8/06/2020, 20:56
(Última modificación: 8/06/2020, 20:57 por Aotsuki Ayame.)
Pero Daigo desplegó un pergamino frente a sí mismo antes de que los kunai llegaran a alcanzarle.
«¿Fūinjutsu?» Fue lo único que pudo pensar Ayame.
Una enorme esfera de viento concentrado surgió súbitamente del pergamino y acudió al encuentro de los dos kunai. Y entonces, sucedió lo inimaginable. Una vorágine de acontecimientos que Ayame no alcanzaría a comprender hasta que fue demasiado tarde.
Los sellos explosivos que llevaban adheridos los dos proyectiles no fueron capaces de contener su poder explosivo y reventaron con todas sus fuerzas. Y la esfera explotó con ellos en una vorágine de viento que sacudió los alrededores y liberó una onda expansiva que engulló tanto a Ayame como al propio Daigo en un auténtico huracán de caos y destrucción. La nube de polvo y astillas que se levantó a consecuencia de la brutal explosión aún perduraría en el ambiente durante varios largos segundos más cargados de tensión. El público guardó un nervioso silencio y dos hombres en concreto se levantaron de sus asientos, como si así fueran a ver mejor el desenlace del enfrentamiento. La polvareda se disipó, y donde había estado Ayame ahora sólo restaba un charco de agua que retomaba lentamente su forma corpórea.
—U... ugh... —gimoteó, dolorida. Aún y cuando había conseguido utilizar su habilidad como Hōzuki para amortiguar los daños, se sentía como si le hubiese pasado un ferrocarril por encima.
¿Pero y su rival? ¿Dónde estaba Daigo?
«¿Fūinjutsu?» Fue lo único que pudo pensar Ayame.
Una enorme esfera de viento concentrado surgió súbitamente del pergamino y acudió al encuentro de los dos kunai. Y entonces, sucedió lo inimaginable. Una vorágine de acontecimientos que Ayame no alcanzaría a comprender hasta que fue demasiado tarde.
¡¡¡¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOMMMM!!!!
Los sellos explosivos que llevaban adheridos los dos proyectiles no fueron capaces de contener su poder explosivo y reventaron con todas sus fuerzas. Y la esfera explotó con ellos en una vorágine de viento que sacudió los alrededores y liberó una onda expansiva que engulló tanto a Ayame como al propio Daigo en un auténtico huracán de caos y destrucción. La nube de polvo y astillas que se levantó a consecuencia de la brutal explosión aún perduraría en el ambiente durante varios largos segundos más cargados de tensión. El público guardó un nervioso silencio y dos hombres en concreto se levantaron de sus asientos, como si así fueran a ver mejor el desenlace del enfrentamiento. La polvareda se disipó, y donde había estado Ayame ahora sólo restaba un charco de agua que retomaba lentamente su forma corpórea.
—U... ugh... —gimoteó, dolorida. Aún y cuando había conseguido utilizar su habilidad como Hōzuki para amortiguar los daños, se sentía como si le hubiese pasado un ferrocarril por encima.
¿Pero y su rival? ¿Dónde estaba Daigo?