2/04/2020, 16:03
(Última modificación: 2/04/2020, 19:08 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Datsue estaba en dos sitios al mismo tiempo. Quien le viese, pensaría que se encontraba en el interior del camerino, sentado con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. Sin embargo, no estaba allí, sino en una sala cuadrada gigantesca, llena de arena cubierta por tres dedos de agua.
—Soy… soy el Hijo del Desierto.
—¿Cómo dices? No te escucho.
—¡Soy el Hijo del Desierto!
—¿Y qué vas a hacer ahí afuera? ¿Qué vas a hacer contra nuestro enemigo?
—Voy a ganarle. ¡Voy a vencerle, cojones!
—¿Me estás vacilando? ¿Qué vas a qué?
—Pues… Esto… Que voy a ganarle, cla…
El manotazo que le propinó Shukaku hizo que saliese disparado hacia atrás, cayendo de espaldas contra el agua.
—¡Shukaku, ¿qué cojones…?! —Agradecía toda la charla motivacional, pero se había pasado un huevo.
Shukaku ni le dio tiempo a protestar. Con su enorme zarpa le aplastó el cuerpo por completo, tan solo dejando la cabeza libre.
—Ah, duele, ¿verdad? ¡Pues así me duele a mí! ¡Cada vez que te escucho decir que vas a contenerte, que no vas a mostrar todas tus cartas por miedo a que Kurama esté mirando! ¡Miedo, tú! Pero, ¿de qué coño vas?
—Yo…
—¿Es que acaso te has olvidado de quiénes somos? ¿Es que acaso te has olvidado de la promesa que hicimos? ¡Somos el puto Desierto! ¡Nosotros no le tememos a nada! ¡Nosotros no nos contenemos ante nada ni nadie! Te lo preguntaré una última vez, y espero que esta vez respondas bien. ¿Quién eres?
—Soy el…
—¡YO TE DIRÉ QUIEN ERES, PEDAZO DE ESCORIA! ¡ERES EL PUTO HIJO DEL DESIERTO! ¡ERES MI HIJO! —le gritó a la cara, incapaz de esperar a que el Uchiha terminase de hilvanar más de dos palabras seguidas—. ¡Eres el puto Intrépido! ¡Eres aquel que mató a un Kage a una edad en la que la mayoría de humanos todavía se mean en la cama por las noches! ¿¡Es así o no!?
—Bueno, sí…
—¡Eres aquel que se limpió el culo con un Uzukage y luego tuvo tiempo para espachurrar a un puto General? ¿¡Eres ese o no!?
—Bueno, eso no fue del todo…
—¡Eres aquel que se comió una bijūdama con un ojo! ¡UN PUTO OJO! ¡Y el mismo que se rio en la cara de la muerte y volvió a la vida como un bijū! ¡¿Estoy hablándole a esa persona, o no?!
Notó que la zarpa aflojaba su peso.
—Pues qué cojones, sí. Soy ese... ¡Soy ese!
—¡El mismo que consiguió ganarse mi respeto! ¡EL MÍO! ¡EL DEL MÁS GRANDE DE LOS BIJŪS! Así que te lo preguntaré una vez más, ¿¡qué vas a hacer ahí afuera!?
—Voy a entrar… ¡y voy a machacarle! ¡Voy a borrarle de la faz de Ōnindo! ¡Voy a hacer que desee no haber nacido! ¡VOY A REVENTARLE, HOSTIA PUTA!
—Y no importa que sea uno de tus amiguitos. Daruu, Ayame…
—¡Como si es la mismísima Eri! ¡Voy a macharle! ¡Voy a DESTROZARLE!
—Y si es un puto kusareño…
—¡Le arrancaré los ojos y le sacaré las tripas para colgarlo…
—¡… del puto árbol más alto! ¡JIA JIA JIA JIA! Porque, ¿¡qué somos!? ¡¡¿¿QUÉ SOMOS??!!
—¡¡¡SOMOS DESIERTO!!! ¡¡¡SOMOS EL JODIDO DOGMA!!!
