12/10/2020, 12:09
(Última modificación: 15/10/2020, 10:03 por Uzumaki Eri. Editado 1 vez en total.)
Escuchó a Daruu como intentaba —en vano— hacer entrar en razón a Yota sobre su kuchiyose, pero éste, y también, el ser que provocaba ese sentimiento de pavor en Eri; se negaron en rotundo, por lo que Eri tragó grueso y trató de mentalizarse sobre lo que sería estar todo el rato con una araña gigante prácticamente a su lado.
¿Por qué a ella?
Intentó distraerse mirando como las gentes de Yachi habían dispuesto los adornos para aquella festividad donde el color naranja y las calabazas parecían predominar sobre todo lo demás. Por unos segundos, se sintió algo mejor, pero el simple movimiento involuntario de su rostro para mirar a sus compañeros hizo que volviera a tensarse. No sería una tarea para nada sencilla.
Para su suerte, no tardaron en llegar mucho más tiempo a la casa del alcalde. Se notaba que era la casa de alguien importante, aunque Eri no prestó mucha más atención de la necesaria.
Dos personas guardaban la casa, un hombre y una mujer. Cruzaron sus armas y habló la última:
—Identificación —exigió.
Eri tomó su pergamino y se acercó intentando mantenerse firme, aunque no pudo evitar que sus piernas temblasen por un momento.
—Uzuma...ki Eri, jōnin de Uzushiogakure —se presentó, luego señaló a sus compañeros—. Venimos por una misión —antes de hablar más sobre el motivo y no meter la pata, les tendió el pergamino, esperando que con ello bastara.
¿Por qué a ella?
Intentó distraerse mirando como las gentes de Yachi habían dispuesto los adornos para aquella festividad donde el color naranja y las calabazas parecían predominar sobre todo lo demás. Por unos segundos, se sintió algo mejor, pero el simple movimiento involuntario de su rostro para mirar a sus compañeros hizo que volviera a tensarse. No sería una tarea para nada sencilla.
Para su suerte, no tardaron en llegar mucho más tiempo a la casa del alcalde. Se notaba que era la casa de alguien importante, aunque Eri no prestó mucha más atención de la necesaria.
Dos personas guardaban la casa, un hombre y una mujer. Cruzaron sus armas y habló la última:
—Identificación —exigió.
Eri tomó su pergamino y se acercó intentando mantenerse firme, aunque no pudo evitar que sus piernas temblasen por un momento.
—Uzuma...ki Eri, jōnin de Uzushiogakure —se presentó, luego señaló a sus compañeros—. Venimos por una misión —antes de hablar más sobre el motivo y no meter la pata, les tendió el pergamino, esperando que con ello bastara.