11/01/2016, 23:12
Se encontraba rodeado, a cada punto cardinal un enemigo. Lo primero que hizo Karamaru fue un análisis de la situación. Dos bandidos traían pequeños cuchillos, uno una katana y el otro simplemente estaba desarmado. Seguramente ese transportaba alguno de esos barriles que tanta explosión y dolor causaron. Poco lugar tenía para escapar, además de que si lo hacía, algunos de los tantos criminales que seguían dando vueltas por el lugar se enterarían.
El enemigo que tenía frente a él fue el primero en actuar corriendo y dando un salto para atacar por arriba al calvo. Desarmado y con alguien a quien cuidar, tomó de la mano a la nieta de la anciana ya muerta y podrida y se movió rápidamente hasta la antigua posición del atacante. Simplemente habían cambiado sus puestos, pero esto le permitía tener a los cuatro rivales en un solo frente. Puso a Iori a sus espaldas y se dispuso a combatir a las cuatro amenazantes figuras.
Nuevamente, el poseedor de la katana corrió hasta Karamaru tratando de lastimarlo con una simple estocada. Un rápido movimiento hacia un costado, un golpe en la mano y el hombre había soltado el acero como si quemase. Se encontraba indefenso, pero el segundo bandido desarmado le quitó toda posibilidad de contraataque al monje haciendo que se tenga que defender.
Una patada baja para desestabilizar era lo que buscaba pero el shinobi fue rápido y dio un pequeño salto para esquivarlo. En el aire, como estaban a corto alcance, trató de girar sobre si mismo con las piernas abiertas para tratar de impactar a los rivales al mismo tiempo. Fue una mala idea que hizo el calvo cayera de culo al piso. Sin embargo, sin dar tiempo a que los otros cuatro reaccionen, se levantó de golpe y su puso frente a su protegida nuevamente. Los dos desarmados estaban a unos pocos metros, los otros dos se acercaban lentamente esperando el momento oportuno.
A pesar de no ser un genio con las armas, el monje sacó un kunai y lo colocó en su mano derecha esperando poder apuñalar a los adversarios. Todavía podía escuchar el llanto de Iori y hasta se podía ver que estaba temblando de miedo todavía. Si vivía con la abuela vaya a saber en donde estaban los padres para cuidarla cuando todo esto terminase.
El espadachín volvió a recoger su katana, suponiendo de nuevo un peligro mayor para Karamaru, y se dispuso a atacar. Nuevamente. Era el más insistente de los cuatro, pensaba poco y se arriesgaba mucho y eso le pasaría factura. Trató de realizar un corte horizontal a la altura de la cabeza del calvo pero de poca velocidad. Lo esquivo fácilmente y en movimiento rápido y ascendente un kunai le atravesó el mentón chorreando de sangre tanto su cuerpo como el de su acompañante. El cuerpo cayó como plomo al igual que su espada. Un grito se escuchó a sus espaldas, la chica estaba aterrada por sentir la sangre en su piel, y eso que era unos años mayor que Karamaru.
¿Quién sigue?- dijo el shinobi para tratar de intimidar.
Pero de poco serviría ya que el hombre desarmado, el segundo, arremetió. Cuando se encontró simplemente a un metro, a un mísero metro, casi por instinto y sin pensarlo, el calvo arrojó su kunai que se calvo en su cuello. Cayó al suelo creando una fuente de chorro fino y potente de sangre que duró varios segundos.
Tanto tiempo de entretenimiento le dio a los dos hombres armados, al parecer mas inteligentes, analizar al pelado. Uno de ellos localizó su punto débil en el hombro y casi sin que Karamaru se de cuenta trató de clavar su cuchillo en el lugar. Afortunadamente para él, solamente llego a cortar las vendas ya que el monje pudo esquivar el ataque apenas por centímetros. Esta pelea estaba siendo mucho mejor que la de la playa, ya no estaba tan oxidado como antes y podía pelear con más libertad. Un poco de ardor le surgió al sentir la corriente de aire sobre su herida, pero no era nada para alarmarse. En el fragor de la batalla apenas se podían sentir los dolores pequeños.
Un derechazo justo en el medio de la cara hizo que cayera el tercer bandido. El calvo pudo sentir con la mano como la nariz se quebraba en dos partes. Trató de localizar al cuarto hombre, pero parecía que no estaba, se había esfumado. Trató de tomar un kunai para ponerse en guardia por si aparecía de golpe pero en su portaobjetos no había nada de nada.
Se dio vueltas y vio a Iori en cuclillas tomando el kunai con las dos manos, todavía temblando. Al parecer tenía un poco de instinto de supervivencia después de todo. Karamaru tomó el kunai, lo guardó y ayudó a la mujer a levantarse.
Hay que irnos. Vamos a buscar a alguien y nos vamos, te lo prometo.
Debería de ser al revés, el más grande cuida al más chico, pero parece que un shinobi siempre cuida al civil lógicamente. Tomó a su acompañante de la mano y comenzó a correr en busca de Kazuma. Mientras tanto, con su otra mano trataba de sacarse lo que sea que tenía en los ojos que le estaban picando demasiado. Además el humo ya le estaba empezando a molestar, por suerte había entrenando bastante como para poder vivir con un poco oxígeno. Sin embargo, estaba aspirando mucho humo y eso tal vez le pasa factura al final del conflicto.
