7/05/2020, 01:02
—“¿Cómo lo conseguí?” —repitió la marionetista.
Como si en sus gestos se hallase la respuesta, extendió su único brazo, mostrando su palma abierta y mirando al cielo. Unos instantes después, de la punta de sus dedos se manifestaron lo usuales hilos de chakra que se fueron elevando en el aire. Primero cambiaron del plateado típico de su chakra a un tono naranja y luego rojizo, y luego se encendieron como cordeles bañados en aceite mientras cambiaba la naturaleza de su chakra.
—Cuando estas en una situación de vida o muerte, lo principal es no rendirse y no perder de vista las posibilidades de ganar, de sobrevivir —declaro mientras serraba el puño y los hilos llameantes se extinguían—. Y si hay algo más que no puede faltar, es tener una fe absoluta en tus propias capacidades.
Suspiro y continuo con la historia.
—En aquel instante en que me arranco el brazo, antes de sentir cualquier dolor, active un sello de humo que tenía pegado en mi ropa (un viejo truco, útil cuando se te acercan demasiado). Mi oponente debió pensar que se trataba del mismo humo venenoso que aún le corroía, por lo que reculo.
»Sus heridas eran graves, por lo que no me persiguió cuando desaparecí. Lo máximo que pude hacer fue arrastrarme hasta un callejón cercano y quedarme allí. Les mentiría si les dijera que no pensé que moriría y que la idea me atemorizaba, pero también les mentiría si les dijera que no escuche mis instintos y todos mis años de entrenamiento y experiencia gritándome que debía continuar.
»Por supuesto, era más fácil decirlo que hacerlo: me había quedado sin mis principales marionetas y había perdido un ojo y un brazo. Puede que fuese debido a la conmoción, pero me hizo reír el visualizarme en aquel estado tan lamentable y aun así seguir representando una verdadera amenaza. En cuanto pude, utilice un carrete entero de hilo ninja para hacerme un torniquete en mi destrozado brazo, sosteniendo con una mano y tirando con los dientes hasta gruñir. Luego tomé dos píldoras y cubrí mi herida en la cara colocando de lado la bandana. Aun así, encontré que mi cuerpo estaba tan entumecido que debí de usar el Sōen: Hitomi Gokū para moverme a mí misma. En aquel momento sabía que mis heridas no eran mortales, pero también que no aguantaría hasta que se pásese el efecto estimulador de las píldoras. Por lo tanto, debía de acabar con mi enemigo a como diese lugar.
»Del pergamino que me quedaba extraje cinco marionetas pequeñas, con las que debía de bastarme para lo que quedaba de lucha. Mi enemigo estaba redirigiendo a sus hombres cuando aparecí sobre el techo de una de las casas. Recuerdo que alguien estaba tratando de vendarle las piernas cuando le grite “¡Vamos, ¿es eso todo lo que tienes?”.
»El muy canalla no era estúpido, no se dejó provocar y mantuvo la calma. Para aquel momento la conmoción había atraído a la mayoría de sus hombres, que presumían una victoria al verle de pie. El aprovecho aquello y los arrojo hacia mí. Él sabía que aun en mi estado podría despacharlos con facilidad, mientras que ellos me veían medio muerta y pensaban que podrían acabar conmigo fácilmente. Todo eso importaba poco, pues lo que el buscaba era una oportunidad para atacarme y darme el golpe de gracia.
»Me rodearon y comenzaron atacarme con flechas, lanzas y espadas; mientras yo me limitaba a maniobrar y defenderme… En algún punto se me nublo la vista, y fue entonces cuando le vi desaparecer… Pero en esta ocasión ya le esperaba (no sabía de donde vendría, pero sabía que me atacaría). Apareció desde el suelo, emergiendo como un horrible topo. Como suponía, ataco mi punto ciego, literalmente; se coló hacia el lado donde me faltaba el ojo. En parte porque pude prever el ataque, en parte porque él estaba desgastado, pude esquivar lo peor de la acometida. Sin embargo, su mano, que era como una garra, surco mi abdomen y se llevó una de mis costillas completas.
»El muy desgraciado había intentado destriparme… Por si fuera poco, al verme hincarme de dolor se levantó y presumió frente a los demás aquel trozo de hueso ensangrentado, como si ya tuviese todo ganado. Fue entonces cuando sonreí aliviada, el último de sus ataques había fallado y entonces, aunque él no lo sabía, ya estaba muerto.
El tiempo había transcurrido de tal forma que afuera llovía copiosamente y la tarde se manifestaba oscura, con los truenos rompiendo de cuando en cuando el murmullo del agua.
