6/04/2020, 21:35
— Bueno, no he dicho que el frio sea malo siempre, pero es malo en mitad de un bosque después de que uno de los nuestros haya desaparecido sin dejar rastro. Ahí es ineludiblemente malo.
Mientras Ranko buscaba mentalmente la forma de devolverles a tierras conocidas, Daigo parecía empezar a comprender lo preocupante de la situación, que es justo lo que faltaba, Ranko que tartamudeaba de normal, Hana que ahora dudaba de su propia versión y ahora el peliverde cayendo en la espiral fantasmagórica también.
— Al menos, tendremos una anécdota curiosa que contar, ¿no? — ahora solo quedaba intentar levantar el animo.
Los tres ninjas estaban dispuestos de la forma normal en que tres personas paradas conversan, en forma de triangulo, con lo cual cada uno veía la espalda de los otros dos. Hana miraba a Ranko, que era la que estaba pendiente de saber por donde tirar, y Daigo probablemente estaría haciendo lo mismo. Con lo cual, ninguno podía ver lo que vio Ranko.
Ni siquiera la kusajin sabría muy bien lo que había visto. Una figura, un poco más baja que ella, pelo negro, palidez, a una distancia que no podría cuantificar, pero sí vio en qué dirección se movía, en la misma en la que había aparecido Daigo, solo que en sentido contrario.
Si Daigo decía haber visto una casa, podía ser que fuese la misma que el chico palido había mencionado, ¿no? Y Ranko se dio cuenta de que ella era incapaz de guiarles fuera de su perdición. Igual deberían superar sus miedos infundados y pedir ayuda. O no decir nada y guiar a los otros dos, por accidente, a la casa. Ni Daigo ni Hana parecían muy animados a indagar en esa historia fantasmagórica, pero era eso o andar perdidos durante horas en invierno en mitad de un bosque.
Mientras Ranko buscaba mentalmente la forma de devolverles a tierras conocidas, Daigo parecía empezar a comprender lo preocupante de la situación, que es justo lo que faltaba, Ranko que tartamudeaba de normal, Hana que ahora dudaba de su propia versión y ahora el peliverde cayendo en la espiral fantasmagórica también.
— Al menos, tendremos una anécdota curiosa que contar, ¿no? — ahora solo quedaba intentar levantar el animo.
Los tres ninjas estaban dispuestos de la forma normal en que tres personas paradas conversan, en forma de triangulo, con lo cual cada uno veía la espalda de los otros dos. Hana miraba a Ranko, que era la que estaba pendiente de saber por donde tirar, y Daigo probablemente estaría haciendo lo mismo. Con lo cual, ninguno podía ver lo que vio Ranko.
Ni siquiera la kusajin sabría muy bien lo que había visto. Una figura, un poco más baja que ella, pelo negro, palidez, a una distancia que no podría cuantificar, pero sí vio en qué dirección se movía, en la misma en la que había aparecido Daigo, solo que en sentido contrario.
Si Daigo decía haber visto una casa, podía ser que fuese la misma que el chico palido había mencionado, ¿no? Y Ranko se dio cuenta de que ella era incapaz de guiarles fuera de su perdición. Igual deberían superar sus miedos infundados y pedir ayuda. O no decir nada y guiar a los otros dos, por accidente, a la casa. Ni Daigo ni Hana parecían muy animados a indagar en esa historia fantasmagórica, pero era eso o andar perdidos durante horas en invierno en mitad de un bosque.