27/03/2020, 23:26
Y el silencio se extendió como la mantequilla. Duró varios segundos que se hicieron eternos bajo aquella atmósfera tan tensa, pero al final fue Daruu quien hizo el primer movimiento: tumbándose contra la ventana con el libro apretado contra su pecho.
—Lo siento. No me di cuenta. Podría haber pasado algo grave, pero ya no puedo arreglarlo. No creo nada de lo que dije. Ya hablaremos cuando tú quieras volver a hablarme.
—Yo me largo, que no tengo más vela en este entierro —intervino Rōga, metiéndose las manos en los bolsillos y dándose la vuelta hacia la puerta—. Aotsuki, creo que de todas maneras no íbamos a conseguir una mesa allá abajo. Será entonces un hasta luego... Con permiso.
Ella apenas sintió, en completo silencio. Y continuó sumida en aquel mutis mientras Rōga salía de la habitación; y después, mientras contaba mentalmente para sus adentros el tiempo que le llevaría al shinobi atravesar toda la casa de vuelta y, quizás, salir de la pastelería. Entonces inspiró por la nariz, respiró hondo, y giró sobre sus talones para salir también de la habitación.
Pero sus pasos se detuvieron en el umbral de la puerta.
—Lo siento... Saqué las cosas de quicio —dijo, con un hilo de voz—. Bueno... ya... ya hablaremos... —concluyó, antes de terminar salir.
—Lo siento. No me di cuenta. Podría haber pasado algo grave, pero ya no puedo arreglarlo. No creo nada de lo que dije. Ya hablaremos cuando tú quieras volver a hablarme.
—Yo me largo, que no tengo más vela en este entierro —intervino Rōga, metiéndose las manos en los bolsillos y dándose la vuelta hacia la puerta—. Aotsuki, creo que de todas maneras no íbamos a conseguir una mesa allá abajo. Será entonces un hasta luego... Con permiso.
Ella apenas sintió, en completo silencio. Y continuó sumida en aquel mutis mientras Rōga salía de la habitación; y después, mientras contaba mentalmente para sus adentros el tiempo que le llevaría al shinobi atravesar toda la casa de vuelta y, quizás, salir de la pastelería. Entonces inspiró por la nariz, respiró hondo, y giró sobre sus talones para salir también de la habitación.
Pero sus pasos se detuvieron en el umbral de la puerta.
—Lo siento... Saqué las cosas de quicio —dijo, con un hilo de voz—. Bueno... ya... ya hablaremos... —concluyó, antes de terminar salir.