7/10/2020, 16:32
Razón no le faltaba al Uchiha, la panadería no andaba demasiado lejos del parque, de hecho estaba a unas pocas calles de éste. Sin lugar a dudas, habían dos grandes características con las cuales podría identificarla a simple vista, y desde lejos. La primera, el cartel de la susodicha panadería, con el nombre de la misma: Koto-delicias. La segunda, y no menos importante, la cristalera principal tenía un grandisimo garabato hecho a base de pinturas. Éste dibujo peculiar no era otro que el de varios círculos verdes, con algún que otro triángulo de color rojizo; éste era al parecer el símbolo que marcaba el territorio de una de esas bandas que buscaba, concretamente la banda de la pelirroja.
La puerta de la misma estaba abierta, y un cartelito afirmaba lo que parecía: "abierta". Dentro, entre dulces, pasteles y pan, había una mujer tras el mostrador, que con desdén y suspiros casi constantes, trabajaba la masa de algún tipo de producto local. La mujer podía tener algo así como treinta años, de cabellera castaña y ojos del mismo color. Vestía un ropaje blanco, que en su mayor parte era tapado por un delantal del mismo tono, y calzaba unas sandalias negras.
La tienda no tenía por el momento ningún cliente, pero si que había varios curiosos observando la obra artística que tenían sobre los productos que ofrecía. La cristalera llamaba más la atención de la gente que los productos. Pero tampoco es algo que sorprenda, siempre llama más la atención a las personas las caídas que las veces que te levantas y lo intentas de nuevo. El ser humano es así de simple, disfruta con el mal ajeno.
La puerta de la misma estaba abierta, y un cartelito afirmaba lo que parecía: "abierta". Dentro, entre dulces, pasteles y pan, había una mujer tras el mostrador, que con desdén y suspiros casi constantes, trabajaba la masa de algún tipo de producto local. La mujer podía tener algo así como treinta años, de cabellera castaña y ojos del mismo color. Vestía un ropaje blanco, que en su mayor parte era tapado por un delantal del mismo tono, y calzaba unas sandalias negras.
La tienda no tenía por el momento ningún cliente, pero si que había varios curiosos observando la obra artística que tenían sobre los productos que ofrecía. La cristalera llamaba más la atención de la gente que los productos. Pero tampoco es algo que sorprenda, siempre llama más la atención a las personas las caídas que las veces que te levantas y lo intentas de nuevo. El ser humano es así de simple, disfruta con el mal ajeno.