31/03/2020, 06:23
Una leve negación con la cabeza y una amable fue lo que recibiría la kusakin al querer dar dinero. Sin siquiera pensar en tomarlo, el jinete movió elegantemente las riendas y los caballos comenzaron a levantar ritmo a medida que avanzaban metros. Quedaba solo Ranko en aquella plaza donde, una vez se terminasen de alejar los transportistas, quedaría envuelta en un silencio inquietante.
La leve brisa retumbaba en los oídos como susurros de muerte, el vaivén de los sombras con el movimiento de los faroles criaturas extrañas que se correteaban alrededor. Y allí, lejos de las luces, apenas se podía ver un camino de tierra y barro colina arriba sin un el hotel a la vista. Un plano agujero negro era aquel horizonte que Ranko tenía que seguir.
La sensación de tener a alguien observando, caminando detrás de ella, mirando desde detrás de un árbol o un arbusto era constante y lo único que le permitía sentir algo vivo por aquellos lugares, ya lejos de las primeras casas, era sus botas al golpear el piso, el latido de su corazón, su propia respiración.
Un túnel oscuro que, como otros, tenía una luz al final. Ya con los pies llenos de barros y tras un rato largo de caminata por terreno instable pudo ver en la lejanía como una tenue luz iluminaba la carretera y un solitario edificio con dos plantas. Madera oscura, húmeda, resquebrajada y vieja pero al acercarse podría notar que estaba bien mantenida. Los vidrios del frente estaban limpios, estaba rodeado de flores y, más importante, viniendo de la noche ya sin entrar se podía prever el calmo ambiente acogedor que se podría encontrar adentro.
— ¡Gente!— exclamó una joven muchacha de pelo negro y ojos oscuros, petisa y con el rostro lleno de pecas, al ver entrar a la gennin— ¿Qué andas haciendo a estas horas por el camino? ¿Te encuentras bien? ¿Te ha pasado algo? ¿Andas perdida?
En pocos segundos la joven pasó de estar tirada en una silla a estar encima de Ranko dispuesta a ayudar con cualquier problema que trajese consigo.
La leve brisa retumbaba en los oídos como susurros de muerte, el vaivén de los sombras con el movimiento de los faroles criaturas extrañas que se correteaban alrededor. Y allí, lejos de las luces, apenas se podía ver un camino de tierra y barro colina arriba sin un el hotel a la vista. Un plano agujero negro era aquel horizonte que Ranko tenía que seguir.
La sensación de tener a alguien observando, caminando detrás de ella, mirando desde detrás de un árbol o un arbusto era constante y lo único que le permitía sentir algo vivo por aquellos lugares, ya lejos de las primeras casas, era sus botas al golpear el piso, el latido de su corazón, su propia respiración.
Un túnel oscuro que, como otros, tenía una luz al final. Ya con los pies llenos de barros y tras un rato largo de caminata por terreno instable pudo ver en la lejanía como una tenue luz iluminaba la carretera y un solitario edificio con dos plantas. Madera oscura, húmeda, resquebrajada y vieja pero al acercarse podría notar que estaba bien mantenida. Los vidrios del frente estaban limpios, estaba rodeado de flores y, más importante, viniendo de la noche ya sin entrar se podía prever el calmo ambiente acogedor que se podría encontrar adentro.
— ¡Gente!— exclamó una joven muchacha de pelo negro y ojos oscuros, petisa y con el rostro lleno de pecas, al ver entrar a la gennin— ¿Qué andas haciendo a estas horas por el camino? ¿Te encuentras bien? ¿Te ha pasado algo? ¿Andas perdida?
En pocos segundos la joven pasó de estar tirada en una silla a estar encima de Ranko dispuesta a ayudar con cualquier problema que trajese consigo.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘ Telepatía ◘