14/09/2020, 17:06
—Ya veo...
Sí, yo también me quedé con aquella sensación después de confirmar que ningún kusajin sabía los motivos de la llegada de aquel General.
En ese caso mandaré reforzar la vigilancia, tanto en Kusagakure, como en el resto del País de los Bosques. No podemos que esos Monstruos campen a sus anchas entre nuestros árboles.
— Cuente conmigo para lo que sea, Morikage-sama
Algo dentro de mí me hizo sonar realmente determinado, sin titubeos. Mi tierra, mi aldea, mi gente, la de todos los kusajin, los defendería con mi vida siempre que fuera necesario. Era algo que tenía muy arraigado y, curiosamente, el hecho de que el que en su momento consideraba como mi mejor amigo dentro de toda Kusagakure, traicionase a la aldea como lo había hecho, lo que había provocado que esa actitud se fortaleciese todavía más.
—Lo has hecho bien, Yota. Has cumplido con tu deber como cualquier shinobi de Kusagakure debería hacer —
La Morikage se había vuelto, rebuscando entre sus cajones del escritorio, alabando mis actos durante aquel día. No pude evitarlo y se me hinchó el pecho, me acababa de felicitar por lo que había hecho y entonces cuando parecía que las emociones se habían acabado, soltó un objeto que terminó con un simple tintineo sobre la mesa. Mis ojos casi se salieron de sus órbitas y fue inútil tratar de evitar una estúpida sonrisa que ya se había dibujado en mi rostro.
Es hora de que te regrese esto. Es hora que vuelvas a ser un shinobi de Kusagakure.
— ¿De verdad? Y-yo no sé qué decir...
Daba pasos sobre seguro, tratando de acercarme hasta la bandana que se me había arrebatado no hacía demasiado.
— No sé cómo agradecerle que vuelva a confiar en mí... — dije finalmente cogiendo con ambas manos aquel trozo de tela verde que lucía la placa metálica con el símbolo de la hierba.
Sí, yo también me quedé con aquella sensación después de confirmar que ningún kusajin sabía los motivos de la llegada de aquel General.
En ese caso mandaré reforzar la vigilancia, tanto en Kusagakure, como en el resto del País de los Bosques. No podemos que esos Monstruos campen a sus anchas entre nuestros árboles.
— Cuente conmigo para lo que sea, Morikage-sama
Algo dentro de mí me hizo sonar realmente determinado, sin titubeos. Mi tierra, mi aldea, mi gente, la de todos los kusajin, los defendería con mi vida siempre que fuera necesario. Era algo que tenía muy arraigado y, curiosamente, el hecho de que el que en su momento consideraba como mi mejor amigo dentro de toda Kusagakure, traicionase a la aldea como lo había hecho, lo que había provocado que esa actitud se fortaleciese todavía más.
—Lo has hecho bien, Yota. Has cumplido con tu deber como cualquier shinobi de Kusagakure debería hacer —
La Morikage se había vuelto, rebuscando entre sus cajones del escritorio, alabando mis actos durante aquel día. No pude evitarlo y se me hinchó el pecho, me acababa de felicitar por lo que había hecho y entonces cuando parecía que las emociones se habían acabado, soltó un objeto que terminó con un simple tintineo sobre la mesa. Mis ojos casi se salieron de sus órbitas y fue inútil tratar de evitar una estúpida sonrisa que ya se había dibujado en mi rostro.
Es hora de que te regrese esto. Es hora que vuelvas a ser un shinobi de Kusagakure.
— ¿De verdad? Y-yo no sé qué decir...
Daba pasos sobre seguro, tratando de acercarme hasta la bandana que se me había arrebatado no hacía demasiado.
— No sé cómo agradecerle que vuelva a confiar en mí... — dije finalmente cogiendo con ambas manos aquel trozo de tela verde que lucía la placa metálica con el símbolo de la hierba.
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa