5/05/2020, 17:33
Y el Inuzuka se marchó de la casa bajo un disfraz canino esperando que no lo descubriesen. Inteligente, oportuno, más de lo que él creía. Se marchó del sitio, dejando una vez más a Búho a su suerte el cuál no tenía ni siquiera ya fuerzas para sentirse iracundo. Estaba desahuciado. Sin embargo, alguien más aparte de Etsu y Koke tenían conocimiento de aquella guarida.
Búho observaba desde el borde del lugar, pero no tenía la más mínima voluntad de lanzarse desde esa altura para intentar huir.
Y entonces vióo algo que le heló la sangre, a alguien con un parche en el ojo y una guacamaya azul en el hombro. Lo conocía, temía. Tanto así que terminó desfalleciendo de miedo al verlo.
—Huh— se pararía frente al árbol y miraría al muy maltrecho Búho. —Pensar que incluso los Cuatro de Ibaraki serían víctimas de alguien mucho peor que ustedes.
—Kua kua. Era un adolescente de rastas kua. Lo vi venir hasta aquí, kua — Habló el ave.
—No tengo derecho moral de asomar mi carota en este sitio. Ve a buscarlo y dile que venga para que pueda darle una paliza y le haga pagar por sus crímenes.
—¡¿Como se te ocurre que va a venir con una propuesta como esa kua?! ¡¿Estás idiota?!— le abofeteó con el ala.
—¡Ay ya no me pegues! Bueno tú ve y dile lo que creas conveniente para que venga —. Se tocó la mejilla.
—¿Y cómo se supone que haga eso? Ahhhh en la que me metes, kua — Echó a volar.
En el pueblo había conmoción, podían escucharse llantos de congoja de mucha gente provenientes de las casas. Habían logrado retirar a los heridos, aunque no todos habían logrado vivir tras sufrir ser devorados por las llamas. Seis cuerpos yacían en la zona y a duras penas habían logrado cubrirlos con mantas y sábanas viejas para evitar que el resto de personas contemplasen el horror. El aroma a carne chamuscada aún persistía en al aire así como una enorme marca negra en el suelo chamuscado que fácilmente cubría un área de 8 metros. Una sola pelotita no era letal, pero la concentración de varias causaron un desastre enorme.
Había curiosos en la zona, siendo uno de ellos Rao que estaba acompañado por Akane. Sin embargo, la cara del tuerto únicamente denotaba desesperación absoluta mientras se jalaba de los pelos con fuerza.
—¡Por los Dioses Cardinales!— Brotaban lágrimas de sus ojos.
Búho observaba desde el borde del lugar, pero no tenía la más mínima voluntad de lanzarse desde esa altura para intentar huir.
Y entonces vióo algo que le heló la sangre, a alguien con un parche en el ojo y una guacamaya azul en el hombro. Lo conocía, temía. Tanto así que terminó desfalleciendo de miedo al verlo.
—Huh— se pararía frente al árbol y miraría al muy maltrecho Búho. —Pensar que incluso los Cuatro de Ibaraki serían víctimas de alguien mucho peor que ustedes.
—Kua kua. Era un adolescente de rastas kua. Lo vi venir hasta aquí, kua — Habló el ave.
—No tengo derecho moral de asomar mi carota en este sitio. Ve a buscarlo y dile que venga para que pueda darle una paliza y le haga pagar por sus crímenes.
—¡¿Como se te ocurre que va a venir con una propuesta como esa kua?! ¡¿Estás idiota?!— le abofeteó con el ala.
—¡Ay ya no me pegues! Bueno tú ve y dile lo que creas conveniente para que venga —. Se tocó la mejilla.
—¿Y cómo se supone que haga eso? Ahhhh en la que me metes, kua — Echó a volar.
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En el pueblo había conmoción, podían escucharse llantos de congoja de mucha gente provenientes de las casas. Habían logrado retirar a los heridos, aunque no todos habían logrado vivir tras sufrir ser devorados por las llamas. Seis cuerpos yacían en la zona y a duras penas habían logrado cubrirlos con mantas y sábanas viejas para evitar que el resto de personas contemplasen el horror. El aroma a carne chamuscada aún persistía en al aire así como una enorme marca negra en el suelo chamuscado que fácilmente cubría un área de 8 metros. Una sola pelotita no era letal, pero la concentración de varias causaron un desastre enorme.
Había curiosos en la zona, siendo uno de ellos Rao que estaba acompañado por Akane. Sin embargo, la cara del tuerto únicamente denotaba desesperación absoluta mientras se jalaba de los pelos con fuerza.
—¡Por los Dioses Cardinales!— Brotaban lágrimas de sus ojos.