6/01/2016, 17:44
Sentado y con los ojos cerrados, Karamaru seguía en su sueño pronto a terminarse. Comenzó a sentir un zumbido, uno molesto y fuerte. Se sentía en su oído derecho y aunque se movía para quitárselo aun estaba allí. Poco a poco lo fue despertando, de una manera insoportable, pero lo despertó al fin. Una mosca revoloteaba alrededor de su calva cabeza que, casi a propósito, se fue al ver al pelado despertar. Obviamente, el monje la maldijo un largo rato hasta despertarse y despabilarse del todo.
La cortina de la ventana estaba cerrada y el brillo que entraba por ellas parecía mostrar que ya había amanecido. La casa estaba en silencio, aunque para ese momento ya era una costumbre. Se revisó su herida, ya no le dolía, pero seguía con la venda sobre su hombro. Seguramente estaría así un par de días más, tal vez solamente hasta llegar a su hogar.
«¿En serio dormí tanto?» de preguntaba asombrado a si mismo.
Se paró y vio la blanca habitación iluminada por una tenue luz rojiza. El Sol la iluminaba, pero lejos de asombrarse por eso, el calvo camino lentamente frotándose los ojos hacia la puerta. En ese momento se llevó una sorpresa. Vio a la anciana, acompañada de su nieta, salir a toda velocidad por el pasillo principal para pasar por la puerta de calle. Asombrado, el calvo se quedo congelado, tratando de deducir que pasaba. Fue a la sala, la misma en la había visto a la familia cerca de la chimenea la noche anterior, pero no pasaba nada. Estaban todas las cortinas cerradas, nuevamente, y la misma luz rojiza se encontraba en ese lugar. Fue cuando Karamaru la comenzó a sentir un poco rara, no parecía ser la luz común de un amanecer. Algo raro estaba pasando.
Fue entonces, cuando escucho gritos a la salida. Rápidamente comenzó a correr para llegar al exterior junto a la anciana e Iori. Ahora entendía porque ambas salieron corriendo, ahora entendía porque la iluminación rojiza. Se quedó mirando la gente correr, la madera quemarse y en el medio del incendio una palabra se le cruzó por la cabeza.
«Kazuma...»
La cortina de la ventana estaba cerrada y el brillo que entraba por ellas parecía mostrar que ya había amanecido. La casa estaba en silencio, aunque para ese momento ya era una costumbre. Se revisó su herida, ya no le dolía, pero seguía con la venda sobre su hombro. Seguramente estaría así un par de días más, tal vez solamente hasta llegar a su hogar.
«¿En serio dormí tanto?» de preguntaba asombrado a si mismo.
Se paró y vio la blanca habitación iluminada por una tenue luz rojiza. El Sol la iluminaba, pero lejos de asombrarse por eso, el calvo camino lentamente frotándose los ojos hacia la puerta. En ese momento se llevó una sorpresa. Vio a la anciana, acompañada de su nieta, salir a toda velocidad por el pasillo principal para pasar por la puerta de calle. Asombrado, el calvo se quedo congelado, tratando de deducir que pasaba. Fue a la sala, la misma en la había visto a la familia cerca de la chimenea la noche anterior, pero no pasaba nada. Estaban todas las cortinas cerradas, nuevamente, y la misma luz rojiza se encontraba en ese lugar. Fue cuando Karamaru la comenzó a sentir un poco rara, no parecía ser la luz común de un amanecer. Algo raro estaba pasando.
Fue entonces, cuando escucho gritos a la salida. Rápidamente comenzó a correr para llegar al exterior junto a la anciana e Iori. Ahora entendía porque ambas salieron corriendo, ahora entendía porque la iluminación rojiza. Se quedó mirando la gente correr, la madera quemarse y en el medio del incendio una palabra se le cruzó por la cabeza.
«Kazuma...»
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