27/04/2020, 00:27
—En realidad, fue más como que no quería morir luchando y querer hacer algo más con mi vida. Es como decía mi madre: “Todo es juego y alboroto hasta que alguien pierde un ojo”. En mi caso, hizo falta perder un ojo y un brazo para entenderlo… —«Es una forma muy... Peculiar de ver la situación.» — Al menos, el retiro no fue tan difícil como creí.
—Pensé que le habría costado dejar atrás su vida de ninja, en especial con el renombre que tenía como La tejedora funesta. —«No querría por nada del mundo enfrentarme a alguien con ese apodo.»
El kazejin de vez en cuando fantaseaba con que apodo recibiría en el caso de convertirse en un shinobi de renombre. ¿Hilos de Arena? ¿El Marionetista del Desierto? Había pensado infinidad de nombres, pero como confirmaría la kunoichi un apodo nunca se lo suele poner uno mismo por desgracia.
—Siempre deteste ese apodo —Dijo, molesta. —; pero es lo que pasa con los apodos: no los eliges tu misma, sino que un día haces algo llamativo y quien te ve le da un nombre a aquello. Luego, sin que puedas controlarlo, el apodo se riega y la gente comienza a usarlo sin importarle como te parezca porque les parece “cool”.
—¿La gente de la aldea no se opuso?
—Unos más que otros: muchos me insistieron con que me quedase en la villa, mientras que otros me decían que aun podía luchar y que sería un honor morir en servicio. Fueron unos pocos los que me dijeron que ya había servido lo suficiente y que podía hacer lo que quisiera... En cuanto a los permisos y papeleos no hubo problemas, había quienes se habían retirado por menos. —«Menuda pereza que tiene que dar la burocracia para cesar tu actividad como shinobi, encima siendo alguien tan importante...»
—Puede que sea un poco insensible; pero, ¿podría contarnos que fue lo que ocurrió en esa batalla?
—No tengo mayor problema, es algo que ya superé hace mucho. Pero, ¿están seguros? Como se imaginarán, el final no es tan feliz como en la historia anterior.
Esto era una oportunidad de oro, no podía desaprovecharla.
—Si no es molestia para usted me encantaría escucharlo. —Tenía que aprovecharlo, podía aprender una cantidad de cosas de esta historia que ni leyendo tratados sobre marionetas siete noches.
—Pensé que le habría costado dejar atrás su vida de ninja, en especial con el renombre que tenía como La tejedora funesta. —«No querría por nada del mundo enfrentarme a alguien con ese apodo.»
El kazejin de vez en cuando fantaseaba con que apodo recibiría en el caso de convertirse en un shinobi de renombre. ¿Hilos de Arena? ¿El Marionetista del Desierto? Había pensado infinidad de nombres, pero como confirmaría la kunoichi un apodo nunca se lo suele poner uno mismo por desgracia.
—Siempre deteste ese apodo —Dijo, molesta. —; pero es lo que pasa con los apodos: no los eliges tu misma, sino que un día haces algo llamativo y quien te ve le da un nombre a aquello. Luego, sin que puedas controlarlo, el apodo se riega y la gente comienza a usarlo sin importarle como te parezca porque les parece “cool”.
—¿La gente de la aldea no se opuso?
—Unos más que otros: muchos me insistieron con que me quedase en la villa, mientras que otros me decían que aun podía luchar y que sería un honor morir en servicio. Fueron unos pocos los que me dijeron que ya había servido lo suficiente y que podía hacer lo que quisiera... En cuanto a los permisos y papeleos no hubo problemas, había quienes se habían retirado por menos. —«Menuda pereza que tiene que dar la burocracia para cesar tu actividad como shinobi, encima siendo alguien tan importante...»
—Puede que sea un poco insensible; pero, ¿podría contarnos que fue lo que ocurrió en esa batalla?
—No tengo mayor problema, es algo que ya superé hace mucho. Pero, ¿están seguros? Como se imaginarán, el final no es tan feliz como en la historia anterior.
Esto era una oportunidad de oro, no podía desaprovecharla.
—Si no es molestia para usted me encantaría escucharlo. —Tenía que aprovecharlo, podía aprender una cantidad de cosas de esta historia que ni leyendo tratados sobre marionetas siete noches.