus esposas o no, y en lo que se las ponía, de aceptar, Ranko pensó algo.
—Kuu-chan… ¿Por qué se tomaron tantas molestias con esta misión? Di-digo… Desde la familia d-de Sasayami-san… Los daños… Tú y el… ¿maquillaje?
—El maquillaje fue mi idea. Bueno, madre quería que todo fuese controlado, quería una misión segura para ti y para el niño ése Nubu.
—E-espera, una… ¿misión segura?
No tuvo mucho tiempo más para charlar, pues pronto se verían en el patio, fuera de aquella bodega, a Nubu, Sasayami y Kazuma alejándose. El pequeño había asentido a lo que el peliblanco decía. Confiaba tanto en las palabras de Kazuma como en los golpes de Daigo y Ranko. Además, se repetía mentalmente, era una misión de rescate, y el rescate había sido llevado a cabo. Se lamentaba no haber utilizado los shuriken de cartón, pero se alegraba haber cumplido con una encomienda y ayudar a sus superiores a salvar a Sasayami.
Nubu no soltaría la mano de su vecina, e incluso caminaría frente a ella, con veloces pasitos, guiándola hacia el borde de la pared para descender (no sabía cómo descenderían todos), tomándose en serio su papel de rescatador. A pesar de ello, el miedo de que alguno de sus maestros resultara herido no dejaba del todo su corazón.
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