—Verán, me llamaban La tejedora funesta por una razón —dijo mientras volvía a manifestar los hilos de chakra, esta vez formando un patrón como el de aquel juego infantil de hacer formas con un cordel y las manos—. Como todos los marionetistas, puedo hacer hilos chakra puro y controlarlos a voluntad. Lo que me diferencia del resto es que puedo aplicarles mi naturaleza elemental mientras los dispongo en patrones intrincados.
»En aquel instante donde se creía victorioso, moví mis marionetas y las disperse formando una suerte de enorme pentágono. Aquello le puso en alerta, aunque ya era demasiado tarde; para cuando quiso moverse, él y todos sus hombres en treinta metros a la redonda estaban atrapados en una red de hilos de chakra que repentinamente se levantó desde el suelo. Me erguí y le dirigí una mirada llena de suficiencia mientras el color de aquella enrevesada red de hilos comenzaba a cambiar.
»Sin duda la sensación primero debió ser como de unas cadenas calientes echadas encima y luego como si les constriñeran con alambre al rojo vivo. Active mi mejor técnica, Narakumo (Naraku no Kumo) o arañar infernal. En unos instantes los gritos de aquellos hombres se perdieron en una llamarada que se elevó hacia la noche y que tras de sí dejo solo cuerpos carvonizados.
»Uno pudiera creer que allí termino todo; pero no, aquel infeliz se había vuelto a proteger con aquella armadura de piedra y, aunque débilmente, aún seguía con vida. Debo admitir que me provoco cierta satisfacción el ver como su cuerpo había quedado surcado por innumerables líneas de heridas cauterizadas.
»Alzo la mirada y me vio, y pude ver que ahora comprendía la derrota.
La cara de Saki se oscureció, no como alguien que recuerda algo amargo; sino como quien evoca el instinto asesino que le poseyó hace tanto tiempo.
—Me di cuenta de cómo trataba de utilizar lo poco que le quedaba de chakra para huir bajo tierra… Estaba tan cansada que ya no podía hacer mucho, así que utilice los hilos que me unían a mis marionetas restantes y los enrede alrededor de su cuerpo. Cinco hilos, todos convergiendo en su cuello mientras yo cambiaba la naturaleza de mi chakra, del poco que me quedaba. Recuerdo que mis marionetas se consumían mientras aquel infeliz se ahogaba y yo tiraba con tanta fuerza que se me rompieron todos los dedos… Lo último que recuerdo con claridad fue el sonido de su cuello rompiéndose y la visión de su rostro incinerándose.
Como si en sus gestos se hallase la respuesta, extendió su único brazo, mostrando su palma abierta y mirando al cielo. Unos instantes después, de la punta de sus dedos se manifestaron lo usuales hilos de chakra que se fueron elevando en el aire. Primero cambiaron del plateado típico de su chakra a un tono naranja y luego rojizo, y luego se encendieron como cordeles bañados en aceite mientras cambiaba la naturaleza de su chakra.
—Cuando estas en una situación de vida o muerte, lo principal es no rendirse y no perder de vista las posibilidades de ganar, de sobrevivir —declaro mientras serraba el puño y los hilos llameantes se extinguían—. Y si hay algo más que no puede faltar, es tener una fe absoluta en tus propias capacidades.
Suspiro y continuo con la historia.
—En aquel instante en que me arranco el brazo, antes de sentir cualquier dolor, active un sello de humo que tenía pegado en mi ropa (un viejo truco, útil cuando se te acercan demasiado). Mi oponente debió pensar que se trataba del mismo humo venenoso que aún le corroía, por lo que reculo.
»Sus heridas eran graves, por lo que no me persiguió cuando desaparecí. Lo máximo que pude hacer fue arrastrarme hasta un callejón cercano y quedarme allí. Les mentiría si les dijera que no pensé que moriría y que la idea me atemorizaba, pero también les mentiría si les dijera que no escuche mis instintos y todos mis años de entrenamiento y experiencia gritándome que debía continuar.
»Por supuesto, era más fácil decirlo que hacerlo: me había quedado sin mis principales marionetas y había perdido un ojo y un brazo. Puede que fuese debido a la conmoción, pero me hizo reír el visualizarme en aquel estado tan lamentable y aun así seguir representando una verdadera amenaza. En cuanto pude, utilice un carrete entero de hilo ninja para hacerme un torniquete en mi destrozado brazo, sosteniendo con una mano y tirando con los dientes hasta gruñir. Luego tomé dos píldoras y cubrí mi herida en la cara colocando de lado la bandana. Aun así, encontré que mi cuerpo estaba tan entumecido que debí de usar el Sōen: Hitomi Gokū para moverme a mí misma. En aquel momento sabía que mis heridas no eran mortales, pero también que no aguantaría hasta que se pásese el efecto estimulador de las píldoras. Por lo tanto, debía de acabar con mi enemigo a como diese lugar.
