27/04/2020, 01:10
(Última modificación: 27/04/2020, 01:11 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
Aún cuando el peliverde estaba acorralado y sin la posibilidad de extraer chakra de su sistema, recurrió a lo último que le quedaba: Su espíritu. Y con su pura fuerza bruta el boxeador golpeó en el hocico al animal, causando que la energía del rayo apenas revolviese sus cabellos a escasos centímetros de sí, desequilibrando al monstruo con cara de chacal de manera que el láser trazo una línea curva hacia atrás, desviando la bijuudama al cielo.
La bestia afiló la mirada, aún quedaba una mísera energía de vida en ella y estaba dispuesto a llevarse a quién sea con ella. Sus ojos observaron al genin y esta última estaba dispuesta a morder al peliverde en el cuello, pero justo antes de que sus afilados dientes le alcanzasen recibió un golpe en al cráneo proveniente de su lateral cortesía de Etsu.
Fue un golpe seco y el aire de su técnica hizo retumbar el cráneo del animal cómo un tambor, siendo que su cuello serpentino se torció hacia un lateral. Sus músculos se tensaron, pero ya no quedaba ira, ya no quedaba dolor. Quizá era mejor así. Su cuello y cabeza bajaron, quedando colgados a escasos centímetros justo para que Daigo viese sus ojos apagados ya sin vida, aún con las fauces abiertas. Pese a tener una pata trasera rota, el animal quedó sentado en el hundimiento causado por las dos consecutivas bijuudamas. Un leve movimiento, pero este fue sólo por el peso que ya no podían soportar sus extremidades superiores, haciendo que el cadáver finalmente cayese en la tierra.
La bestia afiló la mirada, aún quedaba una mísera energía de vida en ella y estaba dispuesto a llevarse a quién sea con ella. Sus ojos observaron al genin y esta última estaba dispuesta a morder al peliverde en el cuello, pero justo antes de que sus afilados dientes le alcanzasen recibió un golpe en al cráneo proveniente de su lateral cortesía de Etsu.
Fue un golpe seco y el aire de su técnica hizo retumbar el cráneo del animal cómo un tambor, siendo que su cuello serpentino se torció hacia un lateral. Sus músculos se tensaron, pero ya no quedaba ira, ya no quedaba dolor. Quizá era mejor así. Su cuello y cabeza bajaron, quedando colgados a escasos centímetros justo para que Daigo viese sus ojos apagados ya sin vida, aún con las fauces abiertas. Pese a tener una pata trasera rota, el animal quedó sentado en el hundimiento causado por las dos consecutivas bijuudamas. Un leve movimiento, pero este fue sólo por el peso que ya no podían soportar sus extremidades superiores, haciendo que el cadáver finalmente cayese en la tierra.