12/01/2016, 16:11
De la veintena de hombres que había atacado el pueblo, ahora solo quedaban unos ocho. Aquello le permitiría a la guardia local el poder lidiar con ellos. Aún faltaba cerca de una hora para el amanecer, pero las llamas del asalto comenzaban a apagarse gracias a las rápidas acciones de los pobladores.
—De momento, parece que ya hemos pasado lo peor —Se permitió aquella esperanza, mientras yacía sentado frente a un cuerpo inerte lleno de flechas, emulando a un alfiletero, quien en vida fuera un bandido muy bravo y también estúpido.
En aquel momento recordó al anciano, tenía que buscarlo y asegurarse de que estuviera bien. Al final lo encontró a unos metros de donde lo había dejado, posiblemente se arrastró desorientado y en busca de ayuda.
—Está mal… Resista por favor —dijo con voz baja, mientras veía un poco de sangre goteando de aquel cuerpo viejo.
—Tráelo por favor… —pidió jadeando.
—No hable, por favor. Buscare alguien que le cure.
—¡No! —gritó con voz polvorienta—. No me queda mucho, así que escúchame —el anciano tenía razón, a simple vista se apreciaba que no le quedaban más que unos cuantos respiros. Él lo sabía y aun así estaba determinado a cumplir con el deber de un líder—. Los piratas… Los piratas se llevaron el dinero del pueblo… Solo era un poco de oro, pero era lo que necesitábamos para el resto del año —En aquel momento, con sus ultimas energías aquel hombre abrió de gran manera los ojos y sujeto con fuerza desesperante el cuello del ropaje del ojos grises—. Sé que es demasiado, pero por favor… Te pido que nos ayudes.
—Espera viejo, no te mueras ¿Qué pasará con el pueblo? ¿Quién los guiará?
—Jejeje… Mi nieta es una muchacha fuerte, lista y bondadosa —aseguro, con la mirada ahora perdida en el cielo estrellado—. Aún es bastante joven, pero ha aprendido bien… Estoy seguro de que ella podrá cuidar de la aldea... —su cuerpo se relajo, sus ojos se cerraron y su corazón se detuvo. Ahora por fin descansaba.
El joven Ishimura no estaba seguro de que sentir. Una parte de su ser emanaba una gran admiración y respeto por las personas de aquel lugar. Pero en otro lugar de sí mismo se sentía culpable, por lo sucedido y por no poder derramar lágrimas, ni por sentirse abatido por aquella vida perdida. Al final un sentimiento se impuso, algo que no sentía hacía mucho tiempo. Una sensación de ira helada, como si la sangre ardiera en sus venas mientras la bombeaba un corazón de acero.
—Así se hará viejo. Lo prometo —Juro aquello mientras se levantaba y alejaba del cuerpo.
Se decidió por ir al centro del pueblo, en aquel lugar había un poso bastante visible. Ahí esperaría ver a Karamaru y plantearle la situación. El viento agitaba su cabello, mientras que casi podía sentir a Bohimei palpitando en su vaina. El amanecer se encontraba cercano, pero aquello no le preocupaba. Sabía que de una forma u otra, todo habría acabado para cuando el sol saliese. Si… para bien o para mal, todo se terminaría donde comenzó, bajo el manto de la noche.
—De momento, parece que ya hemos pasado lo peor —Se permitió aquella esperanza, mientras yacía sentado frente a un cuerpo inerte lleno de flechas, emulando a un alfiletero, quien en vida fuera un bandido muy bravo y también estúpido.
En aquel momento recordó al anciano, tenía que buscarlo y asegurarse de que estuviera bien. Al final lo encontró a unos metros de donde lo había dejado, posiblemente se arrastró desorientado y en busca de ayuda.
—Está mal… Resista por favor —dijo con voz baja, mientras veía un poco de sangre goteando de aquel cuerpo viejo.
—Tráelo por favor… —pidió jadeando.
—No hable, por favor. Buscare alguien que le cure.
—¡No! —gritó con voz polvorienta—. No me queda mucho, así que escúchame —el anciano tenía razón, a simple vista se apreciaba que no le quedaban más que unos cuantos respiros. Él lo sabía y aun así estaba determinado a cumplir con el deber de un líder—. Los piratas… Los piratas se llevaron el dinero del pueblo… Solo era un poco de oro, pero era lo que necesitábamos para el resto del año —En aquel momento, con sus ultimas energías aquel hombre abrió de gran manera los ojos y sujeto con fuerza desesperante el cuello del ropaje del ojos grises—. Sé que es demasiado, pero por favor… Te pido que nos ayudes.
—Espera viejo, no te mueras ¿Qué pasará con el pueblo? ¿Quién los guiará?
—Jejeje… Mi nieta es una muchacha fuerte, lista y bondadosa —aseguro, con la mirada ahora perdida en el cielo estrellado—. Aún es bastante joven, pero ha aprendido bien… Estoy seguro de que ella podrá cuidar de la aldea... —su cuerpo se relajo, sus ojos se cerraron y su corazón se detuvo. Ahora por fin descansaba.
El joven Ishimura no estaba seguro de que sentir. Una parte de su ser emanaba una gran admiración y respeto por las personas de aquel lugar. Pero en otro lugar de sí mismo se sentía culpable, por lo sucedido y por no poder derramar lágrimas, ni por sentirse abatido por aquella vida perdida. Al final un sentimiento se impuso, algo que no sentía hacía mucho tiempo. Una sensación de ira helada, como si la sangre ardiera en sus venas mientras la bombeaba un corazón de acero.
—Así se hará viejo. Lo prometo —Juro aquello mientras se levantaba y alejaba del cuerpo.
Se decidió por ir al centro del pueblo, en aquel lugar había un poso bastante visible. Ahí esperaría ver a Karamaru y plantearle la situación. El viento agitaba su cabello, mientras que casi podía sentir a Bohimei palpitando en su vaina. El amanecer se encontraba cercano, pero aquello no le preocupaba. Sabía que de una forma u otra, todo habría acabado para cuando el sol saliese. Si… para bien o para mal, todo se terminaría donde comenzó, bajo el manto de la noche.