14/06/2020, 19:04
Ante las palabras de su compañera, el muchacho simplemente se limitó a hacer otro reverencia al ser presentado y asentir con la cabeza ante las palabras de su compañera. «Ciertamente son unos cretinos, pero si nuestro trabajo es buscar espero no tengamos que lidiar con sus carotas engreídas por mucho tiempo.» Pensaba mientras por fuera mantenía la sonrisa amable. Retiró el pincel de sus labios para poder hablar, dirigiéndose a aquel que tenían enfrente.
—Nos gustaría saber si su padre -que en paz descanse-, dejó alguna instrucción adicional que nos diera indicios de dónde podría localizarse — Complementó a las palabras de su compañera.
El hombre entrelazó las manos tras su espalda y se dió la vuelta caminando hasta la mesa de cristal. Los otros dos hermanos, se levantaron de sus asientos y también se pararon delante de la mesa de cristal. El de cabellos cortos se giró de nuevo hacia los genin, siendo que ahora los tres les observaban con semblantes serios.
—Sabemos, que nuestro padre aparentemente escondió el testamento con ayuda de un shinobi desconocido. Nosotros revisamos de pies a cabeza la casa, pero no lo encontramos. Lo único que tenemos es este pergamino con un acertijo — Soltó de pronto el de traje gris, dándose la vuelta para tomar el rollo de la mesa, extendiéndolo a los dos genin.
«¿Otro shinobi? Esto huele a problemas.» No pudo evitar arquear una ceja con escepticismo. Tomó la iniciativa para tomarlo y abrirlo de manera que su compañera también lo viese, sólo para abrir los ojos cómo platos. «No puede ser.» Una frase estaba inscrita: Lo que buscan está escondido donde los pasillos no tienen fin, jaja saludos. Independientemente del sentido del humor de aquel que dejó el mensaje, lo que llamaba la atención realmente era lo de abajo: un conjunto de símbolos que si bien alguien podría considerar sin sentido, fácilmente podían ser identificados por un practicante de fūinjutsu como las fórmulas de algo.
—Disculpe mi intromisión, pero me gustaría preguntar. ¿No es posible llamar al ninja que realizó este trabajo para que les diga dónde está el testamento? — Dijo mientras volvía a colocar de forma horizontal el pincel entre sus dientes, ojeando lo más que podía el pergamino.
—No tenemos ni idea. Padre lo hizo sin consultarnos nada, ninguno de los sirvientes sabe quién fue el responsable de esta treta — Se encogió de hombros. —Únicamente sabemos de él por lo que nos dijo el mayordomo.
El mayordomo, quién había estado silente hasta hace poco al lado de la puerta, tosió un poco.
—Urogaki-sama me comunicó su última voluntad entregándome ese pergamino. Yo no tenía idea tampoco de su existencia hasta que estaba en su lecho de muerte. El señor padecía ya de pérdida de la memoria y distintos delirios por su edad, por lo que nadie imaginó que preparase algo como esto. ¡Apenas comía ya en sus últimos días! Simplemente, me señaló con la mano, siendo que lo tuvo guardado todo este tiempo en su mesa de noche.
—¡No nos consultó nada! Ni siquiera nos permitió asesorarlo en esto, ¡nos hubiésemos ahorrado muchos problemas!
La mujer, de pronto se giró y abofeteó al de melena larga.
—¡¿Tan poco respeto tienes que lo único que te importa ahora es eso?!
—Nos gustaría saber si su padre -que en paz descanse-, dejó alguna instrucción adicional que nos diera indicios de dónde podría localizarse — Complementó a las palabras de su compañera.
El hombre entrelazó las manos tras su espalda y se dió la vuelta caminando hasta la mesa de cristal. Los otros dos hermanos, se levantaron de sus asientos y también se pararon delante de la mesa de cristal. El de cabellos cortos se giró de nuevo hacia los genin, siendo que ahora los tres les observaban con semblantes serios.
—Sabemos, que nuestro padre aparentemente escondió el testamento con ayuda de un shinobi desconocido. Nosotros revisamos de pies a cabeza la casa, pero no lo encontramos. Lo único que tenemos es este pergamino con un acertijo — Soltó de pronto el de traje gris, dándose la vuelta para tomar el rollo de la mesa, extendiéndolo a los dos genin.
«¿Otro shinobi? Esto huele a problemas.» No pudo evitar arquear una ceja con escepticismo. Tomó la iniciativa para tomarlo y abrirlo de manera que su compañera también lo viese, sólo para abrir los ojos cómo platos. «No puede ser.» Una frase estaba inscrita: Lo que buscan está escondido donde los pasillos no tienen fin, jaja saludos. Independientemente del sentido del humor de aquel que dejó el mensaje, lo que llamaba la atención realmente era lo de abajo: un conjunto de símbolos que si bien alguien podría considerar sin sentido, fácilmente podían ser identificados por un practicante de fūinjutsu como las fórmulas de algo.
—Disculpe mi intromisión, pero me gustaría preguntar. ¿No es posible llamar al ninja que realizó este trabajo para que les diga dónde está el testamento? — Dijo mientras volvía a colocar de forma horizontal el pincel entre sus dientes, ojeando lo más que podía el pergamino.
—No tenemos ni idea. Padre lo hizo sin consultarnos nada, ninguno de los sirvientes sabe quién fue el responsable de esta treta — Se encogió de hombros. —Únicamente sabemos de él por lo que nos dijo el mayordomo.
El mayordomo, quién había estado silente hasta hace poco al lado de la puerta, tosió un poco.
—Urogaki-sama me comunicó su última voluntad entregándome ese pergamino. Yo no tenía idea tampoco de su existencia hasta que estaba en su lecho de muerte. El señor padecía ya de pérdida de la memoria y distintos delirios por su edad, por lo que nadie imaginó que preparase algo como esto. ¡Apenas comía ya en sus últimos días! Simplemente, me señaló con la mano, siendo que lo tuvo guardado todo este tiempo en su mesa de noche.
—¡No nos consultó nada! Ni siquiera nos permitió asesorarlo en esto, ¡nos hubiésemos ahorrado muchos problemas!
La mujer, de pronto se giró y abofeteó al de melena larga.
—¡¿Tan poco respeto tienes que lo único que te importa ahora es eso?!