10/04/2020, 13:20
(Última modificación: 10/04/2020, 13:20 por Aotsuki Ayame.)
—No, yo tampoco creo que los de Kusagakure quieran hablarme sobre Juro, y además... Seguro que tienen ninjas capaces de detectar el chakra, y no creo que se alegren de saber que existe alguien más con el chakra de un Bijuu, aunque no sea un Jinchuriki.
—Según como están las cosas ahora mismo, es mejor que nos mantengamos alejados del País de los Bosques, y ni hablar ya de acercarnos a Kusagakure —opinó Ayame, preocupada—. Cuanto menos hagamos por provocar la ira de la Morikage, mejor que mejor...
—Intentaremos averiguarlo antes de contarle todo esto, aunque se me ocurren pocas formas, pero ni te preocupes, es cosa nuestra llevar el mensaje, nos las apañaremos.
Ayame se llevó una mano a la barbilla, pensativa. La verdad es que no se le ocurrían muchas más alternativas para contactar con un Kusajin, y mucho menos con Juro. Suspiró, apenada.
—Si consigues averiguar algo, por poco que sea, por favor, díselo a Datsue para que me lo pueda comunicar. Ambos estamos en contacto también —confesó. En los tiempos que corrían, necesitaban saber todo lo posible sobre los bijū.
—En fin, eso era todo por nuestra parte y creo que es el momento para que nos retiremos. Pero si nos necesitas, somos aliados, puedes contar con nosotros —Reiji le tendió la mano, y Ayame se quedó momentáneamente paralizada en el sitio.
Pero ya había pasado mucho desde aquel desafortunado encuentro entre ambos, y cosas mucho peores había perdonado hasta entonces. Sonrió, y le estrechó la mano.
—Lo mismo digo. Es un placer haberte conocido, Yuuna —agregó, hacia la acompañante de Yuuna—. Os deseo mucha suerte a ambos.
Detrás de ella, Kokuō inclinó la cabeza.
—Gracias por transmitir el mensaje de Gyūki.
Ayame volvió de golpe la cabeza hacia ella, evidentemente sorprendida. ¿Kokuō, dando las gracias a dos humanos?
—¿Qué ocurre, Señorita? Hay que mostrarse agradecido —le espetó, como si le hubiese leído la mente.
—No, nada, nada...
—Según como están las cosas ahora mismo, es mejor que nos mantengamos alejados del País de los Bosques, y ni hablar ya de acercarnos a Kusagakure —opinó Ayame, preocupada—. Cuanto menos hagamos por provocar la ira de la Morikage, mejor que mejor...
—Intentaremos averiguarlo antes de contarle todo esto, aunque se me ocurren pocas formas, pero ni te preocupes, es cosa nuestra llevar el mensaje, nos las apañaremos.
Ayame se llevó una mano a la barbilla, pensativa. La verdad es que no se le ocurrían muchas más alternativas para contactar con un Kusajin, y mucho menos con Juro. Suspiró, apenada.
—Si consigues averiguar algo, por poco que sea, por favor, díselo a Datsue para que me lo pueda comunicar. Ambos estamos en contacto también —confesó. En los tiempos que corrían, necesitaban saber todo lo posible sobre los bijū.
—En fin, eso era todo por nuestra parte y creo que es el momento para que nos retiremos. Pero si nos necesitas, somos aliados, puedes contar con nosotros —Reiji le tendió la mano, y Ayame se quedó momentáneamente paralizada en el sitio.
Pero ya había pasado mucho desde aquel desafortunado encuentro entre ambos, y cosas mucho peores había perdonado hasta entonces. Sonrió, y le estrechó la mano.
—Lo mismo digo. Es un placer haberte conocido, Yuuna —agregó, hacia la acompañante de Yuuna—. Os deseo mucha suerte a ambos.
Detrás de ella, Kokuō inclinó la cabeza.
—Gracias por transmitir el mensaje de Gyūki.
Ayame volvió de golpe la cabeza hacia ella, evidentemente sorprendida. ¿Kokuō, dando las gracias a dos humanos?
—¿Qué ocurre, Señorita? Hay que mostrarse agradecido —le espetó, como si le hubiese leído la mente.
—No, nada, nada...