4/04/2020, 14:03
(Última modificación: 4/04/2020, 18:10 por Uzumaki Eri. Editado 1 vez en total.)
Eri esperó a que sus senbons cayeran sobre Rōga, pero el chico no se echaría hacia atrás solo por aquel ataque, pues en un parpadeo, se posicionó justo detrás de su posición, allí arriba, en el aire, donde ella parecía estar en desventaja. «¡Qué pegajoso, no puede ser!» pensó.
«No puedo... ¡No puedo!»
Su contrincante la había arrinconado, y allí, en el aire, Eri recibió un golpe proporcionado por el amejin de cabellos tricolor que nunca había visto —o sentido— antes. Su impacto la mandó directamente contra el suelo, donde apenas pudo hacer el sello del carnero dándose la vuelta para que dos cadenas salieran de su espalda y lograsen amortiguar su caída, quedando mirando hacia arriba con el rostro deformado por el dolor.
Era irónico como el lobo se encontraba combatiendo con alguien que parecía terminar la mayoría de sus técnicas con el sello del carnero.
El Yotsuki caía justo donde ella había caído, y Eri, apurada, se impulsó gracias a sus cadenas para lanzarse a unos metros del lugar, tratando de evitar su impacto. Se apoyó sobre el suelo, con una de sus manos mientras usaba las cadenas para estabilizarse, sin deshacerse de ellas de inmediato.
Jadeó, y, haciendo una secuencia de sellos, de las palmas de las manos de Eri salieron dos cadenas en dirección al joven de cabellos tricolor con la intención de atraparlo e inmovilizarlo.
«No puedo... ¡No puedo!»
Su contrincante la había arrinconado, y allí, en el aire, Eri recibió un golpe proporcionado por el amejin de cabellos tricolor que nunca había visto —o sentido— antes. Su impacto la mandó directamente contra el suelo, donde apenas pudo hacer el sello del carnero dándose la vuelta para que dos cadenas salieran de su espalda y lograsen amortiguar su caída, quedando mirando hacia arriba con el rostro deformado por el dolor.
Era irónico como el lobo se encontraba combatiendo con alguien que parecía terminar la mayoría de sus técnicas con el sello del carnero.
El Yotsuki caía justo donde ella había caído, y Eri, apurada, se impulsó gracias a sus cadenas para lanzarse a unos metros del lugar, tratando de evitar su impacto. Se apoyó sobre el suelo, con una de sus manos mientras usaba las cadenas para estabilizarse, sin deshacerse de ellas de inmediato.
Jadeó, y, haciendo una secuencia de sellos, de las palmas de las manos de Eri salieron dos cadenas en dirección al joven de cabellos tricolor con la intención de atraparlo e inmovilizarlo.