3/10/2020, 23:07
Los tres shinobi llegaron a su destino sin ningún tipo de contratiempo.
Amedama Daruu bajó del ferrocarril y comenzó a andar por las calles de Yachi. Seguramente sería a él a quien más familiar le pareciera el lugar, ya que tenía su madre tenía una pequeña cabaña cerca de allí donde solían pasar juntos los días festivos. Pero en aquellos instantes todo parecía particularmente diferente, sobre todo con todas aquellas calabazas que parecían estar siguiéndole con la mirada de sus cuencas vacías. Un par de calles más allá, el shinobi de Amegakure reconoció los cabellos pelirrojos de Uzumaki Eri. Aunque no sería la única cara conocida del día: Otro shinobi, esta vez de Kusagakure, se acercó hasta ambos para saludar. Se trataba de Sasagani Yota, acompañado como siempre de su inseparable amiga arácnida.
Aunque antes de que cualquiera de ellos pudiera responder, un par de siluetas muy pequeñas les salieron al paso y prácticamente se tropezaron con ellos.
—¡BU! —gritó un chiquillo, que no debía pasar ni de los diez años.
Y a aquel le respondió otra niña de cabellos rubios entre sonoras carcajadas.
—¡Os hemos pillado, shinobi! ¡Buuuuuuuu!
Y echaron a correr, como alma que lleva el diablo, calle arriba.
Amedama Daruu bajó del ferrocarril y comenzó a andar por las calles de Yachi. Seguramente sería a él a quien más familiar le pareciera el lugar, ya que tenía su madre tenía una pequeña cabaña cerca de allí donde solían pasar juntos los días festivos. Pero en aquellos instantes todo parecía particularmente diferente, sobre todo con todas aquellas calabazas que parecían estar siguiéndole con la mirada de sus cuencas vacías. Un par de calles más allá, el shinobi de Amegakure reconoció los cabellos pelirrojos de Uzumaki Eri. Aunque no sería la única cara conocida del día: Otro shinobi, esta vez de Kusagakure, se acercó hasta ambos para saludar. Se trataba de Sasagani Yota, acompañado como siempre de su inseparable amiga arácnida.
Aunque antes de que cualquiera de ellos pudiera responder, un par de siluetas muy pequeñas les salieron al paso y prácticamente se tropezaron con ellos.
—¡BU! —gritó un chiquillo, que no debía pasar ni de los diez años.
Y a aquel le respondió otra niña de cabellos rubios entre sonoras carcajadas.
—¡Os hemos pillado, shinobi! ¡Buuuuuuuu!
Y echaron a correr, como alma que lleva el diablo, calle arriba.
Esta cuenta representa a la totalidad de los administradores de NinjaWorld.es