Días, semanas, meses más tarde, Datsue nunca recordó muy bien qué sucedió a continuación. Todo era demasiado borroso, difuminado. Lo único que sabía con certeza es que Shukaku y él se habían abrazado como dos locos, golpeando pecho contra pecho, dándose golpes en la espalda. Gritándose el uno al otro a centímetros de distancia.
Cuando llamaron a su puerta, Datsue llevó todo ese frenesí al exterior, y el samurái bien pudo pensar que estaba como una puta cabra. O que iba enfarlopado hasta las cejas. Porque no paraba de gritar. De rugir. De desgañitarse con aullidos de guerra mientras caminaba —o más bien daba saltos como un poseso— hasta la puerta que daba al ring.
Nada más poner un pie en el exterior, no pudo contenerse más. Salió disparado como una bala. Apenas tardó dos segundos en llegar al ring. Saltó sobre la superficie y siguió corriendo. Él era un toro y el muchacho que tenía en frente —cuyo nombre ni siquiera había escuchado— su jodida diana. No, no su diana…
Aplausos, vítores, abucheos… Ni siquiera los oyó. Clavó los talones en la madera y derrapó hasta detenerse en el centro del ring. Entonces hizo el sello de Confrontación, porque era importante mantener la tradición. Como aquel que se pone un pañuelo al cuello antes de comer. Mantuvo esa posición por un segundo, el tiempo suficiente para clavar sus ojos en la bandana de aquel pobre infeliz, que se encontraba a seis metros de distancia. Seis metros más de los que a él le gustaría. Se agachó con rapidez y apoyó ambas manos en el suelo.
—¡¿Tú quién eres?! —preguntó, mientras extraía del suelo que había debajo del ring un pequeño regalo para entregarle. Una carta de presentación. Poca cosa… tan solo una jodida roca más grande que ellos dos juntos, que levantó con ambas manos por encima de su cabeza—. ¡A mí puedes llamarme… el Aplastakusareños!
Y, haciendo honor a su nuevo mote, le lanzó la roca gigantesca a bocajarro.
EDIT: Pequeño edit de urgencias por la imposibilidad de usar a Shukaku poseyendo un clon y Datsue mantenerse normal, previo aviso a Daigo.
—Soy… soy el Hijo del Desierto.
—¿Cómo dices? No te escucho.
—¡Soy el Hijo del Desierto!
—¿Y qué vas a hacer ahí afuera? ¿Qué vas a hacer contra nuestro enemigo?
—Voy a ganarle. ¡Voy a vencerle, cojones!
—¿Me estás vacilando? ¿Qué vas a qué?
—Pues… Esto… Que voy a ganarle, cla…
¡Plaff!
El manotazo que le propinó Shukaku hizo que saliese disparado hacia atrás, cayendo de espaldas contra el agua.
—¡Shukaku, ¿qué cojones…?! —Agradecía toda la charla motivacional, pero se había pasado un huevo.
Shukaku ni le dio tiempo a protestar. Con su enorme zarpa le aplastó el cuerpo por completo, tan solo dejando la cabeza libre.
—Ah, duele, ¿verdad? ¡Pues así me duele a mí! ¡Cada vez que te escucho decir que vas a contenerte, que no vas a mostrar todas tus cartas por miedo a que Kurama esté mirando! ¡Miedo, tú! Pero, ¿de qué coño vas?
—Yo…
—¿Es que acaso te has olvidado de quiénes somos? ¿Es que acaso te has olvidado de la promesa que hicimos? ¡Somos el puto Desierto! ¡Nosotros no le tememos a nada! ¡Nosotros no nos contenemos ante nada ni nadie! Te lo preguntaré una última vez, y espero que esta vez respondas bien. ¿Quién eres?
—Soy el…
—¡YO TE DIRÉ QUIEN ERES, PEDAZO DE ESCORIA! ¡ERES EL PUTO HIJO DEL DESIERTO! ¡ERES MI HIJO! —le gritó a la cara, incapaz de esperar a que el Uchiha terminase de hilvanar más de dos palabras seguidas—. ¡Eres el puto Intrépido! ¡Eres aquel que mató a un Kage a una edad en la que la mayoría de humanos todavía se mean en la cama por las noches! ¿¡Es así o no!?
