4/01/2016, 23:58
(Última modificación: 5/01/2016, 00:05 por Uchiha Datsue.)
Yoshi caminaba de forma pesada y lenta, con mucho cuidado de no pisar un charco congelado y caerse de bruces. El viento no ayudaba, ni tampoco las nubes que, a ratos, envolvían la luna llena en un abrazo espeso y opaco.
Sin embargo, varios candiles situados en la entrada de las rudimentarias casas de piedra que iban dejando atrás bañaban con su luz crepuscular trazos del camino por el que ascendían, facilitando su visión. Un camino hecho de piedra, húmedo y resbaladizo por el inclemente clima que asolaba aquellas montañas.
—Parece que no somos los primeros —murmuró Yoshi al distinguir a lo lejos un tumulto de personas.
El rumor de la muerte de un vecino se había extendido más rápido que el viento o, por lo menos, más rápido que ellos. A medida que se acercaba, Yoshi pudo distinguir a media docena de personas, vecinos todos ellos, hablando caóticamente entre ellos y congregándose en la entrada de la vivienda de Ryoma.
La casa era de piedra, con una ventana a la izquierda de la puerta y un solo piso. De tamaño más bien pequeño, se veía antigua pero capaz de resistir el duro clima de montaña. Las tejas del techo sobresalían de las paredes, otorgando unos centímetros extra de protección contra la lluvia para los que se pegasen a la pared. Además, colgando del borde del techo, justo en frente de la puerta, un fino hilo sujetaba a dos metros de altura lo que parecía una cola de leopardo. Bajo ella, un hombre de corta estatura, cuya calvicie sólo había dejado sobrevivir a un pelo corto y blanco situado en los laterales y parte posterior de la cabeza, trataba de poner orden.
—¿Es cierto lo que dice Aiko? —preguntó una voz.
—¿Está muerto Ryoma? —preguntó otra.
—¿Cómo ha muerto? —preguntó una tercera—. ¿En verdad ha sido un asesinato?
El hombre de corta estatura alzó los brazos, en un gesto lento y cansado, pero su voz sonó clara y firme cuando salió de su boca.
—¡Por favor, escuchadme todos! —Poco a poco, hombres y mujeres fueron callando, expectantes—. Es cierto que está muerto. Y sí, —corroboró—, lo han asesinado. No hay duda de ello.
Se oyó un par de chillidos, y las voces volvieron a resurgir, esta vez más agudas y caóticas. Pese a ser tan sólo media docena de personas, estaban armando un barullo monumental.
—¿Qué vamos a hacer?
—¡Hay que contratar a un shinobi! —propuso uno.
—¡Pero si no tenemos dinero! —exclamó otro.
—¿Y qué pretendéis, dejar a un asesino suelto por el pueblo? —se escandalizó una tercera.
—¡Por favor, calmaos todos! —trató de imponerse de nuevo el anciano de pequeña estatura—. ¡POR FAVOR! —rugió, y las voces se apagaron casi al unísono—. Lo que tengamos que decidir, ha de hacerse entre todo el pueblo. Mañana avisaremos a los que todavía no se han enterado de esta trágica noticia, y celebraremos como corresponde una gran ceremonia de entierro por nuestro querido vecino, Ryoma. ¡Y después decidiremos! —gritó, y aunque la orden no pareció contentar a todos, nadie levantó la voz para demostrarlo.
—Ooh, sí… —murmuró mientras acercaba las manos al fuego—. Esto es vida.
Había dejado su túnica empapada sobre el respaldo de una silla y se había sentado en otra que había arrastrado junto a la chimenea. El calor pronto penetró su piel, devolviéndole la sensibilidad a sus músculos y calentando sus mejillas heladas, a la vez que se preguntaba si existiría algo en el mundo más placentero que aquello.
—De hecho… —murmuró mientras torcía la cabeza—. Una taza de leche con chocolate humeante sería la guinda perfecta.
Junto a la barra, dos mujeres cuchicheaban entre ellas. Se preguntó si alguna de ellas sería la camarera de la posada, y afinó los oídos para tratar de captar sus palabras. Reunir información antes de actuar… Joder, estoy hecho todo un ninja.
—¿Crees que pudo ser Arashi? —preguntó una de ellas, cuyos ojos enrojecidos mostraban que había estado llorando recientemente. ¡Ja! ¡A estos ojos de Uchiha no se le escapa ni un detalle!
—No digas tonterías —le cortó la otra—. Ese hombre es un cobarde, además de un borracho, no tiene lo que hay que tener para hacer algo así.
—Pero tenía motivos… ¿Quién sino querría matarlo?
¡¿Cómo?! La sonrisa de suficiencia que esbozaba Datsue se torció en un gesto incrédulo. ¿Estaban hablando de un asesinato? Afinó todavía más los oídos y sus ojos prestaron atención a cada gesto, esperando la respuesta. Sin embargo, la pregunta quedó suspendida en el aire, como un espectro amenazante que nadie se atrevía a enfrentarse.
