18/09/2020, 20:34
Apenas el primer rayo de sol surcó el azul cielo, la inmortal apoyó las manos en la puerta principal del edificio que se erigía rente a ella, esa enorme puerta de bambú. Se trataba ni mas ni menos que del edificio del Uzukage, y con ésta acción la chica accedió a la iluminada estancia principal. A su izquierda, en la recepción, pudo ver que se encontraba la kunoichi de rojiza cabellera que en alguna ocasión le había atendido, Uzumaki Kiyomi. La chunin andaba con el pelo recogido, y manejaba numerosos papeles. De vez en cuando sellaba alguno que otro, grapaba otros con unos, y hacía montañas con los susodichos intentando de manejar la situación sobre su zona de trabajo. Sin embargo, la mujer lucía bastante alegre, en contra de lo que pudiese parecer ese infierno burocrático.
—¡Bueeeeenos días! —anunció la pelirroja que recién entraba al lugar. —¿Que tal todo Kiyomi? ¿los niños bien?
La mujer acentuó su sonrisa viendo que se trataba de Aiko. La genin había pasado por incontables decepciones en sus misiones, y la chunin había sido un valioso aliado que siempre la había animado a no sucumbir. Al final, el roce hace el cariño, o eso dicen.
—Hoy hay bastante trabajo, pero nada que no se pueda sobrellevar, cariño. Los niños andan más salvajes que nunca, pero bueno, son etapas...
»¿Y tu qué tal? ¿vienes a por una misión? —preguntó en lo que miraba hacia un flanco, en busca de algunos pergaminos. —Creo... creo que tengo por aquí... alguna misión disponible de rango D... algún trabajito sencillito.
Aiko se aproximó un poco, entrecruzando los brazos estrepitosamente —N-no, no, no es eso. Al menos no del todo. Había quedado con Datsue para hacer una misión, y que me aconsejase un poco. Por cierto, ¿está por aquí?
—¡Bueeeeenos días! —anunció la pelirroja que recién entraba al lugar. —¿Que tal todo Kiyomi? ¿los niños bien?
La mujer acentuó su sonrisa viendo que se trataba de Aiko. La genin había pasado por incontables decepciones en sus misiones, y la chunin había sido un valioso aliado que siempre la había animado a no sucumbir. Al final, el roce hace el cariño, o eso dicen.
—Hoy hay bastante trabajo, pero nada que no se pueda sobrellevar, cariño. Los niños andan más salvajes que nunca, pero bueno, son etapas...
»¿Y tu qué tal? ¿vienes a por una misión? —preguntó en lo que miraba hacia un flanco, en busca de algunos pergaminos. —Creo... creo que tengo por aquí... alguna misión disponible de rango D... algún trabajito sencillito.
Aiko se aproximó un poco, entrecruzando los brazos estrepitosamente —N-no, no, no es eso. Al menos no del todo. Había quedado con Datsue para hacer una misión, y que me aconsejase un poco. Por cierto, ¿está por aquí?