18/05/2020, 18:15
—T-t-tu… Tu… padre n-nos dijo q-que siguiéramos e-el rastro d-de los árboles. E-el rastro rojo. Hasta… Hasta… Hasta la tumba de Kiyoshi-san. P-p-pero no la… No la he-hemos e-encontrado. A-aún. D-de-desde allí podríamos v-ver el camino. N-nos dijo. Creo.
Kiyoshi se quedó parado un momento, mirando a Ranko confuso. Hana se giró para mirar a la kusajin con los ojos abiertos de par en par, quería gesticular, queria preguntarle si estaba loca o en qué estaba pensando. ¡Acababa de decirle a un fantasma en su cara que estaban buscando su tumba! ¡EN SU CARA!
Por suerte, Kiyoshi empezó a reirse. La risa en sí no tenía nada de especial, pero se río mirando fijamente a Ranko, quien había pronunciado tales palabras. Normalmente, uno al reirse cierra los ojos, o los entrecierra. Kiyoshi no lo hizo.
— Entonces normal que no lo encontreis, yo estoy bien vivo, ¿veis? — contestó extendiendo los brazos. — A padre siempre se le olvida que los últimos arboles de la ruta roja ardieron hace años, quemaron a alguien vivo, una historia desgarradora.
Se quedó unos segundos en completo silencio, dandole la espalda a los ninjas, mirando a la nada.
— En fin, si seguis en esa dirección llegareis al camino. Os acompañaría, pero entonces sí que padre me mataría, no me deja salir del bosque. — señaló brevemente hacia donde se había quedado mirando y después empezó a andar en una dirección que parecía aleatoria. — Ya nos veremos.
Se fue sonriente, a paso tranquilo, hasta desparecer entre los arboles de nuevo.
Hana se quedó unos segundos recapitulando mentalmente. Intentando no encajar las piezas que encajaban a la perfección. Clavó la mirada en el suelo y habló, más para ella que para Daigo o Ranko.
— Le-leí en un libro... que los fantasmas aparecen cuando alguien sufre una muerte inesperada y extremadamente dolorosa... como... ser quemado en vida. — casi se atraganta al pronunciar la última palabra.
Las piezas encajaban. El señor de la cabaña era demasiado anciano para tener un hijo tan joven... ¿cuantos años llevaba Kiyoshi muerto? Por la zona donde se supone que hubo un incendio no había ni un atisbo de negrura o siquiera arboles pequeños. En algún punto, Kiyoshi les había dicho que no era la primera vez que había gente perdida. Pero su padre había actuado como si fuese la primera vez que le hablaban de Kiyoshi. ¿Qué había pasado con esas personas perdidas? ¿Qué...?
Hana apretó con ansia la mano de Ranko.
— Vamonos de aquí, vamos al camino... — practicamente lo imploraba.
Kiyoshi se quedó parado un momento, mirando a Ranko confuso. Hana se giró para mirar a la kusajin con los ojos abiertos de par en par, quería gesticular, queria preguntarle si estaba loca o en qué estaba pensando. ¡Acababa de decirle a un fantasma en su cara que estaban buscando su tumba! ¡EN SU CARA!
Por suerte, Kiyoshi empezó a reirse. La risa en sí no tenía nada de especial, pero se río mirando fijamente a Ranko, quien había pronunciado tales palabras. Normalmente, uno al reirse cierra los ojos, o los entrecierra. Kiyoshi no lo hizo.
— Entonces normal que no lo encontreis, yo estoy bien vivo, ¿veis? — contestó extendiendo los brazos. — A padre siempre se le olvida que los últimos arboles de la ruta roja ardieron hace años, quemaron a alguien vivo, una historia desgarradora.
Se quedó unos segundos en completo silencio, dandole la espalda a los ninjas, mirando a la nada.
— En fin, si seguis en esa dirección llegareis al camino. Os acompañaría, pero entonces sí que padre me mataría, no me deja salir del bosque. — señaló brevemente hacia donde se había quedado mirando y después empezó a andar en una dirección que parecía aleatoria. — Ya nos veremos.
Se fue sonriente, a paso tranquilo, hasta desparecer entre los arboles de nuevo.
Hana se quedó unos segundos recapitulando mentalmente. Intentando no encajar las piezas que encajaban a la perfección. Clavó la mirada en el suelo y habló, más para ella que para Daigo o Ranko.
— Le-leí en un libro... que los fantasmas aparecen cuando alguien sufre una muerte inesperada y extremadamente dolorosa... como... ser quemado en vida. — casi se atraganta al pronunciar la última palabra.
Las piezas encajaban. El señor de la cabaña era demasiado anciano para tener un hijo tan joven... ¿cuantos años llevaba Kiyoshi muerto? Por la zona donde se supone que hubo un incendio no había ni un atisbo de negrura o siquiera arboles pequeños. En algún punto, Kiyoshi les había dicho que no era la primera vez que había gente perdida. Pero su padre había actuado como si fuese la primera vez que le hablaban de Kiyoshi. ¿Qué había pasado con esas personas perdidas? ¿Qué...?
Hana apretó con ansia la mano de Ranko.
— Vamonos de aquí, vamos al camino... — practicamente lo imploraba.