27/03/2020, 14:20
Daruu se levantó de golpe, con los puños muy apretados y los ojos clavados en el suelo.
—Fuera. Los dos. Fuera de mi puta casa —sentenció, y entonces Daruu levantó la mirada—. Fue un puto descuido, Ayame. ¡Fue un descuido! ¡Lo compró Rōga, como podría haberlo comprado cualquier otro ninja de Amegakure! ¡Ni un General, ni un puto miembro de Sekiryū, ni ninguna de tus estúpidas e infantiles ensoñaciones! —bramó, y sus palabras se clavaron en el pecho de Ayame como una afilada katana. ¿Estúpidas e infantiles ensoñaciones? ¿Ese era el concepto que tenía de ella después de todo por lo que había pasado?—. ¿¡TAN MAL HE HECHO COMO PARA QUE ME DESEES LA MUERTE!? ¡Pues muy bien! ¡Piérdete de mi vista y no vuelvas, así estaré muerto de verdad para ti, que es lo que deseas!
Ella ni siquiera respondió. Tenía la garganta sellada por algo más poderoso que un Fūinjutsu y los puños colgantes a ambos lados de su cuerpo, apretados, tensos. Los ojos no tardaron en humedecerse, pero antes de que pudiera darse media vuelta y salir de allí, Rōga bramó una palabra desconocida que sonó en sus oídos como "shatap", pero que la congeló en el sitio.
—¡Si a gritos quieren hablarse a gritos se va a hacer! Por que veo que los dos tienen la cabeza caliente y no saben lo que están diciendo. No conozco con la suficiente confianza a ninguno de los dos pero me han involucrado en esta mierda quieran o no. Estoy completamente consciente de que estoy faltando el respeto pero si yo no digo las cosas ustedes dos van a aplicarse una puta ley del hielo por saber ni cuanto tiempo Y YO NO VOY A QUEDARME DE OJOS CIEGOS A ESTA NIÑERÍA VIÉNDOLOS VICTIMIZARSE SIN PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO.
»Aotsuki —se dirigió a ella, pero Ayame ni siquiera se giró para mirarle—. Tienes derecho a enojarte, ¿pero qué mierda ganas con armar una bronca por algo que ya pasó? Lo hecho hecho está y un desliz le puede pasar a cualquiera, ¿qué quieres exactamente pare quedarte tranquila? ¿¡AH!?
»Y vos, Amedama. Sí, terminó en mi casa y no pasó a mayores. Pero lo que no sabes es que Ayame venía huyendo de no sé que mierda investigando lo de Umikiba Kaido. ¿En una emergencia mayor que hubiese sucedido si corría peor peligro? El descuido se pasa por alto, la negligencia de no decirlo no.
»Y NO ME VENGAN QUE ESTE NO ES MI ASUNTO, porque por cosas como esta terceros siempre terminan pagando por los platos rotos y antes de ofenderse piensen en como afecta a los demás —añadió, pegando tres pisotones en el suelo—. Si van a andar con enojos y rencores, mejor díganse lo que tengan que decirse en la cara ahora que luego yo no quiero enterarme de que andan con arrepentimientos por la calle siendo que yo los conozco a ambos y como mínimo es mi puto deber como compañeros de aldea decírselos.
Silencio. Eso fue todo lo que salió de los labios de la enmudecida Ayame. Su cabeza en aquellos momentos era como un enjambre de avispas enfurecidas, luchando por salir y acribillar a cualquiera de los dos chicos que se alzaban frente a ella, y sus entrañas ardían con la violencia de un volcán en erupción. Pero si alguien había tenido que pasar una y otra vez por luchas de autocontrol, esa era era Ayame. Y en aquellos instantes bastante tenía con evitar que las lágrimas no se desbordasen de sus ojos.
—Fuera. Los dos. Fuera de mi puta casa —sentenció, y entonces Daruu levantó la mirada—. Fue un puto descuido, Ayame. ¡Fue un descuido! ¡Lo compró Rōga, como podría haberlo comprado cualquier otro ninja de Amegakure! ¡Ni un General, ni un puto miembro de Sekiryū, ni ninguna de tus estúpidas e infantiles ensoñaciones! —bramó, y sus palabras se clavaron en el pecho de Ayame como una afilada katana. ¿Estúpidas e infantiles ensoñaciones? ¿Ese era el concepto que tenía de ella después de todo por lo que había pasado?—. ¿¡TAN MAL HE HECHO COMO PARA QUE ME DESEES LA MUERTE!? ¡Pues muy bien! ¡Piérdete de mi vista y no vuelvas, así estaré muerto de verdad para ti, que es lo que deseas!
Ella ni siquiera respondió. Tenía la garganta sellada por algo más poderoso que un Fūinjutsu y los puños colgantes a ambos lados de su cuerpo, apretados, tensos. Los ojos no tardaron en humedecerse, pero antes de que pudiera darse media vuelta y salir de allí, Rōga bramó una palabra desconocida que sonó en sus oídos como "shatap", pero que la congeló en el sitio.
—¡Si a gritos quieren hablarse a gritos se va a hacer! Por que veo que los dos tienen la cabeza caliente y no saben lo que están diciendo. No conozco con la suficiente confianza a ninguno de los dos pero me han involucrado en esta mierda quieran o no. Estoy completamente consciente de que estoy faltando el respeto pero si yo no digo las cosas ustedes dos van a aplicarse una puta ley del hielo por saber ni cuanto tiempo Y YO NO VOY A QUEDARME DE OJOS CIEGOS A ESTA NIÑERÍA VIÉNDOLOS VICTIMIZARSE SIN PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO.
»Aotsuki —se dirigió a ella, pero Ayame ni siquiera se giró para mirarle—. Tienes derecho a enojarte, ¿pero qué mierda ganas con armar una bronca por algo que ya pasó? Lo hecho hecho está y un desliz le puede pasar a cualquiera, ¿qué quieres exactamente pare quedarte tranquila? ¿¡AH!?
»Y vos, Amedama. Sí, terminó en mi casa y no pasó a mayores. Pero lo que no sabes es que Ayame venía huyendo de no sé que mierda investigando lo de Umikiba Kaido. ¿En una emergencia mayor que hubiese sucedido si corría peor peligro? El descuido se pasa por alto, la negligencia de no decirlo no.
»Y NO ME VENGAN QUE ESTE NO ES MI ASUNTO, porque por cosas como esta terceros siempre terminan pagando por los platos rotos y antes de ofenderse piensen en como afecta a los demás —añadió, pegando tres pisotones en el suelo—. Si van a andar con enojos y rencores, mejor díganse lo que tengan que decirse en la cara ahora que luego yo no quiero enterarme de que andan con arrepentimientos por la calle siendo que yo los conozco a ambos y como mínimo es mi puto deber como compañeros de aldea decírselos.
Silencio. Eso fue todo lo que salió de los labios de la enmudecida Ayame. Su cabeza en aquellos momentos era como un enjambre de avispas enfurecidas, luchando por salir y acribillar a cualquiera de los dos chicos que se alzaban frente a ella, y sus entrañas ardían con la violencia de un volcán en erupción. Pero si alguien había tenido que pasar una y otra vez por luchas de autocontrol, esa era era Ayame. Y en aquellos instantes bastante tenía con evitar que las lágrimas no se desbordasen de sus ojos.