26/03/2020, 00:39
Los guardias comenzaron a cachear en contra de su voluntad al chico que corría. Parecía que la guardia era férrea en aquel lugar. El anciano, se removía nervioso en su sitio sin apartar el ojo del supuesto ladrón. Todo aquello ocurría a escasos tres metros de Takumi, quien no se había movido ni un centímetro. Uno de los guardias comenzó a vaciar los bolsillos del joven, mientras el otro, sacaba una libreta y comenzaba a anotar todo lo que salia de allí. Hasta el momento nada sospechoso. solo fósforos, tabaco, un boleto para el tren, algo de dinero pero... Al fondo de un bolso oculto en su chaqueta, ahí mismo sonaba un repiqueteo metálico muy leve. El guardia metió la mano y sacó de allí un puñazo de piezas de muy pequeño tamaño. Tenían aspecto plano pero móviles. Cualquiera diría que eran visagras, pero eran demasiado estrambóticas para serlo.
-Esas, esas son... Ese maldito ha entrado a mi casa y se las ha llevado -Decía el anciano bastante ofendido.
Los guardias no quisieron mediar ni una sola palabra. Agarraron al chico y le esposaron las muñecas a la espalda. Mientras este se removía inútil de sus ataduras. Se miraron entre ellos y, tras un asentir mútuo, uno de ellos comenzó a arrastrarlo hasta el interior de la ciudad mientras el chico se quejaba.
-No he visto eso en mi vida... No se que es, por favor suélteme... -Lastimosamente, mientras se alejaba.
-Habrá un juicio, y podrás demostrar tu supuesta inocencia... Ladrón-Replicó el guardia que se lo llevaba.
Entre tanto, el pelinegro se había ocultado lo suficientemente bien como para no ser visto desde la entrada, tras la pared de la primera casa de la ciudad, pegado a ella. Cuando escuchó acercarse al guardia, simplemente saltó con cierta torpeza y se colocó en el alféizar de una ventana, para que no le pudiese ver de reojo.
-Esas, esas son... Ese maldito ha entrado a mi casa y se las ha llevado -Decía el anciano bastante ofendido.
Los guardias no quisieron mediar ni una sola palabra. Agarraron al chico y le esposaron las muñecas a la espalda. Mientras este se removía inútil de sus ataduras. Se miraron entre ellos y, tras un asentir mútuo, uno de ellos comenzó a arrastrarlo hasta el interior de la ciudad mientras el chico se quejaba.
-No he visto eso en mi vida... No se que es, por favor suélteme... -Lastimosamente, mientras se alejaba.
-Habrá un juicio, y podrás demostrar tu supuesta inocencia... Ladrón-Replicó el guardia que se lo llevaba.
Entre tanto, el pelinegro se había ocultado lo suficientemente bien como para no ser visto desde la entrada, tras la pared de la primera casa de la ciudad, pegado a ella. Cuando escuchó acercarse al guardia, simplemente saltó con cierta torpeza y se colocó en el alféizar de una ventana, para que no le pudiese ver de reojo.