27/05/2020, 04:35
Daigo caminó junto al grupo sin poder hacer mucho para detener el sentimiento constante de que quizás alguien les estuviera siguiendo. Por suerte nadie lo estaba haciendo, era eso o quien lo hacía era lo suficientemente sigiloso como para esconderse del peliverde, que no era nada descabellado teniendo en cuenta lo poco perceptivo que era el chico.
Pronto llegaron a un ancho camino de tierra donde encontraron finalmente la que indudablemente debía ser la tumba de Kiyoshi.
Se quedó parado en el sitio durante unos segundos al verla. Todo el mundo sabía que los fantasmas son gente que había muerto de alguna manera, pero ahora que tenía la tumba de un chico que había muerto quemado en el bosque de pronto todo era tan real... casi podía sentir que era él quien estaba en su lugar, excepto que de ser así seguramente sentiría mucho más dolor.
Cuando Hana les preguntó qué lado deberían tomar, el chico se acercó a la tumba. En ella pudo leer perfectamente el nombre de Kiyoshi grabado y a su lado encontró un bol para los donativos.
Donó 100 ryō y se tomó unos pocos segundos para rezarle al Dios del Bosque que permitiese que su alma descansara en paz. No era algo que hiciera habitualmente al encontrarse una tumba, pero cuando literalmente se había encontrado momentos atrás con el fantasma al que le pertenecía probablemente significaba que no había conseguido encontrar descanso.
Al terminar, Daigo apuntó hacia su derecha.
—¿Por ahí? —Dijo sin pensárselo dos veces.
Quizá por eso se había perdido.
Pronto llegaron a un ancho camino de tierra donde encontraron finalmente la que indudablemente debía ser la tumba de Kiyoshi.
Se quedó parado en el sitio durante unos segundos al verla. Todo el mundo sabía que los fantasmas son gente que había muerto de alguna manera, pero ahora que tenía la tumba de un chico que había muerto quemado en el bosque de pronto todo era tan real... casi podía sentir que era él quien estaba en su lugar, excepto que de ser así seguramente sentiría mucho más dolor.
Cuando Hana les preguntó qué lado deberían tomar, el chico se acercó a la tumba. En ella pudo leer perfectamente el nombre de Kiyoshi grabado y a su lado encontró un bol para los donativos.
Donó 100 ryō y se tomó unos pocos segundos para rezarle al Dios del Bosque que permitiese que su alma descansara en paz. No era algo que hiciera habitualmente al encontrarse una tumba, pero cuando literalmente se había encontrado momentos atrás con el fantasma al que le pertenecía probablemente significaba que no había conseguido encontrar descanso.
Al terminar, Daigo apuntó hacia su derecha.
—¿Por ahí? —Dijo sin pensárselo dos veces.
Quizá por eso se había perdido.
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.