24/03/2020, 18:26
—No se cual es la verdadera visión de tu padre, pero por una parte entiendo a Kurama —respondió Reiji a las palabras de Kokuō.
Y tanto Ayame como Yuuna se volvieron hacia él, igual de alarmadas.
—¿Que dices? —preguntó la rubia.
—No me malinterpretes —se apresuró a añadir el espadachín—, le entiendo, pero desde luego no comparto sus ideas. Dejadme explicarme. Durante siglos, según nos contó Gyūki, los humanos hemos estado haciendo verdaderas barbaridades con los Bijuus. Los masacramos, los encerramos y los utilizamos como objetos. Nuestros antepasados los obligaron a pelearse entre ellos, utilizándolos como armas. Y en la actualidad, en las academias, nos enseñan que los Bijuus no son mas que bestias gigantescas formadas de chakra cuyo único propósito es destruir. Es normal que Kurama nos vea cómo el gran mal de Oonindo y haya interpretado las palabras de su padre de esa manera.
Sí. Aquella era la misma historia que Kokuō le había contado a Ayame tiempo atrás. Pero de ahí, a querer formar un imperio sobre ellos era un paso muy grande... Demasiado.
—Pero Gyūki, uno de los Bijuus quien también ha sufrido todo eso, dijo que Kurama estaba equivocado, que no tenía razón, y que con sus actos, se había convertido en el verdadero mal. No puedo decirte que era lo que había en la cabeza de tu padre, pero yo confío en Gyūki como uno de mis mejores amigos, y si el dice que Kurama se equivoca, yo pelearé de su parte.
—Yo también confío en Gyūki. Si mi padre confiaba en él como un buen amigo, yo también lo haré.
Kokuō se mantuvo estática durante varios largos segundos, ante la atenta mirada de Ayame que no le quitaba el ojo de encima, con cierta preocupación. Aunque la tensión en su cuerpo seguía siendo palpable, el movimiento de sus colas se había vuelto más suave. Y, desde luego, no hubo más árboles arrancados de cuajo por su ardiente furia.
—Si para conseguir sus propósitos, Kurama pretende encerrarnos si no colaboramos con él, se está convirtiendo precisamente en uno de esos humanos que nos condenaron a los nueve —respondió al final, entrecerrando sus ojos aguamarina—. Ya conocen mi respuesta, no les habría proporcionado esa información si no fuera así.
»Colaboraré con la Señorita, y con nadie más —sentenció—. Pero, si me permiten un consejo, piensen bien antes de actuar y lanzarse de cabeza contra mi hermano.
—No estará solo, y si un solo General es tan fuerte... —añadió Ayame, con un escalofrío. Ella no había tenido nada que hacer contra Kuroyuki, y contra Bakudan habían sido cuatro contra él. Si se enfrentaban a varios al mismo tiempo, no tendrían ninguna oportunidad.
—Y algo me dice que la próxima vez no se limitarán a revertir nuestros sellos —concluyó Kokuō.
Y tanto Ayame como Yuuna se volvieron hacia él, igual de alarmadas.
—¿Que dices? —preguntó la rubia.
—No me malinterpretes —se apresuró a añadir el espadachín—, le entiendo, pero desde luego no comparto sus ideas. Dejadme explicarme. Durante siglos, según nos contó Gyūki, los humanos hemos estado haciendo verdaderas barbaridades con los Bijuus. Los masacramos, los encerramos y los utilizamos como objetos. Nuestros antepasados los obligaron a pelearse entre ellos, utilizándolos como armas. Y en la actualidad, en las academias, nos enseñan que los Bijuus no son mas que bestias gigantescas formadas de chakra cuyo único propósito es destruir. Es normal que Kurama nos vea cómo el gran mal de Oonindo y haya interpretado las palabras de su padre de esa manera.
Sí. Aquella era la misma historia que Kokuō le había contado a Ayame tiempo atrás. Pero de ahí, a querer formar un imperio sobre ellos era un paso muy grande... Demasiado.
—Pero Gyūki, uno de los Bijuus quien también ha sufrido todo eso, dijo que Kurama estaba equivocado, que no tenía razón, y que con sus actos, se había convertido en el verdadero mal. No puedo decirte que era lo que había en la cabeza de tu padre, pero yo confío en Gyūki como uno de mis mejores amigos, y si el dice que Kurama se equivoca, yo pelearé de su parte.
—Yo también confío en Gyūki. Si mi padre confiaba en él como un buen amigo, yo también lo haré.
Kokuō se mantuvo estática durante varios largos segundos, ante la atenta mirada de Ayame que no le quitaba el ojo de encima, con cierta preocupación. Aunque la tensión en su cuerpo seguía siendo palpable, el movimiento de sus colas se había vuelto más suave. Y, desde luego, no hubo más árboles arrancados de cuajo por su ardiente furia.
—Si para conseguir sus propósitos, Kurama pretende encerrarnos si no colaboramos con él, se está convirtiendo precisamente en uno de esos humanos que nos condenaron a los nueve —respondió al final, entrecerrando sus ojos aguamarina—. Ya conocen mi respuesta, no les habría proporcionado esa información si no fuera así.
»Colaboraré con la Señorita, y con nadie más —sentenció—. Pero, si me permiten un consejo, piensen bien antes de actuar y lanzarse de cabeza contra mi hermano.
—No estará solo, y si un solo General es tan fuerte... —añadió Ayame, con un escalofrío. Ella no había tenido nada que hacer contra Kuroyuki, y contra Bakudan habían sido cuatro contra él. Si se enfrentaban a varios al mismo tiempo, no tendrían ninguna oportunidad.
—Y algo me dice que la próxima vez no se limitarán a revertir nuestros sellos —concluyó Kokuō.