—Bueno, sí…
—¡Eres aquel que se limpió el culo con un Uzukage y luego tuvo tiempo para espachurrar a un puto General? ¿¡Eres ese o no!?
—Bueno, eso no fue del todo…
—¡Eres aquel que se comió una bijūdama con un ojo! ¡UN PUTO OJO! ¡Y el mismo que se rio en la cara de la muerte y volvió a la vida como un bijū! ¡¿Estoy hablándole a esa persona, o no?!
Notó que la zarpa aflojaba su peso.
—Pues qué cojones, sí. Soy ese... ¡Soy ese!
—¡El mismo que consiguió ganarse mi respeto! ¡EL MÍO! ¡EL DEL MÁS GRANDE DE LOS BIJŪS! Así que te lo preguntaré una vez más, ¿¡qué vas a hacer ahí afuera!?
—Voy a entrar… ¡y voy a machacarle! ¡Voy a borrarle de la faz de Ōnindo! ¡Voy a hacer que desee no haber nacido! ¡VOY A REVENTARLE, HOSTIA PUTA!
—Y no importa que sea uno de tus amiguitos. Daruu, Ayame…
—¡Como si es la mismísima Eri! ¡Voy a macharle! ¡Voy a DESTROZARLE!
—Y si es un puto kusareño…
—¡Le arrancaré los ojos y le sacaré las tripas para colgarlo…
—¡… del puto árbol más alto! ¡JIA JIA JIA JIA! Porque, ¿¡qué somos!? ¡¡¿¿QUÉ SOMOS??!!
—¡¡¡SOMOS DESIERTO!!! ¡¡¡SOMOS EL JODIDO DOGMA!!!
Días, semanas, meses más tarde, Datsue nunca recordó muy bien qué sucedió a continuación. Todo era demasiado borroso, difuminado. Lo único que sabía con certeza es que Shukaku y él se habían abrazado como dos locos, golpeando pecho contra pecho, dándose golpes en la espalda. Gritándose el uno al otro a centímetros de distancia.
Cuando llamaron a su puerta, Datsue llevó todo ese frenesí al exterior, y el samurái bien pudo pensar que estaba como una puta cabra. O que iba enfarlopado hasta las cejas. Porque no paraba de gritar. De rugir. De desgañitarse con aullidos de guerra mientras caminaba —o más bien daba saltos como un poseso— hasta la puerta que daba al ring.
Nada más poner un pie en el exterior, no pudo contenerse más. Salió disparado como una bala. Apenas tardó dos segundos en llegar al ring. Saltó sobre la superficie y siguió corriendo. Él era un toro y el muchacho que tenía en frente —cuyo nombre ni siquiera había escuchado— su jodida diana. No, no su diana…
«¡TU PUTO ALMUERZO!»
Aplausos, vítores, abucheos… Ni siquiera los oyó. Clavó los talones en la madera y derrapó hasta detenerse en el centro del ring. Entonces hizo el sello de Confrontación, porque era importante mantener la tradición. Como aquel que se pone un pañuelo al cuello antes de comer. Mantuvo esa posición por un segundo, el tiempo suficiente para clavar sus ojos en la bandana de aquel pobre infeliz, que se encontraba a seis metros de distancia. Seis metros más de los que a él le gustaría. Se agachó con rapidez y apoyó ambas manos en el suelo.
—¡¿Tú quién eres?! —preguntó, mientras extraía del suelo que había debajo del ring un pequeño regalo para entregarle. Una carta de presentación. Poca cosa… tan solo una jodida roca más grande que ellos dos juntos, que levantó con ambas manos por encima de su cabeza—. ¡A mí puedes llamarme… el Aplastakusareños!
Y, haciendo honor a su nuevo mote, le lanzó la roca gigantesca a bocajarro.
EDIT: Pequeño edit de urgencias por la imposibilidad de usar a Shukaku poseyendo un clon y Datsue mantenerse normal, previo aviso a Daigo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado