23/12/2015, 02:24
Así ambos jóvenes tomaron direcciones opuestas.
El Ishimura no tardo mucho en llegar a la casa del anciano. A simple vista se podía notar que era la del jefe del pueblo pues era más grande que cualquier otra. Aun así no llegaba a ser opulenta, ni nada similar, en realidad llegaba a tener un estilo hogareño rustico. Al entrar se notaba lo bien ordenado que estaba todo, se imagino que probablemente aquella pareja de ancianos fueran los únicos que habitaban la casa.
—Entonces… Tuviste un encuentro desagradable —El señor había guiado a Kazuma hasta lo que parecía ser un recibidor. Una vez ahí, preparo un poco de té para ambos.
—Creo que lo correcto sería decir que tuve un buen par de encuentros.
—¿De veras? Me imagino que uno es aquel chico calvo con aspecto de monje, pero al otro… Sería difícil considerarlo bueno.
—Oh si, Karamaru… Lo conocí en la playa y luego pasamos el rato charlando. Según entendí, es un aprendiz de monje o algo por estilo que se encuentra en medio de un viaje de aprendizaje —aseguro mientras daba un largo y suave trago de aquella infusión que le sacaba el frío de los huesos—. En cuanto a los otros… Diría que más bien esperaba encontrarme con ellos, escuche que andaban ocasionando problemas y quise investigar.
—Si… El grupo de bandidos de Tonmei. Son unos piratas que han estado causando problemas desde hace un tiempo, jamás se acercan al pueblo pero siempre depredan en las costas —se mostraba un poco afligido por no poder hacer nada para evitarlo—. Por la descripción, aquel sujeto enorme debía de ser el hermano menor del líder.
—Fuiste afortunado esta vez, Kazuma, pero aquella es gente muy violenta y lo que hiciste fue bastante temerario.
—Lo siento. No fue mi intención causar problemas al pueblo—dijo inclinando la cabeza. Sentía ganas de decirle que estaba bien, que era un shinobi y que situaciones similares eran su pan de cada día. Pero el anciano tenía razón, y aunque no la tuviese Kazuma entendía por qué inmiscuirse en asuntos ajenos era cuestionable.
—Está bien, es solo que eres tan joven y me recuerdas tanto a… —hizo una pausa como si recordara algo doloroso—. Como fuese. Por lo menos la herida de tu amigo no se ve tan grave, mi señora esposa le llevara al dispensario. Ahí se encuentra nuestra nieta. Es una chica un poco distraída, pero nadie sabe suturar una herida como ella.
El joven de cabellos blancos recordó con un poco de vergüenza que el culpable de aquella herida fue el. Aunque a momentos se consolaba recordando que le cerceno un dedo a uno de los asaltantes.
El Ishimura no tardo mucho en llegar a la casa del anciano. A simple vista se podía notar que era la del jefe del pueblo pues era más grande que cualquier otra. Aun así no llegaba a ser opulenta, ni nada similar, en realidad llegaba a tener un estilo hogareño rustico. Al entrar se notaba lo bien ordenado que estaba todo, se imagino que probablemente aquella pareja de ancianos fueran los únicos que habitaban la casa.
—Entonces… Tuviste un encuentro desagradable —El señor había guiado a Kazuma hasta lo que parecía ser un recibidor. Una vez ahí, preparo un poco de té para ambos.
—Creo que lo correcto sería decir que tuve un buen par de encuentros.
—¿De veras? Me imagino que uno es aquel chico calvo con aspecto de monje, pero al otro… Sería difícil considerarlo bueno.
—Oh si, Karamaru… Lo conocí en la playa y luego pasamos el rato charlando. Según entendí, es un aprendiz de monje o algo por estilo que se encuentra en medio de un viaje de aprendizaje —aseguro mientras daba un largo y suave trago de aquella infusión que le sacaba el frío de los huesos—. En cuanto a los otros… Diría que más bien esperaba encontrarme con ellos, escuche que andaban ocasionando problemas y quise investigar.
—Si… El grupo de bandidos de Tonmei. Son unos piratas que han estado causando problemas desde hace un tiempo, jamás se acercan al pueblo pero siempre depredan en las costas —se mostraba un poco afligido por no poder hacer nada para evitarlo—. Por la descripción, aquel sujeto enorme debía de ser el hermano menor del líder.
—Fuiste afortunado esta vez, Kazuma, pero aquella es gente muy violenta y lo que hiciste fue bastante temerario.
—Lo siento. No fue mi intención causar problemas al pueblo—dijo inclinando la cabeza. Sentía ganas de decirle que estaba bien, que era un shinobi y que situaciones similares eran su pan de cada día. Pero el anciano tenía razón, y aunque no la tuviese Kazuma entendía por qué inmiscuirse en asuntos ajenos era cuestionable.
—Está bien, es solo que eres tan joven y me recuerdas tanto a… —hizo una pausa como si recordara algo doloroso—. Como fuese. Por lo menos la herida de tu amigo no se ve tan grave, mi señora esposa le llevara al dispensario. Ahí se encuentra nuestra nieta. Es una chica un poco distraída, pero nadie sabe suturar una herida como ella.
El joven de cabellos blancos recordó con un poco de vergüenza que el culpable de aquella herida fue el. Aunque a momentos se consolaba recordando que le cerceno un dedo a uno de los asaltantes.