2/08/2020, 15:13
—Sí... hace unos meses tuve que pasar por allí para llegar al País del Rayo. Aunque no me quedé mucho tiempo.
Si lo hubiese dicho con su habitual voz de pollo loco, Kinumi hubiese presionado para que le diese más detalles. Al fin y al cabo, cualquier información que pudiese tener adicional a lo general sería una ventaja sobre el terreno. Sin embargo, Toshio se puso serio. Algo que ni en su momento de mayor concentración había hecho. Así que la Uchiha dejó pasar el tema.
En apenas un par de horas se plantaron en la estación, llegando justo en la hora punta. Senju Shiten estaba en la puerta vigilando, tanto Kinumi como Toshio lo habrían visto un par de veces de encargado en el edificio de la Morikage. La Uchiha, conociendolo solo de vista, no se atrevió a saludarle, sin embargo, Shiten les dedicó una sonrisa y un asentimiento de reconocimiento, pero poco más podían decirse entre la muchedumbre.
Kinumi agarró la mano de Toshio y lo arrastró como pudo hasta donde se compraban los billetes. Salía un tren en cuestión de minutos hacia Tane-Shigai, que después partiría hacia la Villa de las Aguas Termales, haciendo parada en los Arrozales del Silencio. Cogieron dos de los cuatro billetes que quedaban libres. Sus camas estaban hacinadas al final del tren en el recoveco más estrecho, pero la Uchiha ni preguntó ni dudó y después arrastró al pelirrojo hasta el tren en cuestión.
Consiguieron meterse en el último vagón segundos antes de que todo empezase a moverse.
— Buf, pensaba que no lo conseguíamos. ¡Una señora casi me muerde! — comentó Kinumi mientras se apoyaba en una pared para recuperar el aliento. — ¿Qué te han parecido los trenes?
Toshio se hubiese maravillado ante la inmensidad de metal que les llevaba ahora mismo si hubiese tenido un segundo para contemplarlo. Pero todo lo que recordaba era gente, y gente, y sus pies intentando encontrar suelo en vez de otros pies y Kinumi paseandolo sin piedad por toda la estación.
Si lo hubiese dicho con su habitual voz de pollo loco, Kinumi hubiese presionado para que le diese más detalles. Al fin y al cabo, cualquier información que pudiese tener adicional a lo general sería una ventaja sobre el terreno. Sin embargo, Toshio se puso serio. Algo que ni en su momento de mayor concentración había hecho. Así que la Uchiha dejó pasar el tema.
En apenas un par de horas se plantaron en la estación, llegando justo en la hora punta. Senju Shiten estaba en la puerta vigilando, tanto Kinumi como Toshio lo habrían visto un par de veces de encargado en el edificio de la Morikage. La Uchiha, conociendolo solo de vista, no se atrevió a saludarle, sin embargo, Shiten les dedicó una sonrisa y un asentimiento de reconocimiento, pero poco más podían decirse entre la muchedumbre.
Kinumi agarró la mano de Toshio y lo arrastró como pudo hasta donde se compraban los billetes. Salía un tren en cuestión de minutos hacia Tane-Shigai, que después partiría hacia la Villa de las Aguas Termales, haciendo parada en los Arrozales del Silencio. Cogieron dos de los cuatro billetes que quedaban libres. Sus camas estaban hacinadas al final del tren en el recoveco más estrecho, pero la Uchiha ni preguntó ni dudó y después arrastró al pelirrojo hasta el tren en cuestión.
Consiguieron meterse en el último vagón segundos antes de que todo empezase a moverse.
— Buf, pensaba que no lo conseguíamos. ¡Una señora casi me muerde! — comentó Kinumi mientras se apoyaba en una pared para recuperar el aliento. — ¿Qué te han parecido los trenes?
Toshio se hubiese maravillado ante la inmensidad de metal que les llevaba ahora mismo si hubiese tenido un segundo para contemplarlo. Pero todo lo que recordaba era gente, y gente, y sus pies intentando encontrar suelo en vez de otros pies y Kinumi paseandolo sin piedad por toda la estación.