23/05/2020, 16:34
(Última modificación: 23/05/2020, 16:35 por Aotsuki Ayame.)
Una súbita ráfaga de viento la desconcentró momentáneamente. No había sido lo suficientemente fuerte como para desestabilizarla, pero sí lo suficiente fuerte como para llamar su atención.
—¡Ánimo! —escuchó entonces desde la calle, y cuando Ayame se asomó al borde del edificio, el corazón le dio un vuelco.
«No... otra vez no...» Gimió para sí, angustiada. «Primero Ranko... ¡y ahora tú!»
Pese al tiempo que hacía que no hablaba con él, sí que le había visto de vez en cuando por el Valle de los Dojos durante el tiempo que llevaban allí. Y Ayame le había reconocido enseguida. Ese pelo verde tan brillante era difícil de olvidar. Ayame torció el gesto, con profundo pesar, y le dio la espalda, caminando hacia el centro de la azotea donde estaba entrenando.
En cualquier otro momento le habría saludado con alegría. En cualquier otro momento habría bajado de la azotea para charlar con él, quizás invitarle a un helado o algo así. Pero la situación entre las dos aldeas le impedía algo tan sencillo como ser amiga de un Kusajin...
—¡Ánimo! —escuchó entonces desde la calle, y cuando Ayame se asomó al borde del edificio, el corazón le dio un vuelco.
«No... otra vez no...» Gimió para sí, angustiada. «Primero Ranko... ¡y ahora tú!»
Pese al tiempo que hacía que no hablaba con él, sí que le había visto de vez en cuando por el Valle de los Dojos durante el tiempo que llevaban allí. Y Ayame le había reconocido enseguida. Ese pelo verde tan brillante era difícil de olvidar. Ayame torció el gesto, con profundo pesar, y le dio la espalda, caminando hacia el centro de la azotea donde estaba entrenando.
En cualquier otro momento le habría saludado con alegría. En cualquier otro momento habría bajado de la azotea para charlar con él, quizás invitarle a un helado o algo así. Pero la situación entre las dos aldeas le impedía algo tan sencillo como ser amiga de un Kusajin...