7/04/2020, 12:20
Sus cadenas cortaron la espalda de Rōga, tan cansado o más que ella en aquel combate que no cesaba por un momento. Su cuerpo estaba resentido, pero no podía parar, porque sabía que si el calor la abandonaba, se pondría en su contra y de ahí no podría salir. El chico cayó, evitando el golpe de su arma por poco, reposando sobre el suelo donde quedó de cara contra el suelo.
Pero los ojos del Lobo se giraron a mirarla. No estaban sedientos de sangre como antes, no estaban deseosos de que ella cayera en su juego para devorarla, no, esos ojos parecían los de un animal herido, y su corazón, palpitando en sus oídos, no la dejaba pensar del todo bien, ¿o acaso era el efecto de esa mirada? Rōga tenía algo que hacía que se sintiera indefensa con todo lo que hiciera.
Y sentía que si se acercaba, por muy indefenso que pareciera, la acabaría por morder, devorarla, deleitarse con el sabor de su carne.
«Deja de mirarme... ¡Deja de mirarme!»
Deshizo sus cadenas a la par que llevaba una mano a su portaobjetos. Una esfera salió junto a su mano, que hizo caer el suelo entre la pelirroja y el amejin, creando una pared de humo entre ambos. De entre el humo, dos shuriken viajaron hacia el cuerpo de Rōga a la mayor velocidad que Eri podía, buscando terminar con su oponente de una vez por todas, mientras se alejaba unos metros para evitar algún ataque sorpresa. Su corazón resonaba, sus latidos la acompañaban, y no podía evitar sentir cierto miedo hacia aquel depredador sobre ella.
Pero los ojos del Lobo se giraron a mirarla. No estaban sedientos de sangre como antes, no estaban deseosos de que ella cayera en su juego para devorarla, no, esos ojos parecían los de un animal herido, y su corazón, palpitando en sus oídos, no la dejaba pensar del todo bien, ¿o acaso era el efecto de esa mirada? Rōga tenía algo que hacía que se sintiera indefensa con todo lo que hiciera.
Y sentía que si se acercaba, por muy indefenso que pareciera, la acabaría por morder, devorarla, deleitarse con el sabor de su carne.
«Deja de mirarme... ¡Deja de mirarme!»
Deshizo sus cadenas a la par que llevaba una mano a su portaobjetos. Una esfera salió junto a su mano, que hizo caer el suelo entre la pelirroja y el amejin, creando una pared de humo entre ambos. De entre el humo, dos shuriken viajaron hacia el cuerpo de Rōga a la mayor velocidad que Eri podía, buscando terminar con su oponente de una vez por todas, mientras se alejaba unos metros para evitar algún ataque sorpresa. Su corazón resonaba, sus latidos la acompañaban, y no podía evitar sentir cierto miedo hacia aquel depredador sobre ella.