23/12/2015, 20:53
(Última modificación: 23/12/2015, 20:54 por Hanamura Kazuma.)
El anciano hablo con Kazuma un buen rato, mientras este disfrutaba aquel té con un sabor tan hogareño. Tal calidez le recordaba los platillos preparados por Naomi. Pero llegado cierto punto el jefe del pueblo parecía bastante cansado, no aquel cansancio habitual en cual solo te vas a dormir. Era aquella fatiga de la gente mayor, el peso del tiempo y los años que de apoco erosionaban su existencia. El Ishimura era incapaz de imaginar un anciano que no tuviera esa expresión en algún momento, y por instantes pensó en que el tiempo de vida de las personas es proporcional al peso de las vivencias que pudiera soportar su ser.
—Ya es bastante tarde. Te calentare un poco de agua para que te asees y luego te preparare una habitación.
Mientras el viejo se levantaba, Kazuma solo pudo asentir. Observo su lento caminar. Durante un instante recordó las historias sobre la Uzukage. Se decía que era una mujer que había llegado a vivir más que nadie. El de ojos grises pensó que si aquello era cierto, su Kage era una persona muy fuerte, pero que también debía de cargar un gran peso en su ser.
Estando muy agradecido por el baño, lo tomo con todo el gusto posible. Lavo su cuerpo con detenimiento y se froto los moretones conforme los encontraba. Dedico un largo rato a lavar su preciado cabello, para luego culminar con un masaje a sus adoloridos pies. Al salir únicamente se tomo un momento para secarse.
—Pero… ¿Y mi ropa?
A la salida del baño solo había una bata de estar en casa. Era un poco grande para él, pero igual la tomo. Supuso que el anciano había apartado sus vestimentas, lo cual tenía sentido pues debían estar llenas de arena y sudor.
—Se lo agradezco —le dijo al anciano en cuanto lo vio—. De verdad que nada relaja más que una buena ducha luego de un rato agitado.
—No hay de que, eres mi invitado después de todo —expreso amablemente, mientras que en la puerta de la habitación le depositaba en las manos una almohada y una manta.
—Ya es bastante tarde. Te calentare un poco de agua para que te asees y luego te preparare una habitación.
Mientras el viejo se levantaba, Kazuma solo pudo asentir. Observo su lento caminar. Durante un instante recordó las historias sobre la Uzukage. Se decía que era una mujer que había llegado a vivir más que nadie. El de ojos grises pensó que si aquello era cierto, su Kage era una persona muy fuerte, pero que también debía de cargar un gran peso en su ser.
Estando muy agradecido por el baño, lo tomo con todo el gusto posible. Lavo su cuerpo con detenimiento y se froto los moretones conforme los encontraba. Dedico un largo rato a lavar su preciado cabello, para luego culminar con un masaje a sus adoloridos pies. Al salir únicamente se tomo un momento para secarse.
—Pero… ¿Y mi ropa?
A la salida del baño solo había una bata de estar en casa. Era un poco grande para él, pero igual la tomo. Supuso que el anciano había apartado sus vestimentas, lo cual tenía sentido pues debían estar llenas de arena y sudor.
—Se lo agradezco —le dijo al anciano en cuanto lo vio—. De verdad que nada relaja más que una buena ducha luego de un rato agitado.
—No hay de que, eres mi invitado después de todo —expreso amablemente, mientras que en la puerta de la habitación le depositaba en las manos una almohada y una manta.