31/08/2020, 19:32
Una débil voz sonó desde el otro lado de la puerta, y Kintsugi asintió satisfecha. Pero antes de abrir siquiera la puerta, se volvió hacia la enfermera.
—Por favor, déjeme hablar con él a solas —sus palabras eran una petición, pero su tono de voz era una orden.
La enfermera se removió en el sitio, inquieta. Estaba claro que no le agradaba la idea de dejar a un paciente como Kazuma a solas con otra persona, pero poco podría hacer frente a la autoridad de la Hierba.
—E... está bien. Si necesita cualquier cosa, por favor avíseme de inmediato. Y... por favor, sea delicada con él, su estado...
—No te preocupes, Kaori. Así lo haré.
La enfermera terminó por retirarse, aunque a regañadientes, y sólo entonces la Morikage corrió la puerta y se adentró en el interior de la habitación. Lo primero que notó fue el penetrante y característico olor de los antisépticos, pero la mujer volvió la cabeza hacia la camilla. Kazuma se había reincorporado, pero su aspecto aún dejaba mucho que desear. Tenía la mirada prácticamente perdida, los ojos hundidos... y la cabeza prácticamente envuelta en apretados vendajes.
—Me alegra ver que ya has despertado —le dijo, afable—. ¿Cómo te encuentras?
—Por favor, déjeme hablar con él a solas —sus palabras eran una petición, pero su tono de voz era una orden.
La enfermera se removió en el sitio, inquieta. Estaba claro que no le agradaba la idea de dejar a un paciente como Kazuma a solas con otra persona, pero poco podría hacer frente a la autoridad de la Hierba.
—E... está bien. Si necesita cualquier cosa, por favor avíseme de inmediato. Y... por favor, sea delicada con él, su estado...
—No te preocupes, Kaori. Así lo haré.
La enfermera terminó por retirarse, aunque a regañadientes, y sólo entonces la Morikage corrió la puerta y se adentró en el interior de la habitación. Lo primero que notó fue el penetrante y característico olor de los antisépticos, pero la mujer volvió la cabeza hacia la camilla. Kazuma se había reincorporado, pero su aspecto aún dejaba mucho que desear. Tenía la mirada prácticamente perdida, los ojos hundidos... y la cabeza prácticamente envuelta en apretados vendajes.
—Me alegra ver que ya has despertado —le dijo, afable—. ¿Cómo te encuentras?