1/06/2020, 21:37
Fue agradable, llevaba tiempo sin tocar, y mucho más tiempo sin tocar junto a otra persona. La música que salió fue interesante, nunca antes había escuchado músicas del País de los Bosques pero la combinación que surgió fue algo nuevo que muy pocas veces se habría visto.
—Eso ha sido agradable. —Dijo el kusajin tras finalizar, dejando su instrumento al lado.
—La verdad es que sí, llevaba tiempo ya sin tocar con nadie.
En ese instante Saki apareció, parecía que tenía frío ya que iba con una gruesa capa. Cosas de la edad se imaginaba, una de las ventajas de ser del País del Viento es que acababas soportando bien las temperaturas extremas gracias a los sofocantes días y a las frías noches que reinaban sobre las dunas.
—Ya veo, eran ustedes quienes hacían música. —No parecía molesta por ello, aunque el genin temía que la hubieran despertado de su siesta. —Venga, ya pronto será momento de cenar. Además, si se quedan aquí cogiendo sereno seguro les da una gripe.
El marionetista asintió y, devolviendo previamente el oud a una de las sirvientas, siguió a la kunoichi hasta otra sala para la cena. «Menuda vida que llevan los ricos... Una sala diferente para comer y para cenar. ¿Tendrá otras para el desayuno o la merienda?» Si a alguien estándar ya le sorprendían las casas de los ricos para Takumi era algo casi incomprensible, pese a haber vivido su infancia en Inaka en un barrio de clase media el pasar una década en tiendas de campaña cerca de un oasis había hecho mella.
—Eso ha sido agradable. —Dijo el kusajin tras finalizar, dejando su instrumento al lado.
—La verdad es que sí, llevaba tiempo ya sin tocar con nadie.
En ese instante Saki apareció, parecía que tenía frío ya que iba con una gruesa capa. Cosas de la edad se imaginaba, una de las ventajas de ser del País del Viento es que acababas soportando bien las temperaturas extremas gracias a los sofocantes días y a las frías noches que reinaban sobre las dunas.
—Ya veo, eran ustedes quienes hacían música. —No parecía molesta por ello, aunque el genin temía que la hubieran despertado de su siesta. —Venga, ya pronto será momento de cenar. Además, si se quedan aquí cogiendo sereno seguro les da una gripe.
El marionetista asintió y, devolviendo previamente el oud a una de las sirvientas, siguió a la kunoichi hasta otra sala para la cena. «Menuda vida que llevan los ricos... Una sala diferente para comer y para cenar. ¿Tendrá otras para el desayuno o la merienda?» Si a alguien estándar ya le sorprendían las casas de los ricos para Takumi era algo casi incomprensible, pese a haber vivido su infancia en Inaka en un barrio de clase media el pasar una década en tiendas de campaña cerca de un oasis había hecho mella.
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