2/01/2016, 00:20
El ruido era inexistente. El silencio se había apoderado de los interiores y de las afueras de ese hogar. Solo en la enfermería, Karamaru esperaba algún contacto por parte de las mujeres que lo acompañaban en la casa esa noche. Se había levantado de la silla de madera y recorrió varias veces la habitación, aburrido. Tras idas y vueltas, traspasó la puerta de roble para adentrarse en un pasillo largo que de un lado tenía la puerta principal y del otro un lo que parecía un comedor.
El calvo se dirigió hacia allí guiado por el crepitar del fuego. Ruido proveniente seguramente por una chimenea encendida. Se podía ver la sala iluminada tenuemente, y tras pasar por dos puertas más, Karamaru llegó hasta la sala. Una mesa de madera con una sillas que la acompañaban, un olor a caldo de una olla todavía sobre la hornalla, aunque apagada, dos sillones ocupados, una chimenea y varios adornos se encontraban en el lugar. En uno de los sillones la señora mayor tejía sin sacarle ojo a lo que hacía, y en el otro, Iori leía un libro aunque interrumpió la lectura para mirar al calvo que todavía tenía una mirada un poco perdida.
No te esperábamos aquí, incluso pensamos que te habías quedado dormido ya. Toma asiento si quieres.
No quiero molestar, lo siento, volveré donde me corresponde
Con un saludo con la cabeza, Karamaru volvió al pasillo en dirección a la enfermería. Entró de nuevo a la habitación de paredes blancas para sentarse en la silla de madera y volver a observar por la ventana los árboles y por sobretodo el cielo estrellado. La tranquilidad hacía que el paso del tiempo sea indetectable y cuando menos se lo esperaba el pelado comenzó a cabecear y a sentirse cansado.
Sin duda el día le había pasado factura y tras cerrar los ojos, se hallaba dormido sobre su asiento. Cruzado de brazos, con la cabeza mirando el suelo y las piernas estiradas Karamaru comenzó su descanso entrando al mundo de los sueños.
El calvo se dirigió hacia allí guiado por el crepitar del fuego. Ruido proveniente seguramente por una chimenea encendida. Se podía ver la sala iluminada tenuemente, y tras pasar por dos puertas más, Karamaru llegó hasta la sala. Una mesa de madera con una sillas que la acompañaban, un olor a caldo de una olla todavía sobre la hornalla, aunque apagada, dos sillones ocupados, una chimenea y varios adornos se encontraban en el lugar. En uno de los sillones la señora mayor tejía sin sacarle ojo a lo que hacía, y en el otro, Iori leía un libro aunque interrumpió la lectura para mirar al calvo que todavía tenía una mirada un poco perdida.
No te esperábamos aquí, incluso pensamos que te habías quedado dormido ya. Toma asiento si quieres.
No quiero molestar, lo siento, volveré donde me corresponde
Con un saludo con la cabeza, Karamaru volvió al pasillo en dirección a la enfermería. Entró de nuevo a la habitación de paredes blancas para sentarse en la silla de madera y volver a observar por la ventana los árboles y por sobretodo el cielo estrellado. La tranquilidad hacía que el paso del tiempo sea indetectable y cuando menos se lo esperaba el pelado comenzó a cabecear y a sentirse cansado.
Sin duda el día le había pasado factura y tras cerrar los ojos, se hallaba dormido sobre su asiento. Cruzado de brazos, con la cabeza mirando el suelo y las piernas estiradas Karamaru comenzó su descanso entrando al mundo de los sueños.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