El enemigo que tenía frente a él fue el primero en actuar corriendo y dando un salto para atacar por arriba al calvo. Desarmado y con alguien a quien cuidar, tomó de la mano a la nieta de la anciana ya muerta y podrida y se movió rápidamente hasta la antigua posición del atacante. Simplemente habían cambiado sus puestos, pero esto le permitía tener a los cuatro rivales en un solo frente. Puso a Iori a sus espaldas y se dispuso a combatir a las cuatro amenazantes figuras.
Nuevamente, el poseedor de la katana corrió hasta Karamaru tratando de lastimarlo con una simple estocada. Un rápido movimiento hacia un costado, un golpe en la mano y el hombre había soltado el acero como si quemase. Se encontraba indefenso, pero el segundo bandido desarmado le quitó toda posibilidad de contraataque al monje haciendo que se tenga que defender.
Una patada baja para desestabilizar era lo que buscaba pero el shinobi fue rápido y dio un pequeño salto para esquivarlo. En el aire, como estaban a corto alcance, trató de girar sobre si mismo con las piernas abiertas para tratar de impactar a los rivales al mismo tiempo. Fue una mala idea que hizo el calvo cayera de culo al piso. Sin embargo, sin dar tiempo a que los otros cuatro reaccionen, se levantó de golpe y su puso frente a su protegida nuevamente. Los dos desarmados estaban a unos pocos metros, los otros dos se acercaban lentamente esperando el momento oportuno.
A pesar de no ser un genio con las armas, el monje sacó un kunai y lo colocó en su mano derecha esperando poder apuñalar a los adversarios. Todavía podía escuchar el llanto de Iori y hasta se podía ver que estaba temblando de miedo todavía. Si vivía con la abuela vaya a saber en donde estaban los padres para cuidarla cuando todo esto terminase.
El espadachín volvió a recoger su katana, suponiendo de nuevo un peligro mayor para Karamaru, y se dispuso a atacar. Nuevamente. Era el más insistente de los cuatro, pensaba poco y se arriesgaba mucho y eso le pasaría factura. Trató de realizar un corte horizontal a la altura de la cabeza del calvo pero de poca velocidad. Lo esquivo fácilmente y en movimiento rápido y ascendente un kunai le atravesó el mentón chorreando de sangre tanto su cuerpo como el de su acompañante. El cuerpo cayó como plomo al igual que su espada. Un grito se escuchó a sus espaldas, la chica estaba aterrada por sentir la sangre en su piel, y eso que era unos años mayor que Karamaru.
¿Quién sigue?- dijo el shinobi para tratar de intimidar.
Pero de poco serviría ya que el hombre desarmado, el segundo, arremetió. Cuando se encontró simplemente a un metro, a un mísero metro, casi por instinto y sin pensarlo, el calvo arrojó su kunai que se calvo en su cuello. Cayó al suelo creando una fuente de chorro fino y potente de sangre que duró varios segundos.
Tanto tiempo de entretenimiento le dio a los dos hombres armados, al parecer mas inteligentes, analizar al pelado. Uno de ellos localizó su punto débil en el hombro y casi sin que Karamaru se de cuenta trató de clavar su cuchillo en el lugar. Afortunadamente para él, solamente llego a cortar las vendas ya que el monje pudo esquivar el ataque apenas por centímetros. Esta pelea estaba siendo mucho mejor que la de la playa, ya no estaba tan oxidado como antes y podía pelear con más libertad. Un poco de ardor le surgió al sentir la corriente de aire sobre su herida, pero no era nada para alarmarse. En el fragor de la batalla apenas se podían sentir los dolores pequeños.
Un derechazo justo en el medio de la cara hizo que cayera el tercer bandido. El calvo pudo sentir con la mano como la nariz se quebraba en dos partes. Trató de localizar al cuarto hombre, pero parecía que no estaba, se había esfumado. Trató de tomar un kunai para ponerse en guardia por si aparecía de golpe pero en su portaobjetos no había nada de nada.
Se dio vueltas y vio a Iori en cuclillas tomando el kunai con las dos manos, todavía temblando. Al parecer tenía un poco de instinto de supervivencia después de todo. Karamaru tomó el kunai, lo guardó y ayudó a la mujer a levantarse.
Hay que irnos. Vamos a buscar a alguien y nos vamos, te lo prometo.
Debería de ser al revés, el más grande cuida al más chico, pero parece que un shinobi siempre cuida al civil lógicamente. Tomó a su acompañante de la mano y comenzó a correr en busca de Kazuma. Mientras tanto, con su otra mano trataba de sacarse lo que sea que tenía en los ojos que le estaban picando demasiado. Además el humo ya le estaba empezando a molestar, por suerte había entrenando bastante como para poder vivir con un poco oxígeno. Sin embargo, estaba aspirando mucho humo y eso tal vez le pasa factura al final del conflicto.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
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