31/05/2020, 23:21
El Valle de los Dojos estaba abarrotado. El Torneo de los Dojos era una cosa, pero las finales del Torneo de los Dojos eran distintas. Era el lugar donde de verdad se ofrecían los mayores espectáculos, y todo el mundo quería asistir a ellos. La guardia en el Valle también había sido reforzada al máximo: no en vano ningún Señor Feudal quería perderse estos acontecimientos.
Los participantes, incluso los que no habían conseguido llegar a la final, sabían que este era precisamente el mejor momento para reclamar la atención de los poderosos y los adinerados. Los que más tarde traerían dinero a sus villas.
Por eso, quizás algunos de ellos, en sus camerinos, estarían especialmente nerviosos. O tal vez sólo les importase la gloria. Quedar lo más alto posible, por sí mismos. Otros quizás se mantenían en calma, entendiendo que aquello no era más que una misión cualquiera. Aunque en el fondo supieran que eso era contarse una mentira a sí mismo.
Una vez tras otra, las dos puertas inferiores, frente a frente, se abrieron. Y una vez tras otra, de una de ellas salió un ganador... y de la contraria un perdedor.
Recordemos el ring de combate: una plataforma circular, de madera, de treinta metros de diámetro. Lo suficientemente espaciosa como para que los participantes luchasen a gusto sin herir al público, que estaba separado del ring por siete metros de césped y una baranda metálica.
Los participantes, incluso los que no habían conseguido llegar a la final, sabían que este era precisamente el mejor momento para reclamar la atención de los poderosos y los adinerados. Los que más tarde traerían dinero a sus villas.
Por eso, quizás algunos de ellos, en sus camerinos, estarían especialmente nerviosos. O tal vez sólo les importase la gloria. Quedar lo más alto posible, por sí mismos. Otros quizás se mantenían en calma, entendiendo que aquello no era más que una misión cualquiera. Aunque en el fondo supieran que eso era contarse una mentira a sí mismo.
Una vez tras otra, las dos puertas inferiores, frente a frente, se abrieron. Y una vez tras otra, de una de ellas salió un ganador... y de la contraria un perdedor.
Recordemos el ring de combate: una plataforma circular, de madera, de treinta metros de diámetro. Lo suficientemente espaciosa como para que los participantes luchasen a gusto sin herir al público, que estaba separado del ring por siete metros de césped y una baranda metálica.
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