29/04/2020, 20:58
(Última modificación: 29/04/2020, 20:58 por Himura Hana.)
—¿Ha-ha-han e-escuchado lo mismo que yo?
—Ah... E-eh... Ah... S-sí... C-creo... S-S-Sí...
A diferencia de sus compañeros, Hana no dijo nada, ni siquiera abrió la boca. Ni el intento de decir algo tenía en el cuerpo. Se quedó pálida, probablemente más pálida de lo que habían visto al muchacho confirmado como muerto. No podía ni siquiera empezar a pensarlo. Si tanto Daigo como Ranko pensaban que era cierto, las personas más aferradas a la calma que había conocido hasta ahora. ¿Cómo iba ella a mantener la calma?
La calma de Hana se había ido para tal vez no volver nunca más. Su mirada se cayó al suelo, ni siquiera escuchaba a la chica de la trenza, aunque apreciaba su intento de consolarla. Solo podía pensar en que habían cruzado la delgada linea que separaba la vida de la muerte. Claramente, no se había dormido en el bosque antes de encontrarse con Daigo, no. Había muerto. Se le habría caído un árbol encima o algo. Ahora su espiritu estaba condenado a vagar eternamente por el bosque con esos dos kusajines.
— Si con eso me dejais en paz, seguid los árboles marcados en rojo, llegaréis a la tumba de Kiyoshi, desde ahí veréis el camino que sale del bosque. Espero que os haya valido la pena hacer todo el caminito solo para soltar una bromita de mal gusto. Asco de juventud. — el hombre le contestó desde el otro lado de la puerta, igual que como Ranko le había preguntado
Al fijarse, se darían cuenta que casi todos los arboles tenían marcas. Pequeñas lineas horizontales de colores. Había de color verde, blanco, rojo y azul. Parecía un sistema sencillo para poder orientarse en medio de un bosque y todas nacían en un lado de la casa. Los árboles con lineas rojas empezaban en el lado derecho de la casa.
— Muertos, estamos todos muertos... — susurró Hana sin apartar la mirada del suelo.
Quería gritar, llorar, coger al hombre y preguntarle qué demonios quería decir, ir a buscar a Kiyoshi y decirle que la devuelva a la vida. Y aunque sabía que era estúpido lo que pensaba, pensaba que era igual de estúpido que pensar que un espiritu había aparecido para ayudarlas cuando estaban perdidas. Aún sentía el frio en la nuca. Sentía su mirada entre los arboles. Estaba tan nerviosa y tan tensa, que aparentaba estar tranquila solo porque se había cortocircuitado de tantas cosas que quería hacer.
—Ah... E-eh... Ah... S-sí... C-creo... S-S-Sí...
A diferencia de sus compañeros, Hana no dijo nada, ni siquiera abrió la boca. Ni el intento de decir algo tenía en el cuerpo. Se quedó pálida, probablemente más pálida de lo que habían visto al muchacho confirmado como muerto. No podía ni siquiera empezar a pensarlo. Si tanto Daigo como Ranko pensaban que era cierto, las personas más aferradas a la calma que había conocido hasta ahora. ¿Cómo iba ella a mantener la calma?
La calma de Hana se había ido para tal vez no volver nunca más. Su mirada se cayó al suelo, ni siquiera escuchaba a la chica de la trenza, aunque apreciaba su intento de consolarla. Solo podía pensar en que habían cruzado la delgada linea que separaba la vida de la muerte. Claramente, no se había dormido en el bosque antes de encontrarse con Daigo, no. Había muerto. Se le habría caído un árbol encima o algo. Ahora su espiritu estaba condenado a vagar eternamente por el bosque con esos dos kusajines.
— Si con eso me dejais en paz, seguid los árboles marcados en rojo, llegaréis a la tumba de Kiyoshi, desde ahí veréis el camino que sale del bosque. Espero que os haya valido la pena hacer todo el caminito solo para soltar una bromita de mal gusto. Asco de juventud. — el hombre le contestó desde el otro lado de la puerta, igual que como Ranko le había preguntado
Al fijarse, se darían cuenta que casi todos los arboles tenían marcas. Pequeñas lineas horizontales de colores. Había de color verde, blanco, rojo y azul. Parecía un sistema sencillo para poder orientarse en medio de un bosque y todas nacían en un lado de la casa. Los árboles con lineas rojas empezaban en el lado derecho de la casa.
— Muertos, estamos todos muertos... — susurró Hana sin apartar la mirada del suelo.
Quería gritar, llorar, coger al hombre y preguntarle qué demonios quería decir, ir a buscar a Kiyoshi y decirle que la devuelva a la vida. Y aunque sabía que era estúpido lo que pensaba, pensaba que era igual de estúpido que pensar que un espiritu había aparecido para ayudarlas cuando estaban perdidas. Aún sentía el frio en la nuca. Sentía su mirada entre los arboles. Estaba tan nerviosa y tan tensa, que aparentaba estar tranquila solo porque se había cortocircuitado de tantas cosas que quería hacer.