9/01/2016, 12:47
—Jajaja… —se reía, y no porque le pareciera gracioso o tonto. Se reía por la ironía, porque al fin comprendía la razón de aquella mujer que le salvo la vida hacia tanto tiempo.— Gracias Mizumi Eri. De verdad… Tus palabras son... Cálidas y reconfortantes
Torció la cabeza mientras creaba una sonrisa en los labios, es más, incluso dejó salir sus dientes blanquecinos ante las palabras del joven. No esperaba una contestación a su emotivo discurso, ni tampoco las palabras que él había soltado, por eso se sentía extrañamente feliz, porque parecía que sí le había servido, que el mensaje que de su boca había salido, impactaba directamente en el corazón o en la cabeza del Ishimura, y, como ninja médico que era, ella solo quería ayudar a la gente, y por fin había conseguido hacerlo.
-De nada, Kazuma-san - Susurró, mientras jugaba con uno de sus largos mechones de pelo.
Y a partir de ahí, el trayecto fue acompañado por un silencio agradable, de esos que aparecen cuando estás con tus amigos mirando el cielo y nadie habla para estropear el momento, porque era una escena agradable que ninguno de los dos quería destrozar aún cuando se morían de ganas por decir algo, ya fueran preguntas o curiosidades, ya fueran bobadas o bromas. Porque el silencio es la mejor forma de expresarse de muchas maneras. Y como bien había leído alguna vez: si tus palabras no son mejores que el silencio, entonces cállate.
Pero el momento duró poco, cuando llegaron a un lugar con bastante gente, la mayoría eran personas ya adultas vestidas de manera muy elegante. ¿No podían ni estar fuera de aquí al menos hasta que dejase de llover? Porque la tierra seguía húmeda. Suspiró, la gente de Uzushio a veces podía resultar muy extraña. Pero, Eri no se sentía mal por eso en aquel momento, lo peor, para ella; era toda esa gente que se había arremolinado al rededor del carruaje, impidiendo marchar y chillando como locas que les encantaba el vestido que su vecina le había encargado llevar. Suspiró muy lentamente, sin que las mujeres se dieran cuenta de su nerviosismo, y levantándose sobre el carruaje, dio una vuelta sobre sí misma para que vieran el vestido en su mejor esplendor.
Cuando la pequeña improvisación de giro terminó, observó como Kazuma era devorado metafóricamente por una mujer ya entrada en años, rechoncha y con los labios pintados de rojo chillón. La huérfana ahogó una risa y se aventuró a interferir entre la mujer y su cochero.
-Disculpe, pero el joven Ishimura es mi cochero por hoy, es su trabajo, ¿no lo sabía? En verano dan vueltas a todo el Jardín de Cerezos. - Hizo gala de sus mejores artimañas, que en verdad no eran muy buenas, pero al menos lo intentaba. - ¿por qué no nos dejan pasar, y así cuando termine mi pequeño paseo, ustedes pueden agenciarse un carruaje y ser la envidia de todo el jardín? - Terminó guiñando un ojo a las féminas que se encontraban ahí, luego se sentó de nuevo en su asiento, colocándose el vestido como si fuera lo más preciado en el mundo, esperando que el joven albino continuase y pasasen el tramo del té, como lo llamaría a partir de ese entonces.
Torció la cabeza mientras creaba una sonrisa en los labios, es más, incluso dejó salir sus dientes blanquecinos ante las palabras del joven. No esperaba una contestación a su emotivo discurso, ni tampoco las palabras que él había soltado, por eso se sentía extrañamente feliz, porque parecía que sí le había servido, que el mensaje que de su boca había salido, impactaba directamente en el corazón o en la cabeza del Ishimura, y, como ninja médico que era, ella solo quería ayudar a la gente, y por fin había conseguido hacerlo.
-De nada, Kazuma-san - Susurró, mientras jugaba con uno de sus largos mechones de pelo.
Y a partir de ahí, el trayecto fue acompañado por un silencio agradable, de esos que aparecen cuando estás con tus amigos mirando el cielo y nadie habla para estropear el momento, porque era una escena agradable que ninguno de los dos quería destrozar aún cuando se morían de ganas por decir algo, ya fueran preguntas o curiosidades, ya fueran bobadas o bromas. Porque el silencio es la mejor forma de expresarse de muchas maneras. Y como bien había leído alguna vez: si tus palabras no son mejores que el silencio, entonces cállate.
Pero el momento duró poco, cuando llegaron a un lugar con bastante gente, la mayoría eran personas ya adultas vestidas de manera muy elegante. ¿No podían ni estar fuera de aquí al menos hasta que dejase de llover? Porque la tierra seguía húmeda. Suspiró, la gente de Uzushio a veces podía resultar muy extraña. Pero, Eri no se sentía mal por eso en aquel momento, lo peor, para ella; era toda esa gente que se había arremolinado al rededor del carruaje, impidiendo marchar y chillando como locas que les encantaba el vestido que su vecina le había encargado llevar. Suspiró muy lentamente, sin que las mujeres se dieran cuenta de su nerviosismo, y levantándose sobre el carruaje, dio una vuelta sobre sí misma para que vieran el vestido en su mejor esplendor.
Cuando la pequeña improvisación de giro terminó, observó como Kazuma era devorado metafóricamente por una mujer ya entrada en años, rechoncha y con los labios pintados de rojo chillón. La huérfana ahogó una risa y se aventuró a interferir entre la mujer y su cochero.
-Disculpe, pero el joven Ishimura es mi cochero por hoy, es su trabajo, ¿no lo sabía? En verano dan vueltas a todo el Jardín de Cerezos. - Hizo gala de sus mejores artimañas, que en verdad no eran muy buenas, pero al menos lo intentaba. - ¿por qué no nos dejan pasar, y así cuando termine mi pequeño paseo, ustedes pueden agenciarse un carruaje y ser la envidia de todo el jardín? - Terminó guiñando un ojo a las féminas que se encontraban ahí, luego se sentó de nuevo en su asiento, colocándose el vestido como si fuera lo más preciado en el mundo, esperando que el joven albino continuase y pasasen el tramo del té, como lo llamaría a partir de ese entonces.