4/10/2020, 12:49
—¿Eri? ¿Uzumaki Eri? —Aquella voz le resultaba muy familiar, por ello, terminó girándose rápidamente hacia ella—. ¿Estás aquí de paso, o eres tú la kunoichi de Uzushiogakure que han asignado para la misión? —preguntó la voz, perteneciente a, ni más ni menos que Amedama Daruu.
¿Cuánto hacía que no le veía? Desde la final del torneo, si mal no recordaba. Claro que, con todo el trajín que allí se montó y su golpe en la cabeza, no había tenido tiempo si quiera de poder despedirse de ellos... Aunque tampoco sabía si a los demás les había dado tiempo realmente.
—¡Daruu! —saludó, acercándose a él—. ¿Misión? Sí, mira —le enseñó su pergamino—. Creo que puedo ser útil, o eso espero... —comentó, algo nerviosa. No quería defraudar más a la villa—. ¿Tú también? Entonces seguro que podemos entre los dos. —Intentó sonar confiada.
—Cálmate, joder, o vamos a ser el jodido centro de atención, otra vez. Fíjate bien, no está su madre, ni siquiera Ayame está ahí, solo está él y.... Joder, es Uzumaki Eri —otra voz familiar se acercaba a ellos, y el rostro de Yota se reflejó en sus ojos, bastante más cambiado a como lo recordaba. Eri tragó saliva: no se habían visto tal y como habían acordado, pero también sabía ciertas cosas que quizá era mejor preguntar en algún momento. Aunque en ese, sin duda, no, puesto que había una misión por medio y... — ¿Entonces habéis venido ambos a la misión?
Araña.
La jodida araña gigante de Yota estaba allí también con él.
Levantó la mano con cuidado, señalando, o intentando señalar; a aquel ser que ahora miraba con cara horrorizada, hasta que...
—¡BU! —gritó un chiquillo, que no debía pasar ni de los diez años.
—¡AHHHH! —chilló, horrorizada, mezclando tanto el susto como el miedo hacia los arácnidos que tenía ella, abrazándose a lo primero que encontró, que, en ese caso, resultó ser el brazo de Daruu.
¿Cuánto hacía que no le veía? Desde la final del torneo, si mal no recordaba. Claro que, con todo el trajín que allí se montó y su golpe en la cabeza, no había tenido tiempo si quiera de poder despedirse de ellos... Aunque tampoco sabía si a los demás les había dado tiempo realmente.
—¡Daruu! —saludó, acercándose a él—. ¿Misión? Sí, mira —le enseñó su pergamino—. Creo que puedo ser útil, o eso espero... —comentó, algo nerviosa. No quería defraudar más a la villa—. ¿Tú también? Entonces seguro que podemos entre los dos. —Intentó sonar confiada.
—Cálmate, joder, o vamos a ser el jodido centro de atención, otra vez. Fíjate bien, no está su madre, ni siquiera Ayame está ahí, solo está él y.... Joder, es Uzumaki Eri —otra voz familiar se acercaba a ellos, y el rostro de Yota se reflejó en sus ojos, bastante más cambiado a como lo recordaba. Eri tragó saliva: no se habían visto tal y como habían acordado, pero también sabía ciertas cosas que quizá era mejor preguntar en algún momento. Aunque en ese, sin duda, no, puesto que había una misión por medio y... — ¿Entonces habéis venido ambos a la misión?
Araña.
La jodida araña gigante de Yota estaba allí también con él.
Levantó la mano con cuidado, señalando, o intentando señalar; a aquel ser que ahora miraba con cara horrorizada, hasta que...
—¡BU! —gritó un chiquillo, que no debía pasar ni de los diez años.
—¡AHHHH! —chilló, horrorizada, mezclando tanto el susto como el miedo hacia los arácnidos que tenía ella, abrazándose a lo primero que encontró, que, en ese caso, resultó ser el brazo de Daruu.