Sin embargo, varios candiles situados en la entrada de las rudimentarias casas de piedra que iban dejando atrás bañaban con su luz crepuscular trazos del camino por el que ascendían, facilitando su visión. Un camino hecho de piedra, húmedo y resbaladizo por el inclemente clima que asolaba aquellas montañas.
—Parece que no somos los primeros —murmuró Yoshi al distinguir a lo lejos un tumulto de personas.
El rumor de la muerte de un vecino se había extendido más rápido que el viento o, por lo menos, más rápido que ellos. A medida que se acercaba, Yoshi pudo distinguir a media docena de personas, vecinos todos ellos, hablando caóticamente entre ellos y congregándose en la entrada de la vivienda de Ryoma.
La casa era de piedra, con una ventana a la izquierda de la puerta y un solo piso. De tamaño más bien pequeño, se veía antigua pero capaz de resistir el duro clima de montaña. Las tejas del techo sobresalían de las paredes, otorgando unos centímetros extra de protección contra la lluvia para los que se pegasen a la pared. Además, colgando del borde del techo, justo en frente de la puerta, un fino hilo sujetaba a dos metros de altura lo que parecía una cola de leopardo. Bajo ella, un hombre de corta estatura, cuya calvicie sólo había dejado sobrevivir a un pelo corto y blanco situado en los laterales y parte posterior de la cabeza, trataba de poner orden.
—¿Es cierto lo que dice Aiko? —preguntó una voz.
—¿Está muerto Ryoma? —preguntó otra.
—¿Cómo ha muerto? —preguntó una tercera—. ¿En verdad ha sido un asesinato?
El hombre de corta estatura alzó los brazos, en un gesto lento y cansado, pero su voz sonó clara y firme cuando salió de su boca.
—¡Por favor, escuchadme todos! —Poco a poco, hombres y mujeres fueron callando, expectantes—. Es cierto que está muerto. Y sí, —corroboró—, lo han asesinado. No hay duda de ello.
Se oyó un par de chillidos, y las voces volvieron a resurgir, esta vez más agudas y caóticas. Pese a ser tan sólo media docena de personas, estaban armando un barullo monumental.
—¿Qué vamos a hacer?
—¡Hay que contratar a un shinobi! —propuso uno.
—¡Pero si no tenemos dinero! —exclamó otro.
—¿Y qué pretendéis, dejar a un asesino suelto por el pueblo? —se escandalizó una tercera.
—¡Por favor, calmaos todos! —trató de imponerse de nuevo el anciano de pequeña estatura—. ¡POR FAVOR! —rugió, y las voces se apagaron casi al unísono—. Lo que tengamos que decidir, ha de hacerse entre todo el pueblo. Mañana avisaremos a los que todavía no se han enterado de esta trágica noticia, y celebraremos como corresponde una gran ceremonia de entierro por nuestro querido vecino, Ryoma. ¡Y después decidiremos! —gritó, y aunque la orden no pareció contentar a todos, nadie levantó la voz para demostrarlo.
*** *** ***
—Ooh, sí… —murmuró mientras acercaba las manos al fuego—. Esto es vida.
Había dejado su túnica empapada sobre el respaldo de una silla y se había sentado en otra que había arrastrado junto a la chimenea. El calor pronto penetró su piel, devolviéndole la sensibilidad a sus músculos y calentando sus mejillas heladas, a la vez que se preguntaba si existiría algo en el mundo más placentero que aquello.
—De hecho… —murmuró mientras torcía la cabeza—. Una taza de leche con chocolate humeante sería la guinda perfecta.
Junto a la barra, dos mujeres cuchicheaban entre ellas. Se preguntó si alguna de ellas sería la camarera de la posada, y afinó los oídos para tratar de captar sus palabras. Reunir información antes de actuar… Joder, estoy hecho todo un ninja.
—¿Crees que pudo ser Arashi? —preguntó una de ellas, cuyos ojos enrojecidos mostraban que había estado llorando recientemente. ¡Ja! ¡A estos ojos de Uchiha no se le escapa ni un detalle!
—No digas tonterías —le cortó la otra—. Ese hombre es un cobarde, además de un borracho, no tiene lo que hay que tener para hacer algo así.
—Pero tenía motivos… ¿Quién sino querría matarlo?
¡¿Cómo?! La sonrisa de suficiencia que esbozaba Datsue se torció en un gesto incrédulo. ¿Estaban hablando de un asesinato? Afinó todavía más los oídos y sus ojos prestaron atención a cada gesto, esperando la respuesta. Sin embargo, la pregunta quedó suspendida en el aire, como un espectro amenazante que nadie se atrevía a enfrentarse.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado