9/05/2020, 20:45
(Última modificación: 9/05/2020, 20:46 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
—¿Qu-qué pasa?— Preguntó y volteó a ve al cánido, confundido por los gestos de este al tirar de sus prendas.
Y entonces, el sol finalmente se ocultó. El viento sopló, cono si diese paso a algo más. Se escucharon pasos, alguien o algo corría a toda velocidad hasta el sitio y parecían ser varios. Rao abrió los ojos con terror, aunque a esas alturas ya no sabía a que debía temer en realidad. Algunas de las víctimas cesaron sus llantos por un instante mientras volteaban a ver hasta la fuente del sonido.
Dos hombres se asomaron corriendo. Uno era alto y estirado en todos los aspectos: brazos largos, piernas largas y cara larga. Carecía totalmente de cabellos y llevaba dos enormes argollas en las orejas. Sobre su calva tenía un tatuaje, el cuál parecía un extraño patrón de rombos. El otro era un tanto más bajo, de pelo negro y ojos rasgados. Su media melena llegaba por sobre los hombros y tenía una boca alargada.
—¡¿Pero qué demonios a pasado aquí?!— Parpadeó el tipo de la cabellera alargada
—Primero Búho no regresa y ahora esto. ¿Acaso Konda rompió nuestro trato?— Se cruzó de brazos el calvo.
Finalmente, el tercero se asomó con una altura más propia de bestia que de hombre. Medía fácilmente los dos metros y todo su cuerpo era en extremo robusto. Su pelo estaba atado con peinado tradicional.
—Alguien parece tener muchas ganas de que le rompa el cuello — llegó a paso lento.
Uno de los sujetos a quién Etsu podría reconocer como el que jalaba la carreta hizo nuevamente acto de aparición.
—¡Ha-han venido!— Se acercó corriendo hasta el pelinegro para arrodillarse delante de él, únicamente para luego recibir una patada en el estómago y luego otra en la cara.
—¿Quién te dio permiso a tocarme?— Resopló.
Otra de las mujeres que se hallaba ahí llorando juntó las manos y alzó la mirada hasta el grupo recién llegado.
—¡POR FAVOR AYÚDENOS! Muchos han salido heridos, y no tenemos dinero para tratarlos. Un chico ebrio vino y causó destrozos por todo el pueblo. El médico está en estado crítico y quizá no pase de esta noche. Por favor, por favor. Nos hemos callado y ayudado como nos pidieron. ¡CUMPLAN SU PARTE DEL TRATO!— Sollozaba la mujer.
El gordo y el flaco se cruzaron de brazos, mientras el pelinegro se rascó la nuca.
—Ya, está bien, pero no chilles — Puso los brazos en jarra y caminó hasta la fémina. —Pero sólo para los que realmente estén heridos de gravedad. Llévenlos a algún pueblo vecino, pero los que se queden tendrán que trabajar el doble por sus familiares heridos para pagarnos. ¿De acuerdo? — Alzó la ceja.
La mujer, con un nudo en la garganta, asintió.
El larguirucho se acercó para ver el daño, recogió la tierra negruzca con las yemas de sus dedos y olfateó.
—Oye Puma no hay duda, usó las bombas de azufre que íbamos a vender.
—¿Alguien que quiere quitarnos el negocio? Creía haber exterminado a las demás pandillas del sector...
Y allá en lo alto del cielo nocturno, una guacamaya azul sobrevolaba y observaba el desastre ocurrido.
Y entonces, el sol finalmente se ocultó. El viento sopló, cono si diese paso a algo más. Se escucharon pasos, alguien o algo corría a toda velocidad hasta el sitio y parecían ser varios. Rao abrió los ojos con terror, aunque a esas alturas ya no sabía a que debía temer en realidad. Algunas de las víctimas cesaron sus llantos por un instante mientras volteaban a ver hasta la fuente del sonido.
Dos hombres se asomaron corriendo. Uno era alto y estirado en todos los aspectos: brazos largos, piernas largas y cara larga. Carecía totalmente de cabellos y llevaba dos enormes argollas en las orejas. Sobre su calva tenía un tatuaje, el cuál parecía un extraño patrón de rombos. El otro era un tanto más bajo, de pelo negro y ojos rasgados. Su media melena llegaba por sobre los hombros y tenía una boca alargada.
—¡¿Pero qué demonios a pasado aquí?!— Parpadeó el tipo de la cabellera alargada
—Primero Búho no regresa y ahora esto. ¿Acaso Konda rompió nuestro trato?— Se cruzó de brazos el calvo.
Finalmente, el tercero se asomó con una altura más propia de bestia que de hombre. Medía fácilmente los dos metros y todo su cuerpo era en extremo robusto. Su pelo estaba atado con peinado tradicional.
—Alguien parece tener muchas ganas de que le rompa el cuello — llegó a paso lento.
Uno de los sujetos a quién Etsu podría reconocer como el que jalaba la carreta hizo nuevamente acto de aparición.
—¡Ha-han venido!— Se acercó corriendo hasta el pelinegro para arrodillarse delante de él, únicamente para luego recibir una patada en el estómago y luego otra en la cara.
—¿Quién te dio permiso a tocarme?— Resopló.
Otra de las mujeres que se hallaba ahí llorando juntó las manos y alzó la mirada hasta el grupo recién llegado.
—¡POR FAVOR AYÚDENOS! Muchos han salido heridos, y no tenemos dinero para tratarlos. Un chico ebrio vino y causó destrozos por todo el pueblo. El médico está en estado crítico y quizá no pase de esta noche. Por favor, por favor. Nos hemos callado y ayudado como nos pidieron. ¡CUMPLAN SU PARTE DEL TRATO!— Sollozaba la mujer.
El gordo y el flaco se cruzaron de brazos, mientras el pelinegro se rascó la nuca.
—Ya, está bien, pero no chilles — Puso los brazos en jarra y caminó hasta la fémina. —Pero sólo para los que realmente estén heridos de gravedad. Llévenlos a algún pueblo vecino, pero los que se queden tendrán que trabajar el doble por sus familiares heridos para pagarnos. ¿De acuerdo? — Alzó la ceja.
La mujer, con un nudo en la garganta, asintió.
El larguirucho se acercó para ver el daño, recogió la tierra negruzca con las yemas de sus dedos y olfateó.
—Oye Puma no hay duda, usó las bombas de azufre que íbamos a vender.
—¿Alguien que quiere quitarnos el negocio? Creía haber exterminado a las demás pandillas del sector...
Y allá en lo alto del cielo nocturno, una guacamaya azul sobrevolaba y observaba el desastre ocurrido.
![[Imagen: 7FT8VMk.gif]](https://i.imgur.com/7FT8VMk.gif)
