19/04/2020, 00:47
(Última modificación: 19/04/2020, 00:47 por Inuzuka Etsu.)
Esperó, y esperó, y esperó más...
Al cabo del tiempo, una persona apreció por allí. Por desgracia, no se trataba de ninguno de los cuatro. Tampoco era uno de esos campesinos temerosos, ni mucho menos su "amigo". Apareció allí la menos esperada, aunque a decir verdad no era extraño, pues estaba cerca de su casa. La mujer de Rao se agarró el vestido en lo que hacía una mueca de querer romper a llorar. El corazón de Etsu se rompió en mil pedazos en ese instante, y más aún cuando ésta le reprochó su actitud.
El hombre había hecho bien su trabajo, había hecho todo lo que el Inuzuka le había indicado, y su mujer ni sospechaba de lo que pasaba. Sin duda alguna, a veces ser shinobi era de lo más doloroso...
El rastas tragó saliva, y sonrió. Su costumbre para afrontar las situaciones más difíciles que se le planteaban. Con las mismas, se levantó del carromato y lanzó una de las tinajas al suelo. Ésta tambaleó un par de veces, y por poco parte en mil pedazos. Quizás si la hubiese lanzado más lejos, o con otro propósito lo hubiese logrado, pero no era su intención.
—A-ahora me via qu-quedar con el negosio —contestó de vuelta.
Si debía ser el malo de la película, debía serlo para todos, sin excepción.
El Inuzuka tomó por la fuerza el carro, y comenzó a moverlo hacia mitad del pueblo. Por un lado alejaba al carro de la casa de Rao, pero por otro lado no solo hacía eso, si no que chuleaba aún más a los Cuatro. Cada vez que paraba para tomar un descanso del peso, lanzaba una tinaja o dos a los flancos.
—¡Tri-tijranas pa TOOOOS! ¡TijanAAAAS PA ToooooOOS!
¿Cuánto tardarían en llegar esos maleantes que tan controlados tenía supuestamente el lugar?
Al cabo del tiempo, una persona apreció por allí. Por desgracia, no se trataba de ninguno de los cuatro. Tampoco era uno de esos campesinos temerosos, ni mucho menos su "amigo". Apareció allí la menos esperada, aunque a decir verdad no era extraño, pues estaba cerca de su casa. La mujer de Rao se agarró el vestido en lo que hacía una mueca de querer romper a llorar. El corazón de Etsu se rompió en mil pedazos en ese instante, y más aún cuando ésta le reprochó su actitud.
El hombre había hecho bien su trabajo, había hecho todo lo que el Inuzuka le había indicado, y su mujer ni sospechaba de lo que pasaba. Sin duda alguna, a veces ser shinobi era de lo más doloroso...
El rastas tragó saliva, y sonrió. Su costumbre para afrontar las situaciones más difíciles que se le planteaban. Con las mismas, se levantó del carromato y lanzó una de las tinajas al suelo. Ésta tambaleó un par de veces, y por poco parte en mil pedazos. Quizás si la hubiese lanzado más lejos, o con otro propósito lo hubiese logrado, pero no era su intención.
—A-ahora me via qu-quedar con el negosio —contestó de vuelta.
Si debía ser el malo de la película, debía serlo para todos, sin excepción.
El Inuzuka tomó por la fuerza el carro, y comenzó a moverlo hacia mitad del pueblo. Por un lado alejaba al carro de la casa de Rao, pero por otro lado no solo hacía eso, si no que chuleaba aún más a los Cuatro. Cada vez que paraba para tomar un descanso del peso, lanzaba una tinaja o dos a los flancos.
—¡Tri-tijranas pa TOOOOS! ¡TijanAAAAS PA ToooooOOS!
¿Cuánto tardarían en llegar esos maleantes que tan controlados tenía supuestamente el lugar?
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~