»Del pergamino que me quedaba extraje cinco marionetas pequeñas, con las que debía de bastarme para lo que quedaba de lucha. Mi enemigo estaba redirigiendo a sus hombres cuando aparecí sobre el techo de una de las casas. Recuerdo que alguien estaba tratando de vendarle las piernas cuando le grite “¡Vamos, ¿es eso todo lo que tienes?”.
»El muy canalla no era estúpido, no se dejó provocar y mantuvo la calma. Para aquel momento la conmoción había atraído a la mayoría de sus hombres, que presumían una victoria al verle de pie. El aprovecho aquello y los arrojo hacia mí. Él sabía que aun en mi estado podría despacharlos con facilidad, mientras que ellos me veían medio muerta y pensaban que podrían acabar conmigo fácilmente. Todo eso importaba poco, pues lo que el buscaba era una oportunidad para atacarme y darme el golpe de gracia.
»Me rodearon y comenzaron atacarme con flechas, lanzas y espadas; mientras yo me limitaba a maniobrar y defenderme… En algún punto se me nublo la vista, y fue entonces cuando le vi desaparecer… Pero en esta ocasión ya le esperaba (no sabía de donde vendría, pero sabía que me atacaría). Apareció desde el suelo, emergiendo como un horrible topo. Como suponía, ataco mi punto ciego, literalmente; se coló hacia el lado donde me faltaba el ojo. En parte porque pude prever el ataque, en parte porque él estaba desgastado, pude esquivar lo peor de la acometida. Sin embargo, su mano, que era como una garra, surco mi abdomen y se llevó una de mis costillas completas.
»El muy desgraciado había intentado destriparme… Por si fuera poco, al verme hincarme de dolor se levantó y presumió frente a los demás aquel trozo de hueso ensangrentado, como si ya tuviese todo ganado. Fue entonces cuando sonreí aliviada, el último de sus ataques había fallado y entonces, aunque él no lo sabía, ya estaba muerto.
El tiempo había transcurrido de tal forma que afuera llovía copiosamente y la tarde se manifestaba oscura, con los truenos rompiendo de cuando en cuando el murmullo del agua.
—Verán, me llamaban La tejedora funesta por una razón —dijo mientras volvía a manifestar los hilos de chakra, esta vez formando un patrón como el de aquel juego infantil de hacer formas con un cordel y las manos—. Como todos los marionetistas, puedo hacer hilos chakra puro y controlarlos a voluntad. Lo que me diferencia del resto es que puedo aplicarles mi naturaleza elemental mientras los dispongo en patrones intrincados.
»En aquel instante donde se creía victorioso, moví mis marionetas y las disperse formando una suerte de enorme pentágono. Aquello le puso en alerta, aunque ya era demasiado tarde; para cuando quiso moverse, él y todos sus hombres en treinta metros a la redonda estaban atrapados en una red de hilos de chakra que repentinamente se levantó desde el suelo. Me erguí y le dirigí una mirada llena de suficiencia mientras el color de aquella enrevesada red de hilos comenzaba a cambiar.
»Sin duda la sensación primero debió ser como de unas cadenas calientes echadas encima y luego como si les constriñeran con alambre al rojo vivo. Active mi mejor técnica, Narakumo (Naraku no Kumo) o arañar infernal. En unos instantes los gritos de aquellos hombres se perdieron en una llamarada que se elevó hacia la noche y que tras de sí dejo solo cuerpos carvonizados.
»Uno pudiera creer que allí termino todo; pero no, aquel infeliz se había vuelto a proteger con aquella armadura de piedra y, aunque débilmente, aún seguía con vida. Debo admitir que me provoco cierta satisfacción el ver como su cuerpo había quedado surcado por innumerables líneas de heridas cauterizadas.
»Alzo la mirada y me vio, y pude ver que ahora comprendía la derrota.
La cara de Saki se oscureció, no como alguien que recuerda algo amargo; sino como quien evoca el instinto asesino que le poseyó hace tanto tiempo.
—Me di cuenta de cómo trataba de utilizar lo poco que le quedaba de chakra para huir bajo tierra… Estaba tan cansada que ya no podía hacer mucho, así que utilice los hilos que me unían a mis marionetas restantes y los enrede alrededor de su cuerpo. Cinco hilos, todos convergiendo en su cuello mientras yo cambiaba la naturaleza de mi chakra, del poco que me quedaba. Recuerdo que mis marionetas se consumían mientras aquel infeliz se ahogaba y yo tiraba con tanta fuerza que se me rompieron todos los dedos… Lo último que recuerdo con claridad fue el sonido de su cuello rompiéndose y la visión de su rostro incinerándose.
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