21/09/2020, 00:01
— Claro, claro. Alerta es mi segundo nombre.
La sobreconfianza de Toshio siempre la ponía nerviosa, y en una situación tensa como era esa, le doblaba el nerviosismo. Estaba bien ser positivo, una sobredosis de algo bueno es ponzoña de la más dolorosa. De ahí que cuando Toshio no mostraba ningún tipo de preocupación, ella se preocupaba por ambos.
Por suerte, eso la hacía aún más eficiente en cuanto a vigilar se trataba. Pasaron un buen rato adentrandose en el bosque hasta su zona más espesa, que era bastante menos espesa que cualquier bosque de su país.
Toshio oiría un silbido y una rama le caería justo por delante de la cara, sin llegar a tocarle pero pasando justo por delante suyo. Si levantaba la cabeza, vería a Kinumi señalando a su derecha.
Si se fijaba en dicha dirección, en vez de mirar justo delante suyo como había hecho todo el camino, vería a uno, dos y hasta tres lobos alimentandose de algo que estaba en el suelo. Los sonidos que le llegaban eran de las dentelladas húmedas que le daban a su presa, una tras otra. Parecían estar dandose un buen festín.
La hierba era lo bastante alta como para ocultar lo que comían los animales, pero no tanto para ocultar sus lobos y sus cabezas, que levantaban ligeramente tras cada mordisco. Un árbol le tapaba la visión del lado más alejado, pudiendo o no haber más lobos allí.
No parecían haberse percatado de su presencia, aún estaban lejos y estaban ocupados. Kinumi esperó que su veterano y jefe temporal decidiera qué hacer.
La sobreconfianza de Toshio siempre la ponía nerviosa, y en una situación tensa como era esa, le doblaba el nerviosismo. Estaba bien ser positivo, una sobredosis de algo bueno es ponzoña de la más dolorosa. De ahí que cuando Toshio no mostraba ningún tipo de preocupación, ella se preocupaba por ambos.
Por suerte, eso la hacía aún más eficiente en cuanto a vigilar se trataba. Pasaron un buen rato adentrandose en el bosque hasta su zona más espesa, que era bastante menos espesa que cualquier bosque de su país.
Toshio oiría un silbido y una rama le caería justo por delante de la cara, sin llegar a tocarle pero pasando justo por delante suyo. Si levantaba la cabeza, vería a Kinumi señalando a su derecha.
Si se fijaba en dicha dirección, en vez de mirar justo delante suyo como había hecho todo el camino, vería a uno, dos y hasta tres lobos alimentandose de algo que estaba en el suelo. Los sonidos que le llegaban eran de las dentelladas húmedas que le daban a su presa, una tras otra. Parecían estar dandose un buen festín.
La hierba era lo bastante alta como para ocultar lo que comían los animales, pero no tanto para ocultar sus lobos y sus cabezas, que levantaban ligeramente tras cada mordisco. Un árbol le tapaba la visión del lado más alejado, pudiendo o no haber más lobos allí.
No parecían haberse percatado de su presencia, aún estaban lejos y estaban ocupados. Kinumi esperó que su veterano y jefe temporal decidiera qué hacer.