28/12/2015, 20:00
Solo en la habitación, Karamaru se dispuso a saltar de la camilla y empezar a ver los estantes. Eran de una madera oscura, que solamente sostenían ciertos tipos de medicamentos. No sabía que era cada uno, pero tenían nombres raros, bastante raros. En uno de los estantes de la derecha se encontraban vendas, gazas, alcohol y algunas otras cosas para sanar heridas simples. Se acercó a la pared opuesta a la puerta, se apoyo sobre la madera que cubría una venta y miró a través de ella. Algunas farolas iluminaban el pueblo, uno de pocos edificios y ninguno de gran altura a la vista del calvo. El cielo estaba despejado, las estrellas adornaban el manto negro y la Luna las acompañaba. Karamaru era un gran admirador de los paisajes, y por eso siempre le gustó una noche despejada.
¿Quieres comer algo?- lo sorprendió la rubia que lo había atendido antes.
Por favor, si no es mucha molestia.... eeehh...
Iori, me llamo Iori. Ahora te traigo algo de caldo que hizo la abuela.
Karamaru ya estaba caminando hasta la puerta, preparado para ir y sentarse a la mesa con las otras dos mujeres. Pero al parecer su habitación esa noche sería la enfermería, así como también sería su lugar para cenar. Tal vez si se lo permitían, después de comer daría una vuelta por los interiores de la casa.
Al cabo de un rato, Iori le trajo la comida que Karamaru devoró. En diez minutos había vaciado el plato y esperaba que la mujer vuelva para devolvérselo. Volvió y se llevó el plato del calvo, en silencio y con una sonrisa. De nuevo solo, empezaba a aburrirse en ese lugar. Se revisó la herida para darse cuenta que todavía le dolía. Tal vez lo mejor era dormir, pero Karamaru no tenía sueño.
«¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer?» pensaba una y otra vez. Ya se le había leído los nombres de los medicamentos que se encontraban en la sala para distraerse un poco, y quería salir de la habitación. Pero tal vez, era un poco inapropiado.
Tomó una silla y sentó junto a la ventana, viendo los suaves y casi indetectables movimientos del cielo.
¿Quieres comer algo?- lo sorprendió la rubia que lo había atendido antes.
Por favor, si no es mucha molestia.... eeehh...
Iori, me llamo Iori. Ahora te traigo algo de caldo que hizo la abuela.
Karamaru ya estaba caminando hasta la puerta, preparado para ir y sentarse a la mesa con las otras dos mujeres. Pero al parecer su habitación esa noche sería la enfermería, así como también sería su lugar para cenar. Tal vez si se lo permitían, después de comer daría una vuelta por los interiores de la casa.
Al cabo de un rato, Iori le trajo la comida que Karamaru devoró. En diez minutos había vaciado el plato y esperaba que la mujer vuelva para devolvérselo. Volvió y se llevó el plato del calvo, en silencio y con una sonrisa. De nuevo solo, empezaba a aburrirse en ese lugar. Se revisó la herida para darse cuenta que todavía le dolía. Tal vez lo mejor era dormir, pero Karamaru no tenía sueño.
«¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer?» pensaba una y otra vez. Ya se le había leído los nombres de los medicamentos que se encontraban en la sala para distraerse un poco, y quería salir de la habitación. Pero tal vez, era un poco inapropiado.
Tomó una silla y sentó junto a la ventana, viendo los suaves y casi indetectables movimientos del cielo.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