3/05/2020, 00:47
Aquel marionetista sonrió ante la clara escusa del kazejin, se acercó a ellos mientras de su nariz emanaba el humo de su pitillo. Se les quedó mirando con sobrada confianza, apoyado en su marioneta envuelta. «Esto no me da buena espina...» Pero en ese momento aquel hombre dirigió la mirada hacia detrás de los genins y puso una sonrisa que estaba cargada de malicia.
—Joder... El viejo Tomoi con su preciosa hija... Madre mía, hacía años que no te veía cabrón... ¿Te has hecho viejo eh? Pero veo que sigues en forma... —«¿Eh?»
El shinobi de las gafas se giró para ver hacia quien se dirigía, lo que vio le dejó helado y sus ojos se abrieron como platos. Allí estaban dos personas, una de mayor estatura que otra, vestidas con sendas túnicas púrpuras y, lo que más le llamó la atencion... Unos kasas de hierro. «No puede ser...» Eran aquel anciano samurai y su hija de Notsuba, los que intentaron robarles y les salió el tiro por la culata.
—Que te den, Iroshi... No vendría a ver tu cara de mierda si no fuera estrictamente necesario y lo sabes... ¿Que hacen estos malnacidos aquí? —«Eso mismo digo yo de ti viejo...»
—Vaya... ¿Los conoces? Que sorpresa... Estaban siguiéndome hasta hace un momento. —Soltó una carcajada.
Kisame agarró a Takumi de su haori y se alejaron unos metros, entendía por qué lo hacía, pero combatir en medio de una plaza de Inaka no estaba en sus planes; lo que le faltaba es que acabara siendo buscado por las autoridades de su ciudad natal. Además en estos momentos eran, mínimo, tres contra dos y seguramente ellos tendrían más experiencia que los dos jóvenes.
—Veo que al final rechazaste mi oferta... —Se dirigió a la hija del anciano, a la cual en su anterior encuentro le había propuesto salir de aquella vida criminal y enrolarse en las filas de Uzushiogakure. —Una pena la verdad...
—Joder... El viejo Tomoi con su preciosa hija... Madre mía, hacía años que no te veía cabrón... ¿Te has hecho viejo eh? Pero veo que sigues en forma... —«¿Eh?»
El shinobi de las gafas se giró para ver hacia quien se dirigía, lo que vio le dejó helado y sus ojos se abrieron como platos. Allí estaban dos personas, una de mayor estatura que otra, vestidas con sendas túnicas púrpuras y, lo que más le llamó la atencion... Unos kasas de hierro. «No puede ser...» Eran aquel anciano samurai y su hija de Notsuba, los que intentaron robarles y les salió el tiro por la culata.
—Que te den, Iroshi... No vendría a ver tu cara de mierda si no fuera estrictamente necesario y lo sabes... ¿Que hacen estos malnacidos aquí? —«Eso mismo digo yo de ti viejo...»
—Vaya... ¿Los conoces? Que sorpresa... Estaban siguiéndome hasta hace un momento. —Soltó una carcajada.
Kisame agarró a Takumi de su haori y se alejaron unos metros, entendía por qué lo hacía, pero combatir en medio de una plaza de Inaka no estaba en sus planes; lo que le faltaba es que acabara siendo buscado por las autoridades de su ciudad natal. Además en estos momentos eran, mínimo, tres contra dos y seguramente ellos tendrían más experiencia que los dos jóvenes.
—Veo que al final rechazaste mi oferta... —Se dirigió a la hija del anciano, a la cual en su anterior encuentro le había propuesto salir de aquella vida criminal y enrolarse en las filas de Uzushiogakure. —Una pena la verdad...