11/10/2020, 17:23
Pero Yota no parecía dispuesto a prescindir de la presencia de su fiel compañera, por lo que Eri se vería obligada a soportarla como buenamente pudiera.
Los tres shinobi continuaron su travesía por las calles de Yachi. El atardecer se cernía sobre el pueblecito, con el sol parcialmente oculto entre los nubarrones que cubrían el cielo. Según avanzaban, los tres pudieron fijarse en el ambiente festivo: además de las calabazas, multitud de guirnaldas de colores purpúreos y anaranjados pendían sobre sus cabezas. Sin embargo, este ambiente festivo contrastaba enormemente con la actitud de los habitantes que, visiblemente alarmados, aceleraban el paso para llegar a sus hogares cuanto antes o llamaban a sus niños desde la puerta para entrar a casa. Entre aquellos chiquillos, vieron al mismo que les había asustado hacía unos pocos segundos. Después de tropezar contra Daruu en su carrera, el pequeño apenas giró la cabeza de vuelta hacia ellos antes de acelerar el paso y desaparecer por una de las puertas que se cerraban a su alrededor.
No tardaron más de un cuarto de hora en llegar a su lugar de destino, siguiendo las indicaciones que figuraban en sus pergaminos oficiales. Ahora se encontraban frente a una casa que resaltaba con respecto al resto. Era una casa algo más opulenta a simple vista, pero seguía sin acercarse a la grandiosidad de los edificios de Kage que los tres estaban acostumbrados a ver. Era un edificio de piedra de dos plantas, de paredes más bien anaranjadas y un tejado a dos aguas de tejas oscuras. Un extenso jardín, cuidado con esmero y ahora repleto de calabazas iluminadas entre los matorrales y las flores, se extendía frente a la puerta principal. Todo el complejo estaba rodeado por una valla de piedra y agujas verticales de metal oscuro. Frente a la puerta principal, dos soldado esperaba, firmes en su posición. Eran un hombre y una mujer, ambos con armaduras idénticas y naginatas dispuestas junto a ellos. Naginatas que cruzaron frente a los tres shinobi.
—Identificación —exigió la mujer.
Los tres shinobi continuaron su travesía por las calles de Yachi. El atardecer se cernía sobre el pueblecito, con el sol parcialmente oculto entre los nubarrones que cubrían el cielo. Según avanzaban, los tres pudieron fijarse en el ambiente festivo: además de las calabazas, multitud de guirnaldas de colores purpúreos y anaranjados pendían sobre sus cabezas. Sin embargo, este ambiente festivo contrastaba enormemente con la actitud de los habitantes que, visiblemente alarmados, aceleraban el paso para llegar a sus hogares cuanto antes o llamaban a sus niños desde la puerta para entrar a casa. Entre aquellos chiquillos, vieron al mismo que les había asustado hacía unos pocos segundos. Después de tropezar contra Daruu en su carrera, el pequeño apenas giró la cabeza de vuelta hacia ellos antes de acelerar el paso y desaparecer por una de las puertas que se cerraban a su alrededor.
No tardaron más de un cuarto de hora en llegar a su lugar de destino, siguiendo las indicaciones que figuraban en sus pergaminos oficiales. Ahora se encontraban frente a una casa que resaltaba con respecto al resto. Era una casa algo más opulenta a simple vista, pero seguía sin acercarse a la grandiosidad de los edificios de Kage que los tres estaban acostumbrados a ver. Era un edificio de piedra de dos plantas, de paredes más bien anaranjadas y un tejado a dos aguas de tejas oscuras. Un extenso jardín, cuidado con esmero y ahora repleto de calabazas iluminadas entre los matorrales y las flores, se extendía frente a la puerta principal. Todo el complejo estaba rodeado por una valla de piedra y agujas verticales de metal oscuro. Frente a la puerta principal, dos soldado esperaba, firmes en su posición. Eran un hombre y una mujer, ambos con armaduras idénticas y naginatas dispuestas junto a ellos. Naginatas que cruzaron frente a los tres shinobi.
—Identificación —exigió la mujer.
![[Imagen: MsR3sea.png]](https://i.imgur.com/MsR3sea.png)
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