11/01/2016, 21:39
(Última modificación: 11/01/2016, 21:39 por Uchiha Datsue.)
Pues claro, ¿cómo no se me ocurrió a mí? Ayame se había agachado junto a él para analizar el terreno, hallando las roderas que había dejado el carromato, inundadas por la lluvia. Era de manual, de las primeras cosas que enseñaban en la Academia ninja. Lo sabía porque en las primeras semanas de clase la ilusión y el entusiasmo por lo desconocido habían vencido al desánimo y el aburrimiento, que finalmente fueron los que ganaron la guerra.
—¡Por allí! ¡Han ido por la izquierda! —exclamó, arrancando a correr de nuevo como buenamente podía.
El Uchiha trató de seguirla, mas pronto comprendió que aquella chica, menuda y aparentemente frágil, corría mucho más que él. Quizá antes se había limitado a mantenerle el ritmo, o quizá era porque ahora ya no sufría la resistencia del viento, que había dado una ligera tregua, pero la realidad es que era como comparar a un caballo de carrera con un asno. O un guepardo con una gacela, se dijo para subirse la moral.
El siguiente problema de Datsue fueron los pulmones, que cada vez le costaba más abrir para suministrar el debido oxígeno a sus músculos, seguido de una pesadez exagerada en las piernas, que le ardían y le imploraban que se detuviese.
Pero no lo hizo, por supuesto que no. Siempre fue un vago y un gandul, que no aguantaba la concentración en ninguna clase y que se cansaba con el mero hecho de pensar que tenía que entrenar, pero siempre supo que cuando la ocasión lo ameritase, cuando se enfrentase a algo que verdaderamente valiese la pena, su espíritu no desfallecería. Y era por eso que…
—¡No puedo más! —gritó sin aliento, mientras se llevaba las manos a las rodillas, que le temblaban por el cansancio, y notaba cada latido del corazón en su cabeza. Hasta veía puntitos de luz aquí y allá, a la vez que su pecho subía y bajaba con dificultad, tratando de recuperar el aire—. No… puedo… más.
Menuda estafa estoy hecho. Datsue levantó la cabeza, mientras la lluvia seguía bañándole, y se sorprendió al descubrir que los puntitos de luz que había visto hacía unos instantes no eran producto del cansancio, sino del pueblo que tenía frente a él. O más bien bajo él, ya que el camino ahora descendía casi en picado durante varios metros para luego volver a allanarse y partir el pueblucho en dos.
Datsue se irguió y oteó en la negrura, buscando indicios del paradero de su yegua y el malnacido de su captor. Aunque no había porque buscar demasiado para adivinar su posición. El sentido común y la intuición le decían lo mismo.
—Seguro que Okura ya está dentro de la posada —dijo Datsue—. Ahora hay que pensar un plan para rescatar a Tormenta sin que me relacionen de algún modo con ello. De lo contrario, mis padres pagarían las consecuencias.
Entonces giró la cabeza y buscó a Ayame con la mirada, a la cual había perdido de vista hacía un rato, únicamente para comprobar que no estaba hablándole al aire, como un imbécil.
—¡Por allí! ¡Han ido por la izquierda! —exclamó, arrancando a correr de nuevo como buenamente podía.
El Uchiha trató de seguirla, mas pronto comprendió que aquella chica, menuda y aparentemente frágil, corría mucho más que él. Quizá antes se había limitado a mantenerle el ritmo, o quizá era porque ahora ya no sufría la resistencia del viento, que había dado una ligera tregua, pero la realidad es que era como comparar a un caballo de carrera con un asno. O un guepardo con una gacela, se dijo para subirse la moral.
El siguiente problema de Datsue fueron los pulmones, que cada vez le costaba más abrir para suministrar el debido oxígeno a sus músculos, seguido de una pesadez exagerada en las piernas, que le ardían y le imploraban que se detuviese.
Pero no lo hizo, por supuesto que no. Siempre fue un vago y un gandul, que no aguantaba la concentración en ninguna clase y que se cansaba con el mero hecho de pensar que tenía que entrenar, pero siempre supo que cuando la ocasión lo ameritase, cuando se enfrentase a algo que verdaderamente valiese la pena, su espíritu no desfallecería. Y era por eso que…
—¡No puedo más! —gritó sin aliento, mientras se llevaba las manos a las rodillas, que le temblaban por el cansancio, y notaba cada latido del corazón en su cabeza. Hasta veía puntitos de luz aquí y allá, a la vez que su pecho subía y bajaba con dificultad, tratando de recuperar el aire—. No… puedo… más.
Menuda estafa estoy hecho. Datsue levantó la cabeza, mientras la lluvia seguía bañándole, y se sorprendió al descubrir que los puntitos de luz que había visto hacía unos instantes no eran producto del cansancio, sino del pueblo que tenía frente a él. O más bien bajo él, ya que el camino ahora descendía casi en picado durante varios metros para luego volver a allanarse y partir el pueblucho en dos.
Datsue se irguió y oteó en la negrura, buscando indicios del paradero de su yegua y el malnacido de su captor. Aunque no había porque buscar demasiado para adivinar su posición. El sentido común y la intuición le decían lo mismo.
—Seguro que Okura ya está dentro de la posada —dijo Datsue—. Ahora hay que pensar un plan para rescatar a Tormenta sin que me relacionen de algún modo con ello. De lo contrario, mis padres pagarían las consecuencias.
Entonces giró la cabeza y buscó a Ayame con la mirada, a la cual había perdido de vista hacía un rato, únicamente para comprobar que no estaba hablándole al aire, como un imbécil.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado