27/10/2020, 02:19
Las advertencias fueron en vano, pues el shinobi aseguró que tenía asuntos que atender ahí dentro. Lejos de insistir, el hombre cesó y dejó pasar al chico. Éste, una vez atravesó el umbral de la puerta, se vio adentrándose en un pasillo con una única dirección posible. Para cuando llegó al final, e intentó abrir la puerta, se encontró que estaba cerrada a cal y canto. Era raro, pues se suponía que alguien justo acababa de pasar por ahí.
La solución del chico fue simple y sencilla, aunque para nada ortodoxa. Golpeó la puerta con el puño, en lo que alzaba la voz preguntando por el shinobi. A veces, los planes más sencillos son los más eficaces. Tardó un poco, pero la respuesta se hizo cada vez más audible, pues en los intervalos de tiempo que no aporreaba la puerta se escuchaba del otro lado la madera retorciéndose en su dirección. Como alguien que avanzaba hacia la puerta.
—¿Quién es? —preguntó, aún desde el otro lado. —¿y por qué no abres simplemente la puerta?
Como por arte de magia, y sin ningún sonido de pestillo o cerrojo liberándose, la puerta se abrió sin más. De otro lado quedaba el shinobi de rastas, Etsu. Poco más adelante andaba Akane, un enorme huskie, que andaba olisqueando por mitad de la sala.
La susodicha sala era bastante grande, un salón de lo más amplio. El techo era de color caoba, mientras que las paredes eran amarillentas y el suelo naranja. Al final de la sala, había una enorme chimenea ornamentada, y a sendos lados de ésta un par de puertas similares a la del pasillo. Sobre la balda de la chimenea habían un par de jarrones, de base blanca y detalles rojos y celestes, algo así como flores. Un poco mas al centro había una butaca enorme, conformado de piel y seda, visiblemente lujoso. A su lado, una mesilla bastante fina de madera, en la que reposaba un vaso casi vacío, y una botella de algún tipo de alcohol. El contenido del vaso no distaba mucho de la botella de su lado. A ambos lado de la sala se encontraban un par de cuadros, con diferentes motivos. Uno iba de una guerra naval, otro de un paisaje invernal, el tercero parecía ilustrar una playa, y el cuarto y último era un retrato. Éste último era de un hombre bastante bien logrado, con bigote y sombrero, de piel clara y cabello oscuro.
—¿Tú... ? —preguntó el Inuzuka, recordando haberlo visto hacía un rato.
La solución del chico fue simple y sencilla, aunque para nada ortodoxa. Golpeó la puerta con el puño, en lo que alzaba la voz preguntando por el shinobi. A veces, los planes más sencillos son los más eficaces. Tardó un poco, pero la respuesta se hizo cada vez más audible, pues en los intervalos de tiempo que no aporreaba la puerta se escuchaba del otro lado la madera retorciéndose en su dirección. Como alguien que avanzaba hacia la puerta.
—¿Quién es? —preguntó, aún desde el otro lado. —¿y por qué no abres simplemente la puerta?
Como por arte de magia, y sin ningún sonido de pestillo o cerrojo liberándose, la puerta se abrió sin más. De otro lado quedaba el shinobi de rastas, Etsu. Poco más adelante andaba Akane, un enorme huskie, que andaba olisqueando por mitad de la sala.
La susodicha sala era bastante grande, un salón de lo más amplio. El techo era de color caoba, mientras que las paredes eran amarillentas y el suelo naranja. Al final de la sala, había una enorme chimenea ornamentada, y a sendos lados de ésta un par de puertas similares a la del pasillo. Sobre la balda de la chimenea habían un par de jarrones, de base blanca y detalles rojos y celestes, algo así como flores. Un poco mas al centro había una butaca enorme, conformado de piel y seda, visiblemente lujoso. A su lado, una mesilla bastante fina de madera, en la que reposaba un vaso casi vacío, y una botella de algún tipo de alcohol. El contenido del vaso no distaba mucho de la botella de su lado. A ambos lado de la sala se encontraban un par de cuadros, con diferentes motivos. Uno iba de una guerra naval, otro de un paisaje invernal, el tercero parecía ilustrar una playa, y el cuarto y último era un retrato. Éste último era de un hombre bastante bien logrado, con bigote y sombrero, de piel clara y cabello oscuro.
—¿Tú... ? —preguntó el Inuzuka, recordando haberlo visto hacía un rato.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~