9/01/2016, 01:20
La respuesta fue instantánea. Una resplandefiente sonrisa apareció en el rostro de Datsue nada más escuchar sus palabras de confirmación.
—Sí. La primera parte del plan es…
Ayame le escuchaba con atención, pero para nada podría haber previsto lo que vendría a continuación:
—¡CORRER!
Ni siquiera había terminado de asimilar aquella única indicación. Datsue la había tomado de la mano y, para cuando fue consciente de su situación,ambos habían arrancado a correr siguiendo la estela del carromato.
—E... ¡Espera! ¿Qué vas a...? comenzó a preguntar, pero Ayame se vio incapaz de terminar siquiera.
La lluvia arreciaba, pero ella apebas sentía las gotas de agua punzando su piel. Estaba en su medio, corría de manera tan natural como podría haberlo hecho por una pradera en una tranquila tarde de verano.
Pasado el puente, el carro giró a la izquierda, y Ayame se vio forzada a incrementar la velocidad de carrera cuando sintió un tirón en la muñeca a consecuencia del arrastre del mercader. Corrían en zig-zag, esquivando como podían a las personas que se interponían en su camino y empujando a otras tantas. Ayame ni siquiera tenía tiempo para pedir disculpas.
Llegaron al final del puente, y allí terminó la carrera. Por el momento. Datsue soltó su muñeca y rompió a toser. Ayame aprovechó aquel momento de descanso para frotarse el entumecimiento con gesto distraído, mientras se esforzaba por recuperar el aliento.
—Esto, eh... ¿Ese no era el camino que me decías antes? —comentó Datsue, y Ayame no pudo evitar dirigirle una mirada cargada de confusión ante el repentino cambio de prioridades.
—Q... ¿Qué...?
Y mientras los dos muchachos seguían divagando, el carromato se alejaba tras la cortina de agua, de camino hacia el sur.
«Me voy a alejar del puente... Kōri me va a matar...» Reparó Ayame entonces, pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás.
De hecho, apenas había cruzado ese pensamiento su mente cuando Datsue arrancó a correr de nuevo. Ayame se colocó enseguida a su par, esta vez libre de verse arrastrada.
—Ah, y… Antes te dije que la primera parte del plan era correr… —le dijo entonces—. Respecto a la segunda parte todavía no estoy muy seguro.
—¿Estás de broma? —le respondió ella, con una mirada cargada de terror.
—Pero tú eres kunoichi, ¿no? ¡Seguro que se te ocurre algo!
Ayame torció el gesto. Odiaba que le dieran las riendas de la situación de aquella manera. Ella era una seguidora, no una líder. Y mucho menos en unas circunstancias que desconocía por completo.
—No sé... Yo... —balbuceaba, entre resuellos de esfuerzo—. Creo que lo mejor... Sería separar a Tormenta de él para poder... Recuperarlo
«Robarlo.»
—¿Sabes hacia dónde se dirige? Quizás podríamos engañarle de alguna manera... Para que baje la guardia...
—Sí. La primera parte del plan es…
Ayame le escuchaba con atención, pero para nada podría haber previsto lo que vendría a continuación:
—¡CORRER!
Ni siquiera había terminado de asimilar aquella única indicación. Datsue la había tomado de la mano y, para cuando fue consciente de su situación,ambos habían arrancado a correr siguiendo la estela del carromato.
—E... ¡Espera! ¿Qué vas a...? comenzó a preguntar, pero Ayame se vio incapaz de terminar siquiera.
La lluvia arreciaba, pero ella apebas sentía las gotas de agua punzando su piel. Estaba en su medio, corría de manera tan natural como podría haberlo hecho por una pradera en una tranquila tarde de verano.
Pasado el puente, el carro giró a la izquierda, y Ayame se vio forzada a incrementar la velocidad de carrera cuando sintió un tirón en la muñeca a consecuencia del arrastre del mercader. Corrían en zig-zag, esquivando como podían a las personas que se interponían en su camino y empujando a otras tantas. Ayame ni siquiera tenía tiempo para pedir disculpas.
Llegaron al final del puente, y allí terminó la carrera. Por el momento. Datsue soltó su muñeca y rompió a toser. Ayame aprovechó aquel momento de descanso para frotarse el entumecimiento con gesto distraído, mientras se esforzaba por recuperar el aliento.
—Esto, eh... ¿Ese no era el camino que me decías antes? —comentó Datsue, y Ayame no pudo evitar dirigirle una mirada cargada de confusión ante el repentino cambio de prioridades.
—Q... ¿Qué...?
Y mientras los dos muchachos seguían divagando, el carromato se alejaba tras la cortina de agua, de camino hacia el sur.
«Me voy a alejar del puente... Kōri me va a matar...» Reparó Ayame entonces, pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás.
De hecho, apenas había cruzado ese pensamiento su mente cuando Datsue arrancó a correr de nuevo. Ayame se colocó enseguida a su par, esta vez libre de verse arrastrada.
—Ah, y… Antes te dije que la primera parte del plan era correr… —le dijo entonces—. Respecto a la segunda parte todavía no estoy muy seguro.
—¿Estás de broma? —le respondió ella, con una mirada cargada de terror.
—Pero tú eres kunoichi, ¿no? ¡Seguro que se te ocurre algo!
Ayame torció el gesto. Odiaba que le dieran las riendas de la situación de aquella manera. Ella era una seguidora, no una líder. Y mucho menos en unas circunstancias que desconocía por completo.
—No sé... Yo... —balbuceaba, entre resuellos de esfuerzo—. Creo que lo mejor... Sería separar a Tormenta de él para poder... Recuperarlo
«Robarlo.»
—¿Sabes hacia dónde se dirige? Quizás podríamos engañarle de alguna manera... Para que baje la guardia...