29/05/2020, 14:39
—P-pronto saldremos de aquí por co-completo, Hana-san. ¡Ca-cada vez estamos más cerca de ello!
De tanto repetirselo con ese positivismo inamovible, Hana acabó por creerla. Al fin y al cabo, hasta el momento no había muerto nadie, a parte de Kiyoshi claro.
— Tenias razón, Ranko-san. Al final no ha sido para tanto. — intentó parecer confiada ella también, pero le temblaban las manos y le flaqueaban las piernas.
Por suerte, lo último que quería su cuerpo era pararse ahí. Fue directa al camino señalado por Daigo. Como dice el dicho, hasta un reloj estropeada acierta dos veces al día la hora. Así que aquella vez, la elección de Daigo fue la correcta y salieron del bosque.
Hana, aún con el corazón en la garganta, se despidió de Ranko y Daigo, dispuesta a volver directa a su villa y no volver a salir hasta ser mayor de edad o Jounin, lo que pasase antes.
Mientras, una vez los ninjas se hubiesen alejado, un chico se apoyaría sin reparo en la tumba y ojearía el cesto.
— Tanto rollo y son más agarrados que los de Suna. Ahg, ninjas, de verdad. — agarró el dinero y sonrió, y la sonrisa pasó a carcajada. — Aunque no me puedo creer que tres ninjas se lo hayan tragado. Dios, qué idiotas.
Desapareció entre los arboles como tantas veces había hecho aquel día.
De tanto repetirselo con ese positivismo inamovible, Hana acabó por creerla. Al fin y al cabo, hasta el momento no había muerto nadie, a parte de Kiyoshi claro.
— Tenias razón, Ranko-san. Al final no ha sido para tanto. — intentó parecer confiada ella también, pero le temblaban las manos y le flaqueaban las piernas.
Por suerte, lo último que quería su cuerpo era pararse ahí. Fue directa al camino señalado por Daigo. Como dice el dicho, hasta un reloj estropeada acierta dos veces al día la hora. Así que aquella vez, la elección de Daigo fue la correcta y salieron del bosque.
Hana, aún con el corazón en la garganta, se despidió de Ranko y Daigo, dispuesta a volver directa a su villa y no volver a salir hasta ser mayor de edad o Jounin, lo que pasase antes.
Mientras, una vez los ninjas se hubiesen alejado, un chico se apoyaría sin reparo en la tumba y ojearía el cesto.
— Tanto rollo y son más agarrados que los de Suna. Ahg, ninjas, de verdad. — agarró el dinero y sonrió, y la sonrisa pasó a carcajada. — Aunque no me puedo creer que tres ninjas se lo hayan tragado. Dios, qué idiotas.
Desapareció entre los arboles como tantas veces había hecho aquel día.