9/05/2020, 02:34
—“¿Cómo lo conseguí?”
La anciana kunoichi extendió su brazo y de sus dedos brotaron hilos de chakra, elevándose en el aire. Entonces los hilos comenzaron a cambiar de color, como si de un filamento de una bombilla se tratara, hasta que estos se bañaron en llamas. «¿Ha imbuido sus hilos con chakra Katon? Dios... Es una idea genial.»
—Cuando estas en una situación de vida o muerte, lo principal es no rendirse y no perder de vista las posibilidades de ganar, de sobrevivir. —Extinguió sus hilos cerrando su puño. —Y si hay algo más que no puede faltar, es tener una fe absoluta en tus propias capacidades. —«Es fácil decirlo cuando eres una leyenda en el mundo del marionetismo...»
Continuó con la historia. Parecía que consiguió apartarse gracias a una triquiñuela con humo, «Típico de un buen titiritero.» para hacerse un torniquete y apañar sus heridas lo más que pudo. Volvió entonces a la batalla con las marionetas que le quedaban, despachó a más bandidos comunes, pero ahí seguía aquel bandido con habilidades de shinobi. No sólo en aquella misión perdió un ojo y un brazo, si no que también perdió una costilla... Es impresionante que sobreviviera a aquello, hay que tener un tesón de hierro para continuar luchando así.
Comenzó a tronar afuera, parecía que el clima buscaba acompañar la historia de la marionetista, complementando la épica y emotiva historia que se estaba narrando. Entonces habló sobre la técnica que les acababa de mostrar: Narakumo, la araña infernal, la razón de su apodo. Lo calcinó con aquel jutsu, eliminó al enemigo más problemático jugándose la vida.
—Lo último que recuerdo con claridad fue el sonido de su cuello rompiéndose y la visión de su rostro incinerándose.
—Dios... —Casi no le salían las palabras al kazejin. —Entonces, ¿sus subordinados consiguieron arreglar la situación ya sin aquel hombre con vida no? —Bandidos comunes no deberían ser un problema serio para un chūnin, por muy herido que estuviera. —Y aquel hombre... ¿Supisteis quién era? ¿De dónde procedía? Nadie sin un entrenamiento shinobi puede estar a un nivel tan alto cómo para darle tantos problemas a la mejor marionetista que ha tenido Amegakure.
Takumi no era alguien muy curioso, exceptuando todo lo relacionado con la historia o costumbres de su país o con las marionetas, pero esto le fascinaba. Escuchar de primera mano estas historias es un privilegio que jamás se esperó tener mientras entrenaba con el viejo Itona en el Oasis de la Luna.
La anciana kunoichi extendió su brazo y de sus dedos brotaron hilos de chakra, elevándose en el aire. Entonces los hilos comenzaron a cambiar de color, como si de un filamento de una bombilla se tratara, hasta que estos se bañaron en llamas. «¿Ha imbuido sus hilos con chakra Katon? Dios... Es una idea genial.»
—Cuando estas en una situación de vida o muerte, lo principal es no rendirse y no perder de vista las posibilidades de ganar, de sobrevivir. —Extinguió sus hilos cerrando su puño. —Y si hay algo más que no puede faltar, es tener una fe absoluta en tus propias capacidades. —«Es fácil decirlo cuando eres una leyenda en el mundo del marionetismo...»
Continuó con la historia. Parecía que consiguió apartarse gracias a una triquiñuela con humo, «Típico de un buen titiritero.» para hacerse un torniquete y apañar sus heridas lo más que pudo. Volvió entonces a la batalla con las marionetas que le quedaban, despachó a más bandidos comunes, pero ahí seguía aquel bandido con habilidades de shinobi. No sólo en aquella misión perdió un ojo y un brazo, si no que también perdió una costilla... Es impresionante que sobreviviera a aquello, hay que tener un tesón de hierro para continuar luchando así.
Comenzó a tronar afuera, parecía que el clima buscaba acompañar la historia de la marionetista, complementando la épica y emotiva historia que se estaba narrando. Entonces habló sobre la técnica que les acababa de mostrar: Narakumo, la araña infernal, la razón de su apodo. Lo calcinó con aquel jutsu, eliminó al enemigo más problemático jugándose la vida.
—Lo último que recuerdo con claridad fue el sonido de su cuello rompiéndose y la visión de su rostro incinerándose.
—Dios... —Casi no le salían las palabras al kazejin. —Entonces, ¿sus subordinados consiguieron arreglar la situación ya sin aquel hombre con vida no? —Bandidos comunes no deberían ser un problema serio para un chūnin, por muy herido que estuviera. —Y aquel hombre... ¿Supisteis quién era? ¿De dónde procedía? Nadie sin un entrenamiento shinobi puede estar a un nivel tan alto cómo para darle tantos problemas a la mejor marionetista que ha tenido Amegakure.
Takumi no era alguien muy curioso, exceptuando todo lo relacionado con la historia o costumbres de su país o con las marionetas, pero esto le fascinaba. Escuchar de primera mano estas historias es un privilegio que jamás se esperó tener mientras entrenaba con el viejo Itona en el Oasis de la Luna.